Cuatro ejemplos de sostenibilidad de los sellos IGP de ‘Carnes con estilo’
Desde hace siglos, las ganaderías de vacuno en Galicia y de ovino en Aragón han sido sustento de la economía rural de sus respectivos territorios. Hoy, en pleno siglo XXI, sigue siendo así, aunque ahora los ganaderos cuentan con una nueva herramienta que avala su trabajo, el sello de Indicación Geográfica Protegida (IGP), como son Ternera Gallega y Ternasco de Aragón. Este sello, otorgado por Europa a los alimentos de calidad diferenciada ligados por sus cualidades o características a un territorio, aporta a los ganaderos de hoy en día el aval de que su producto cumple con una serie de requisitos recogidos en estrictos pliegos de condiciones.
“Las IGP están marcando al 100% la trazabilidad de cara al consumidor”
Alberto, que cuida con su mujer un rebaño de alrededor de 600 ovejas en la comarca de Matarraña, una zona principalmente montañosa, es un firme convencido de la utilidad del pastoreo: “En invierno nos dedicamos principalmente a limpiar orillas de campos, pinos caídos, etc., que si no lo hacemos los pastores, no lo hace nadie… En primavera segamos la hierba y en verano recogemos la paja que le daremos en invierno a los animales. Este es nuestro día a día, los animales siempre lo primero”.
También, es un defensor del sello IGP, al que su familia siempre ha estado adscrita: “La trazabilidad y los controles que lleva a cabo la IGP son muy exhaustivos, controlan al 100% la trazabilidad. Se vigila la alimentación de las madres, de los corderos, la edad, los piensos, etc., para que nunca llegue al mercado un cordero que no tenga las máximas garantías para el consumidor”.
“El sello IGP es garantía de lo que comes”
Hoy en día, tiene 39 vacas, un toro y 23 terneros adscritos al Consejo Regulador de la IGP Ternera Gallega. “Pertenecer a la IGP da seguridad a los ganaderos, pero sobre todo a los consumidores, ya que este sello es una garantía de calidad, de saber lo que estás comiendo”, explica.
“El sello IGP aporta valor añadido a la carne”
Actualmente, en las 50 hectáreas que gestiona, pastan 70 cabezas de ganado y 35 terneros, aunque la media se sitúa en los 40. “Lo primero que hacemos al levantarnos es llevar a mamar a los terneros, y luego sacamos al ganado al aire libre a pastar, hasta la noche, cuando los volvemos a recoger”.
Todos sus animales son de Rubia Gallega: “En casa nunca hubo otra raza”, explica. Por eso todos sus terneros están inscritos dentro de la IGP Ternera Gallega, en la categoría de Ternera Gallega Suprema. “Porque el sello aporta un valor añadido a la carne y se nota la diferencia”.
“Es una forma de mantener nuestra raza autóctona”
La más joven de los ganaderos entrevistados es Natalia Fanlo, de 27 años. En 2018, “fruto de una decisión meditada”, cambió de vida para dedicarse a las ovejas. Hoy, tiene 1.500 cabezas de ovino y caprino en Tauste (más de 1.400 de ovino), que pastan en los prados de Velilla y Gelsa.
“Desde el primer momento entré a formar parte de la IGP porque estoy criando ovejas de Raza Aragonesa, y es una forma de mantener una raza autóctona de la zona, que considero importante que no se pierda. Y, además, le das un valor añadido a los corderos”, explica.