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Trail Glove de Merrell: Minimalismo en estado puro

Redacción OutdoorActual26/08/2011

La moda Barefoot se va imponiendo poco a poco en el mundo del running y del trail running. Llega con fuerza desde Estados Unidos y en España gana adeptos día a día. Quienes aún se pregunten de qué se trata, basta con decir que es una nueva tendencia que aboga por correr descalzo o, como mínimo, con un calzado minimalista que nos garantice que vamos a correr como si lo hiciéramos descalzos. La filosofía es muy clara: para correr no necesitas zapatillas, sino pies. Y la lista de ventajas que aporta correr con este tipo de calzado es, al parecer, infinita. El boom ha sido tan espectacular que prácticamente todas las grandes marcas del running y del trail han lanzado modelos Barefoot. Y una de las que han apostado más fuerte por ello ha sido, sin duda, la americana Merrel. Para conocer un poco más de cerca las virtudes del calzado minimalista hemos probado su nueva Trail Glove que, con 180 gramos, es uno de los modelos estrella de la nueva colección Barefoot de la marca.

Con su nueva colección minimalista la marca americana pone al alcance de los runners una amplia variedad de modelos –para asfalto, camino y, también, agua- con unos puntos de apoyo únicos que ayudan a que la pisada sea más eficiente y natural. El secreto de este tipo de calzado es que se promueve un impulso delantero, gracias a un ligero cambio de apoyo del talón al medio pie, lo que permite un paso de menor impacto, más alineado y eficaz. Con ello se estimulan músculos para incrementar la fuerza en el núcleo y se eleva el rendimiento. Rodillas y espalda sufren menos y se reduce considerablemente el riesgo de lesión.

De la teoría… a la práctica
Desde Merrell nos aconsejaron que antes de testarlas a fondo nos acostumbrásemos un poco a ellas. Que caminásemos algunos días para adaptarnos y que, cuando comenzásemos a correr, no lo hiciéramos con una tirada larga, sino progresivamente, con una distancia corta el primer día para, poco a poco, ir ganando kilómetros.

El cuerpo –nos explicaron- se ha acostumbrado a correr de una manera, siguiendo un patrón determinado de apoyo, transición e impulso, y para cambiarlo hay que hacerlo progresivamente. Si no, se corre el riesgo de sobrecargar algún músculo y lesionarse. Con las Barefoot la manera de correr cambia por completo. Y hay que acostumbrarse a ello, sobre todo porque el apoyo es significativamente diferente.

De todas maneras, y pecando, como siempre, de imprudencia –a uno le puede la impaciencia-, no hicimos mucho caso a las indicaciones de la marca y decidimos exprimirlas a fondo tras una aclimatación relativamente breve –un día paseando con ellas…- Y la realidad es que no nos costó mucho cogerle el truco y empezar a comprobar las diferencias con un calzado “normal”. Las sensaciones son un poco raras al principio, como si faltase algo en la suela. Se nota mucho -¿demasiado?- el contacto con el suelo y, sobre todo, se nota la falta de un arco en la planta, pero rápidamente se comprueba que en el apoyo las presiones se distribuyen mejor porque el zapato, muy ajustado en el talón y en la parte central, da espacio en la puntera para que se abran los dedos.

La teoría apunta a que uno de los motivos que han propiciado el auge de este tipo de calzado es la disminución exponencial en el número de lesiones en el corredor. También se dice que se corre más rápido, durante más tiempo y con menos agotamiento muscular.

Son ventajas que uno, seguramente, no empieza a notar hasta pasados unos días, quizás unas semanas, pero sí es cierto que después de tres o cuatro días corriendo alrededor de 10-15 kilómetros con ellas, y habiéndose acostumbrado a una nueva manera de pisar –y a las agujetas del primer día-, las sensaciones son bastante diferentes, tanto en las piernas como, también, en las rodillas. El hecho de apoyar primero la parte delantera del pie libera el talón de las grandes presiones que se ejercen con un calzado con amortiguación y tanto durante la carrera como, sobre todo, en la recuperación, la carga es mucho menor. Y obviamente, cuando nos notamos menos cargados, cuando las rodillas y los tobillos apenas sufren, podemos seguir corriendo durante más tiempo. ¿Más rápido? Imaginamos que con el tiempo, cuando uno aprende a pulir la técnica de pisada –que, insistimos, no es fácil- se gana resistencia, fuerza y, también, velocidad, entre otras cosas porque la transición es mucho más rápida.

