Ordesa y Bujaruelo en braille
Después del éxito de las Primeras Jornadas de Paraescalada organizadas por la Federación Aragonesa de Montañismo (FAM) en los Mallos de Riglos (Huesca) el pasado mes de julio con las escaladas a la Aguja Roja y El Puro por parte de los paraescaladores Manuel Cepero y Oscar Domínguez junto con el guía Germán López, se realizaron las Segundas Jornadas de Paraescalada en la zona de Ordesa y Bujaruelo los días 23 y 24 de agosto con objetivo de conocer el nivel técnico de los participantes y preparar a nuevos escaladores.
Esta vez participaron los ya conocidos deportistas invidentes Manuel Cepero y Oscar Domínguez, juntamente con las escaladoras con baja visión Pilar Torres y Raquel Alejandre, con una gran experiencia en el mundo del montañismo. Además, se unieron dos nuevas promesas deportivas con baja visión, Juan Navas y Raúl Simón.
El viernes 23 fijaron el campo base en el encantador pueblo de Torla (Huesca), lugar natural que da acceso a los dos valles donde se realizó la actividad. Durante la cena la mayoría de asistentes optó para aprovechar el fin de semana para realizar escalada deportiva e intentar mejorar sus cualidades técnicas.
A por el Pilar de Primavera
Manolo Cepero, después de las buenas sensaciones tras subir El Puro de Riglos, quería conocer los diedros y fisuras de la caliza de Ordesa. Se eligió el Pilar de Primavera (6a) en el Gallinero, abierta el 16 de junio de 1974 por J.P.Barokas y R.Despiau, y allí de dirigieron Manolo Cepero, Germán López y Agus Abarca.
La aproximación fue dura y peligrosa, había llovido abundantemente el día anterior. Tras ascender por el valle de Cotatuero y dejar el Camino de la Faja Racón, la Canal que sube hacia “O saco de r’Avillana” estaba húmeda y resbaladiza. En esta canal fue imprescindible utilizar las cuerdas (IV+) todavía sin llegar a la vía. Después de 3 horas de esfuerzo y máxima atención dio comienzo la escalada.
Los primeros diedros y resaltes estaban mojados, así que los protegieron un poco más de lo que sería habitual y se hicieron más duros de lo esperado por la falta de adherencia. Poco a poco la verticalidad los fue rodeando: fisuras y cantos laterales para superar los grandes bloques, diedros y avance con las piernas separadas en oposición fueron la tónica general de la escalada.
Cuando llegaron al largo clave de la vía pudieron comprobar como de duro es el 6º grado en Ordesa, el diedro es largo y vertical, extraplomado al final y cerrado por un techito que obliga a salirse por su izquierda.
Manuel Cepero tenía pocas y minúsculas presas para los pies, encontrarlas en las paredes lisas del diedro le resultó agotador, tirando de la fuerza de sus brazos hasta lograr apoyar el pie de gato en las ligeras irregularidades de la roca. Siguieron por diedros y chimeneas atléticas, con pasos enrevesados de V grado, poco a poco fueron ganando cada metro de pared, sin perder la verticalidad de la ruta. Finalmente, llegaron a las fajas superiores con la alegría de haber superado la pared del Gallinero después de 6 horas de escalada.
A continuación, tuvieron que superar un largo y delicado descenso a través fajas, canales y las famosas clavijas de Cotatuero. Emplearon más 3 horas para volver al punto de partida. Esta escalada clásica en alta montaña supuso una actividad superior a las 12 horas que indica claramente lo complicado que resulta el movimiento en terreno alpino, por pedreras y fajas herbosas ausentes de sendas definidas.
Perfeccionamiento técnico
Mientras tanto, el resto del grupo forzó al máximo su grado en la pequeña escuela de escalada deportiva que hay en Bujaruelo. Oscar Domínguez se encuentra en fase de recuperación de su rotura en el pie, pero aún así se esforzó en subir un buen número de vías. Raquel Alejandre fue más conservadora, ya que también se encuentra en proceso de recuperación de una rotura de peroné. Por su parte, Pilar Torres, tras ser operada este año de la rodilla tras un accidente con tándem, pudo comprobar que su técnica no se olvida fácilmente y que todavía le sirve para superar los pasos delicados de lisas placas con facilidad. Juan Navas, uno de los nuevos, con fuerza y tenacidad intentó subir las vías con sus fuertes brazos, pero se nota la falta de costumbre en su juego de pies, aunque posee un buen resto visual a la hora de localizar las presas idóneas. Raúl Simón, al que todavía le queda aspectos para trabajar, a buen seguro va a mejorar rápidamente pues tiene cualidades para ello; un diamante en bruto para pulir.
