El cacao: mucho más que una materia prima
Los orígenes del cacao
La planta del cacao proviene de Sudamérica, donde los Mayas fueron los primeros en cultivarla. Entre los Mayas, y más adelante también entre los Aztecas, el cacao se utilizaba como moneda y tenía a la vez un papel importante en los cultos religiosos.
A los conquistadores, en un principio, el cacao sólo les gustaba con azúcar, pero descubrieron que les daba fuerza para aguantar muchas horas. Lo importaron y los secretos de su manipulación se guardaron exclusivamente entre los monjes y la realeza española hasta que, poco a poco, se fue conociendo en otros países. Las potencias europeas crearon plantaciones de cacao por ejemplo en Ecuador, donde el árbol se desarrollaba bien. Unos 100 años más tarde se dio comienzo al cultivo del cacao en África.
El cacao y el chocolate aportan mucho a nuestro organismo
El cacao, y su derivado más popular, el chocolate, tienen múltiples propiedades y efectos saludables en nuestro organismo —nos reconforta psicológicamente y físicamente nos proporciona vitaminas, proteínas y ayuda a regular la hipertensión—. Por ello se ha convertido en un complemento básico en nuestra nutrición y está ganando terreno en nuevos ámbitos como la cocina gourmet o en los centros de belleza como novedad.
Los componentes antioxidantes del cacao nos ayudan tanto a regular la hipertensión como a protegernos frente a diferentes enfermedades. Importante además no olvidarnos de su valor afrodisíaco. En definitiva, estamos ante un alimento completamente saludable y recomendable. ¿Cómo es entonces que podemos leer tantas veces noticias negativas relacionadas con el cacao en titulares como 'El lado amargo del chocolate' o parecido?
La producción del cacao, un reto que se va solventando
Las noticias negativas tienen que ver con el cultivo y las condiciones de compra-venta en el mercado internacional. Más de 30 países en vías de desarrollo producen cacao y 14 millones de personas dependen directamente de este cultivo para subsistir. Siendo un producto tan relevante y altamente valorado en los países industrializados, el cultivo y la venta de cacao podrían ser una valiosa oportunidad de desarrollo económico para estos productores. Pero la gran mayoría de ellos cultiva cacao en unas parcelas muy pequeñas y así carecen de poder de negociación, es decir que para obtener buenas condiciones de venta están a merced del mercado internacional, controlado por unos pocos.
En Costa de Marfil y en Ghana, por ejemplo, el 90% de los agricultores tienen en la producción de cacao su principal fuente de ingresos. Al provenir de países muy pobres y ser agricultores que viven en situaciones muy precarias, el cacao es un producto con un alto riesgo de estar asociado con el trabajo infantil en sus peores formas conocidas. Por eso se puede leer en tantas ocasiones sobre el 'sabor amargo del chocolate'.
Industria chocolatera y certificación ética: nuevas alianzas
Las grandes marcas chocolateras han tomado conciencia del problema lo mismo que los chocolateros artesanos. Crecientemente buscan comprar su cacao de cadenas de valor más seguras y sostenibles. Y están dispuestos a invertir y pagar más a los productores con tal de conseguir este objetivo y con ello minimizar los riesgos.
Esta nueva tendencia hacía “lo razonable” es una oportunidad excelente para que la producción del cacao se convierta en una oportunidad de desarrollo económico y social en las zonas de origen del producto, principalmente en África Occidental y en América Latina.
La certificación Fairtrade se rige por criterios éticos y garantiza unas condiciones de cultivo respetuosas con el medio ambiente.
Las compañías tienen varias opciones para mejorar sus cadenas de valor y asegurarse un cacao bueno en todos los sentidos. Confían sobre todo en certificaciones voluntarias independientes de distinta índole. La certificación Fairtrade, por ejemplo, que nace desde el movimiento de Comercio Justo, asegura no sólo condiciones de cultivo amigables con el medio ambiente sino también criterios éticos como la prohibición del trabajo infantil, un precio mínimo que cubre los gastos de una producción sostenible y el pago de una prima social que las cooperativas de pequeños productores invierten en proyectos sociales y de desarrollo que benefician a toda la comunidad.
Las certificaciones tienen para las empresas de alimentación la ventaja que garantizan la trazabilidad del producto y son independientes, lo que otorga mayor credibilidad para la marca que se certifica.