Tras algunos primeros metros más pendientes de si alguien se estará riendo de nosotros -por nuestro extraña forma de correr- que de seguir las recomendaciones de la gente de Merrell, empezamos a adaptarnos a la técnica. Lo más importante es aprender –y acostumbrarse- a pisar con el metatarso y hacerlo, además, justo debajo del centro de gravedad; cuerpo recto o levemente inclinado hacia delante para mejorar el apoyo; pasos pequeños y muchas zancadas, un tiempo de contacto del pie con el suelo lo más rápido posible (como si quemara el suelo). Y poco a poco uno se va acostumbrando. Al principio, insistimos, cuesta, porque se trabajan grupos musculares que estaban “dormidos”… pero sin sacrificio no hay beneficio.

Las teorías de Lieberman
Volviendo a la teoría, uno de los grandes defensores del minimalismo es el Dr. Daniel E. Lieberman, antropólogo norteamericano que ha realizado una infinidad de estudios de pisada para constar, como principal conclusión, que es infinitamente mejor correr descalzo –o con un calzado que imite cuanto más mejor las sensaciones de no llevar zapatillas-. Como señala Lieberman “cuando pisas con el talón tu cuerpo hace una parada en seco, hay mucha masa y hay un impacto, una fuerza rápida. Es lo mismo que tener a alguien golpeándote con un martillo en el talón con una fuerza equivalente a dos o tres veces tu peso corporal. Así que cuando empezamos a traer corredores descalzos al laboratorio descubrimos que no les gustaba hacer eso ya que habitualmente impactan con la parte delantera del pie pero no de manera muy pronunciada. Suelen aterrizar en las cabezas del cuarto y quinto metatarso y entonces bajan el talón. Y fue entonces cuando vimos que no tenían ese gran pico de impacto propio de los corredores calzados. Así que lo que hacen los corredores descalzos es pisar con la parte delantera del pie y dejar que el talón repose después permitiendo convertir lo que de otra manera sería una frenada en seco, una deceleración vertical de la pierna, en energía rotacional. Muchos corredores que corren con modelos tradicionales, con grandes amortiguaciones, se lesionan y suele ser en gran medida lesiones por stress repetitivo. El impacto causado por pisar con el talón que genera esa gran transmisión de impacto puede tener unas repercusiones en forma de lesión, mientras que los individuos que no pisan con el talón y que evitan esos grandes impactos aterrizando con la parte delantera del pie pueden ser menos proclives a sufrir este tipo de lesiones”.

Lo que dicen los estudios de Lieberman, básicamente, es que al correr con zapatillas deportivas, las fuerzas de rotación que se generan sobre las rodillas y las caderas son distintas y mayores que cuando se corre descalzo. Para los corredores que tocan el suelo con el tacón se ejerce un impacto tres veces mayor al que sufre el pie del corredor descalzo, mientras que los corredores descalzos o con calzado con mínima suela, prácticamente no sufren colisión.

Hay que reconocer que al principio uno se enfrenta al Barefoot con muchos recelos. Y también con algún miedo. Quienes hemos corrido toda la vida con zapatillas de amortiguación no sólo vemos extraño –por decirlo de alguna manera- el ponerse a correr descalzo sino que, además, se nos hace muy cuesta arriba la idea de tener que cambiar de técnica. Sin embargo, cuando uno lleva algunos metros corriendo, y tras las extrañas sensaciones del principio –nunca es fácil empezar a ejercer músculos que hasta ahora no intervenían en el ejercicio- nos damos cuenta de que no es ni peligroso ni difícil. La clave, como en todo, es hacer las cosas bien. Seguir las pautas recomendadas y, básicamente, pisar como hay que pisar, con la parte delantera. Eso y, lógicamente, no pretender que, con este cambio, se pueda correr más y más rápido de un día a otro. Es probable que, al principio, nos pase todo lo contrario… No hay que asustarse, pero algunos expertos señalan que se puede tardar entre tres y cuatro meses hasta poder coger el ritmo –en distancia y velocidad- habitual. Luego, el potencial de progresión es mucho mayor, con lo que el sacrificio vale la pena. Y además con un riesgo de lesión muy inferior.

Con su nueva colección Barefoot, Merrell apuesta por una nueva tendencia que garantiza una mejor postura, una agilidad mejorada, mejor percepción sensorial, estabilidad natural, fuerza y libertad. Y lo mejor de todo es que, además de correr, puedes caminar, hacer senderismo o llevarlos para el día a día.