La siguiente jornada se dedicó a insistir en los aspectos técnicos y se pudo comprobar que las mismas vías del día anterior se superaron con mayor facilidad simplemente siguiendo unos sencillos consejos. También se probaron otras vías nuevas y más difíciles. En esta pared se intentaron perfeccionar los movimientos de los escaladores en las vías “Bea” (IV+/V) y “P. Lepanto” (V). Se accedió también a “El sapo” (V+), “Carol” (V), “Felicidades Paco” (V), con resultados satisfactorios. El trabajo para intentar superar “Zaragoza” (6a+), “Huesca” (6a), “Teruel” (6b) y “Rosas de Acero” (6a) fue intenso con diferente resultado según el nivel técnico de cada escalador. También se probó “Os estalentaus” (7a) para apreciar las sensaciones del grupo en el séptimo grado.
Gran éxito de las jornadas
Los escaladores, procedentes de los clubes Medio Ambiente y Discapacidad y Peña Guara, terminaron las jornadas muy satisfechos, preparados para calzarse los pies de gato en la próxima ocasión. Estas jornadas fueron posibles gracias a la implicación de Agus Abarca, Germán López, Moisés Gómez, Miguel Boto, Lolo Sánchez, Joan Aguilar, Nieves López y Adela Pérez, que compartieron su sabiduría, tiempo y experiencia con el fin de que este grupo de excelentes escaladores siga progresando y mejorando en esta difícil y exigente disciplina del mundo del montañismo.
Testimonios del reto
En palaras de Manuel Cepero: “Salimos del aparcamiento poco después de las 6 de la mañana. La aproximación nos llevó 3 horas. Había una ladera de hierba mojada bastante delicada de pasar. Se puede entrar a la vía por varios puntos. Elegimos uno que tenía un tramo mojado en diedro de cuarto grado, que ya nos costó (había llovido los días anteriores). Cuando entramos en la propia vía, nos seguimos encontrando con esos típicos bloques de caliza de Ordesa, como sillares de catedral, que yo no conocía, porque no había escalado allí nunca. La vía avanza por diedros, fisuras y alguna chimenea, e incluso los tramos que marcan como más fáciles, me parecieron muy exigentes. Es una escalada muy física y se necesita mucha resistencia. Mis compañeros Agus y Germán conocían muy bien Ordesa y habían hecho esa vía otras veces. Cuando llegamos arriba, nos comimos el bocadillo en una pradera llena de flores y plantas de todas clases, y emprendimos el descenso haciendo una travesía y después por las clavijas de Cotatuero. Pasadas las clavijas durante un rato es donde me pareció el terreno más delicado, tal vez por estar ya cansado. Llegamos al aparcamiento después de 12 horas, contentos y sin problemas. Ya se puede decir que he estado en Ordesa.”
También Raúl Simón relata su experiencia: “Llegó el día, parto ilusionado y agradecido desde Zaragoza hacia Torla en buena compañía. Para mí son buenas sensaciones, ya que no es tan fácil encontrar personas dispuestas a ayudar, dando lugar a oportunidades como esta. Una vez en Torla, nos unimos al resto del grupo y lo primero que siento es la buena energía que se contagia de unos a otros. El sábado nos dividimos en dos equipos y salimos hacia nuestro objetivo. Comienza la escalada en una zona de 4º, 5º y algún 6º grado. La primera hora se hace un poco más dura ya que los nervios se mezclan con alguna zona de piedra todavía mojada. Hemos tenido suerte con el tiempo, hace sol y la piedra va cogiendo calor (lo mismo que el cuerpo con el esfuerzo realizado). Noto que es una zona en la que no hay muchos agarres de mano, esto unido a que no poseo una buena técnica hace que me sea difícil avanzar y que la fatiga no tarde en aparecer, lo que se traduce en una sensación de pérdida de fuerza en los dedos. Como escalador novato que soy, agradezco que mis instructores me recuerden que debo utilizar más los pies y gracias a sus indicaciones y apoyo logo enlazar los 5. Motivado decido comenzar un 6, pero no tardo en darme cuenta de que está por encima de mis posibilidades y, aunque intento en casi una docena de veces salvar el paso, solo consigo terminar la vía ayudándome de la cuerda. En este momento toca descansar, de lo contrario mis brazos no serán capaces de seguir escalando ya que la jornada continua y los retos se suceden. El domingo regresamos a la misma zona y, a pesar del cansancio, me explican que es el momento de aprender a escalar de verdad. Retomamos los 4 y 5 pero esta vez utilizando más los pies (como tantas veces me han insistido durante el fin de semana) y lo cierto es que, a pesar del dolor en los brazos, la técnica me ayuda a enlazar con éxito. A medio día nos reunimos todo el grupo en la pradera de Bujaruelo y así, en buena compañía, compartimos historias, experiencias y sensaciones, lo que consigue que a pesar del cansancio los arañazos y los moratones, me quede con ganas de pasar más tiempo rodeado de estos compañeros, de este paisaje y por supuesto, de este deporte. Solo me queda agradeceros que me hayáis permitido entrar en vuestro “círculo” y que me hayáis dado esta fantástica oportunidad.”