El Dhaulagiri, la montaña más alta del mundo
Situado en la parte central del norte de Nepal, el Dhaulagiri (en sánscrito, “Montaña Blanca”) es la séptima montaña más alta del planeta (8.167 metros), y forma parte de un macizo de seis cumbres que superan los 7.200 metros de altitud. El conjunto forma un cordón en la cordillera de los Himalayas a lo largo de la profunda garganta del río Kali Gandaki, en cuya vertiente opuesta se sitúa el macizo del Annapurna (8.091 metros). El desnivel entre el río y las cumbres de ambos macizos supera los 7.000 metros en menos de 30 kilómetros, en lo que es considerado el mayor desnivel existente en la superficie terrestre.
El mundo occidental descubrió el Dhaulagiri en 1808, cuando el teniente del ejército británico Spencer Webb estimó su altitud, designándola como la cumbre más alta del mundo al superar en casi dos mil metros al Chimborazo (Ecuador), considerado hasta entonces el techo del planeta con sus 6.310 metros. A pesar del escepticismo inicial ante estas mediciones, la calificación de pico más alto de la Tierra le duraría al Dhaulagiri 30 años, hasta que el Kanchenjunga (8.586 m) tomase el relevo. Fue el penúltimo ochomil en ser escalado (el último sería el Shisha Pangma en 1964 ya que, al estar enteramente en el Tíbet -territorio ocupado por China no se expidieron permisos para ascenderlo durante años).
Hoy en día, para acceder al Campo Base de la vía normal del Dhaulagiri existen dos itinerarios que, combinados, forman un magnífico trekking. El punto de partida suele ser Beni, a 830 metros de altitud, a donde se accede por carretera desde Pokhara. A partir de aquí se inicia un camino de 7-8 jornadas que atraviesa arrozales, prados, selva y bosques de coníferas, hasta alcanzar el glaciar Myangdi, donde se sitúa el Campo Base a 4.750 metros de altitud. Este lugar también puede alcanzarse en 2-3 jornadas caminando desde Jomsom, tras recorrer el Hidden Valley y superar el collado del French Pass (así llamado en honor a la expedición francesa que en 1950 hizo el primer intento de escalar la montaña), situado a 5.360 metros de altitud y desde donde se tienen magníficas vistas del pico y de la ruta normal.
La agitada y polémica primera cumbre
En 1950, una expedición francesa liderada por Maurice Herzog exploró el Dhaulagiri y el Annapurna con intención de escalar alguno de los dos. Formaban parte de aquella expedición algunos de los mejores alpinistas franceses de la historia, como Rebuffat, Terray, Lachenal, Couzy y el propio Herzog. Empezaron explorando el Dhaulagiri con mapas imprecisos cuando no erróneos, lo que provocó la desesperación de los alpinistas que veían cómo el monzón se les echaba encima sin que hubieran divisado una forma de subir. Así que decidieron cambiar de objetivo y centrar sus esfuerzos en el Annapurna, situado 30 kilómetros al Este. El cambio fue providencial, ya que pocas semanas después alcanzaron su cumbre, siendo el Annapurna la primera montaña de más de ochomil metros en ser ascendida.
En 1960, el suizo Max Eiselin viajó al Dhaulagiri acompañado de un fuerte y joven equipo internacional de alpinistas (con edad media de 30 años) austriacos y suizos, algo fuera de lo normal porque hasta entonces las expediciones eran nacionales y con una fuerte reivindicación patriótica. No fue la única novedad de la expedición, pues para ascender la montaña contó con la particular ayuda de una avioneta Pilatus PC-6 adaptada para aterrizar en glaciares.
Cuando hicieron el segundo intento de cumbre, el austriaco Kurt Diemberger debía permanecer apoyando a sus compañeros mientras intentaban la cima, pero decidió ignorar las órdenes de Eiselin, ya que opinaba que tres años antes en el Broad Peak (8.047 m) él había hecho todo el trabajo pero sus compañeros le habían superado para hacer la cumbre. Para algunos esta rebelión en plena escalada marca el final de una manera de entender el alpinismo como una labor de conjunto para empezar a ser una actividad “colectiva pero individual”.
