Agárrense que viene 2011

2011, cuarto año de crisis, va a ser un año interesante. Las incertidumbres que todavía planean sobre la economía española sitúan a los empresarios en una tesitura compleja. Las previsiones de los distintos analistas y entidades financieras son sumamente dispares respecto a la posible recuperación de la actividad económica y a su intensidad. Así, mientras el Gobierno prevé una crecimiento del 1,3% del PIB, el BBVA lo rebaja al 0,9, el Banco de España al 0,8, la Caixa al 0,7, el FMI al 0,6 y la Fundación de Cajas de Ahorro FUNCAS al 0,4. Esto es, menos de una tercera parte de la previsión oficial. También hay algunos economistas visionarios, como el catedrático de estructura económica Santiago Niño Becerra, que pronostican para 2011 un ‘crash’ monumental con una caída del PIB del 9%, singular opinión, todo hay que decirlo, que no comparte casi nadie.

En lo que sí hay un consenso general es en que el desempleo seguirá estando en torno al 20% (Niño Becerra lo eleva al 30) y que la construcción continuará con encefalograma plano. Tampoco hay duda en que las Administraciones Públicas, Gobierno central, gobiernos autonómicos, ayuntamientos, algunos técnicamente en bancarrota, van a limitar sus inversiones al mínimo, seguirán pagando tarde y mal y continuarán endeudados hasta las orejas. Por otro lado, algunos bancos como el Popular ya han advertido que 2011 va a ser un año difícil en cuanto a la restricción del crédito a las pymes, a pesar de que, al mismo tiempo, está aumentando el ahorro de las familias, lo cual repercute negativamente sobre el consumo. Hay algunos elementos más alentadores, como el previsible aumento de las exportaciones y del turismo, impulsados por la mejora relativa de nuestro entorno, pero resultan insuficientes para compensar el enorme peso de los factores negativos que atenazan la situación económica de España. En suma, si atendemos a las previsiones de los expertos y al mero sentido común, advertimos para 2011 un panorama de estancamiento. De estancamiento dentro de la crisis, se entiende.

Frente a esta realidad, la tentación del empresario puede ser la inacción. Elevar la mera supervivencia a la categoría de objetivo único. Seguir estrictamente el consejo de san Ignacio “en tiempo de turbación no hacer mudanza” o, dicho en términos más castizos, “quieto parao”. Pero esto, señores, va para largo. Y el que no empiece a espabilarse lo va a tener muy crudo para salir airoso de esta larga travesía en el desierto. Siempre hay margen de maniobra aun con escasos recursos. Siempre hay posibilidades para cambiar estrategias, asumir nuevos retos, modificar esquemas obsoletos, renovar productos y servicios, explorar nuevos mercados o nuevos sectores. Algunos ya lo están haciendo. Son los que sobrevivirán y los que saldrán fortalecidos de la crisis.

Será un año interesante, no lo duden. La economía seguirá estancada pero a la vez convulsa. Caerán (seguirán cayendo) montones de pequeñas y medianas empresas que no saldrán en los periódicos, ahogadas por la falta de crédito o por la falta de ideas. O porque el empresario habrá decidido tirar la toalla. Y su lugar será ocupado por otras más dinámicas, más inconformistas, más adaptadas a la nueva economía. Poco a poco iremos viendo como cambia el paisaje. Será un año interesante. Habrá elecciones autonómicas y municipales, Belén Esteban seguirá reinando en las pantallas e incluso puede que el Real Madrid pase de octavos en la Champions. Todo tenderá a ser como siempre, sin volver a ser nunca más como antes.