Construido en 1903, ocupa la misma plaza en la que se celebraba el mercado desde la Edad Media. Joya del modernismo aragonés, hoy es uno de los edificios emblemáticos de la ciudad.
A pocos metros de la plaza del Pilar, en el mismo corazón de la Zaragoza antigua, se halla el Mercado Central o Mercado de Lanuza, en la plaza que toma el nombre del justicia de Aragón Juan de Lanuza, ejecutado en este mismo lugar en 1591. Rodeado de las ruinas romanas de la vieja Cesaragusta, ocupa un lugar de privilegio en todas las guías turísticas de la ciudad, no sólo por su interés arquitectónico, sino por el hecho de ser desde hace más de un siglo un lugar de encuentro donde los zaragozanos ven reflejada su propia identidad en el contacto siempre cálido entre los compradores y los detallistas.
Proyectado por Félix Navarro Pérez en 1901, fue diseñado en la moderna arquitectura estructural del hierro, la que poco antes había popularizado Eiffel en París
Proyectado por Félix Navarro Pérez en 1901, fue diseñado en la moderna arquitectura estructural del hierro, la que poco antes había popularizado Eiffel en París y, exteriormente, bajo los cánones estéticos de un modernismo que no renunciaba a la tradición de la arquitectura clásica. En 1984 se inició el proceso de rehabilitación del edificio atendiendo a las nuevas exigencias y necesidades del comercio minorista (los mayoristas habían desalojado los bajos para trasladarse a Mercazaragoza en 1972) bajo la batuta del arquitecto José María Mateo Sotero. El proyecto de modernización se realizó con la doble exigencia de dotar al mercado de las instalaciones y servicios adecuados a los nuevos tiempos, manteniendo íntegra la estructura y la piel del edificio original. Para ello se efectuó una restauración integral del edificio, devolviendo a la piedra su lucidez inicial y a las esculturas alegóricas su relieve y vistosidad. La Escuela de Artes Aplicadas se encargó de restaurar las placas de esmalte y se confeccionó un reloj de campana para la fachada principal, idéntico al original de principios de siglo. El resultado lo tenemos hoy a la vista, una joya arquitectónica que cumple con creces la función comercial para la que fue concebida.
El mercado hoy
Los 190 puestos que concurren en la actualidad en el mercado (antes de la reforma eran 213) ocupan toda la planta superior. Abundan los puestos de frutas y verduras, algunos menos de carnes y embutidos o de pescado, pero en su conjunto el mercado abastece de cualquier tipo de producto fresco y de temporada. El piso inferior está destinado a las cámaras frigoríficas, obradores, oficinas y espacios logísticos.
La Asociación de Detallistas del Mercado Central está realizando desde hace tiempo actividades de dinamización del mercado, habiéndose destinado un espacio en la planta inferior destinado a actividades culturales, exposiciones, conciertos y conferencias.
En suma, el Mercado Central Juan de Lanuza ofrece numerosos motivos para acercarse a él. Ya sea para para adquirir la variada gama de productos que nos ofrecen sus puestos o simplemente para gozar del atractivo de su renovada arquitectura y de esa sensación especial de autenticidad que se refleja en las caras de los comerciantes y de los clientes. En todo caso, una visita obligada para cualquiera que visite la ciudad del Ebro.
Un mercado medieval
El solar que desde 1901 ocupa el edificio moderno fue en época medieval el lugar donde se celebraba el mercado al aire libre. De hecho, hasta mediados de los años ochenta del siglo pasado, los aledaños del mercado se llenaban de gentío en el mercadillo dominical. Pero esta plaza, antaño mucha más estrecha, fue también el escenario habitual de ejecuciones y autos de fe. Aquí fue ajusticiado Juan de Lanuza, defensor de los fueros de Aragón, en tiempos de Felipe II.
La plaza en las obras previas a la construcción del mercado, en 1901
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