Urko Carmona: “La mejor terapia siempre fue la roca”
¿Qué dificultad puede alcanzar un escalador con una sola pierna? Esa es la pregunta que ronda desde hace 19 años en la cabeza del escalador alicantino y que le empuja a entrenar y no desfallecer en su intento de explorar su límite vertical.
El de Monóvar ya escalaba antes del accidente que a los 16 años le robó la pierna derecha y a punto estuvo de llevarle la vida entera. “Yo flipaba en aquellos años con Dan Osman o Patrick Edlinger, todavía más con los auténticos escaladores como Rabadá y Navarro”. Para salir del bache, se volcó en su pasión. “Al principio empecé a ir a un psicólogo, pero luego no me hizo falta porque mi mejor terapia fue siempre la roca, que es donde aprendí a rehacer e incluso a mejorar lo que ya hacía antes, también en la vida”.
Con una constancia envidiable, ahora escala dificultades que son impensables para la mayoría de los mortales y, además, lo puede compartir con algunos de los que en su día fueron sus ídolos, como Dani Andrada. “Realmente me siento un escalador normal y corriente. Normalmente voy a escalar con gente sin ninguna discapacidad así que me siento como uno más. Igual algunos movimientos no puedes hacerlo como lo hacen los otros, pero lo trabajas”.
Su entrenamiento se guía ahora por el sistema PUC Series de Patxi Usobiaga y ya ha encadenado dos 8a+. “Entras en el rocódromo el primero y te vas el último, pero los resultados llegan si buscas la línea adecuada. En placa muchas veces no consigo hacer ni un 6c, pero si aparcas tres meses la furgoneta debajo de la vía correcta, al final sale”.
También tiene en su libreta tres Campeonatos del Mundo de Paraescalada, en su modalidad de pierna amputada (AL-2). Una pena que no pudiera revalidar el título en los recientes Mundiales de París, donde una vía poco apropiada para él le dejó fuera de las finales. “Cada vez hay más contrincantes y más fuertes y motivados, esa es la mayor alegría. Lo malo es que está despuntando el uso de protesis y nos mezclan en la misma categoría, la utilicemos o no. Tampoco es lo mismo si la amputación es tibial, femoral, o del lado derecho o izquierdo”. Esa es una de las reivindicaciones que Carmona lleva años defendiendo para desarrollar la paraescalada. “Se tendrían que equipar vías espejo para que en las competiciones todos tuviéramos las mismas oportunidades. También falta un equipo médico que defina exactamente las discapacidades, el nivel de movilidad y las categorías asociadas.” Son algunos de los déficits que, entre otros factores, dificultan la entrada en las paraolimpiadas a pesar de la inserción de la modalidad para personas sin discapacidad en Tokio 2020.
Actualmente Carmona compagina su búsqueda de la dificultad con otros proyectos que comparte con otra gente con discapacidad. Es, de hecho, uno de los principales embajadores de la paraescalada, el deporte que le “ha dado la vida”, a nivel internacional. “Seguro que los que lean esta entrevista tienen un amigo con alguna discapacidad e igual se le puede abrir una nueva opción. También hay que ir directamente a las asociaciones de discapacitados físicos y presentarles este nuevo deporte, una actividad de montaña que todo el mundo puede practicar”.
También está inmerso en el proyecto ‘Sin límite vertical’, en el que escala vías clásicas con Juan Antonio Bellido, con parálisis por debajo de la rodilla. La cordada con discapacidad escaló el pasado verano la Cima Grande de Lavaredo (Italia). “Hicimos una primera vía en el Chorro (Málaga) y teníamos otros objetivos antes de la culminación en los Dolomitas, pero nos hemos saltado todo lo de en medio. Por eso, estamos planteándonos hacer alguna vía un poco más seria para terminarlo, tal vez en el Capital en Yosemite (EE.UU.).
A pesar de todo, el valenciano no está seguro de poderse centrar exclusivamente en la escalada. “Los patrocinadores casi siempre dan sólo material, por lo que vivir así es complicado. El miedo más grande que tengo es saber si dentro de cuatro meses podré seguir escalando o me tendré que buscar un trabajo”.