Así que, por decisión propia, Diemberger subió junto a Forrer, Schelbert y dos sherpas, para juntarse con el resto de alpinistas, con lo que había nueve personas en el Campo V pero nadie por debajo de ellos para ayudarles o rescatarles en caso de que hubiera problemas. Esto suponía un fallo estratégico de primer orden, por lo que tras una noche amontonados y una fuerte discusión acerca de la situación, varios de ellos decidieron bajarse. El 12 de mayo amaneció despejado y sin viento, y con esas condiciones perfectas alcanzaron la cumbre al medio día, Diemberger y Schelbert, seguidos de cerca por Nawang Dorje, luego Forrer y Nima Dorje y, por último, Diener. Con esta ascensión, Kurt Diemberger y el también austriaco Hermann Bulh se convirtieron en las únicas personas que realizaron dos primeros ascensos a montañas de ocho mil metros (Broad Peak y Dhaulagiri para Diemberger y Nanga Parbat y Broad Peak para Bulh).
En 1977, una expedición internacional formada por Reinhold Messner, Peter Habeler (que sería el compañero de Messner en 1978 en la primera ascensión al Everest sin oxígeno), Michael Covington y Otto Wiedemann, intentaron también el Dhaulagiri, pero enfrentándose por primera vez a la cara Sur. El objetivo era escalar una vía directa que atravesara por el centro esta espectacular pared, una de las más verticales, difíciles y largas del Himalaya, con más de 4.000 metros de desnivel. Sin embargo, un reconocimiento exhaustivo les mostró lo peligroso del proyecto inicial, por lo que lo cambiaron por el Pilar Sur, vía que también desestimaron por lo expuesto y difícil que era cruzar los glaciares colgados que dan acceso a la vía.
Messner necesitaría volver dos veces más al Dhaulagiri para conseguir escalarlo, una de ellas en 1983 cuando intentó realizar la primera travesía de la montaña, y otra cuando finalmente consiguió subirlo en 1985 por la vía normal en compañía de Hans Kammerlander, con el que subiría siete ochomiles. Supuso su 12º ochomil y el segundo para Kammerlander. Fue en la época en la que Messner apretó el acelerador para conseguir los 14 ochomiles, realizando ascensiones “normales” aunque con el aliciente de subirlo en sólo tres días y tan sólo 15 después de haber escalado el Annapurna por una nueva ruta con ese mismo compañero. Por su parte, Habeler volvería al Dhaulagiri en otoño de 1985 pero tampoco tendría éxito. “Nunca he visto avalanchas como las del Dhaulagiri”, fueron sus palabras al preguntarle acerca de las razones de su retirada de la “montaña blanca”.
La primera expedición española lo coronó en 1979 (Gerardo Plaza, Xabier Garaioa, Iñaki Aldaya y Jordi Pons), y la primera ascensión femenina fue en 1982, a cargo de la alpinista belga Lutgaer de Vivijs, que no usó oxígeno artificial. En esta expedición subió también a la cumbre el serpa Ang Rita, en lo que era su cuarta ascensión al Dhaulagiri (también ha ascendido 4 veces el Cho Oyu y 10 el Everest, con lo que tiene el curioso record de 18 cumbres de ocho mil metros de sólo tres montañas).
Algo más que una montaña peligrosa
A lo largo de su historia, el Dhaulagiri se ha caracterizado tanto por la apertura de vías complejas como por su trágica lista de accidentes y se ha cobrado numerosas víctimas entre las cuales se encontraban alpinistas con gran experiencia, por lo que se ha ganado la fama de montaña peligrosa. Los principales riesgos de esta montaña son las avalanchas, especialmente frecuentes desde antes del llegar al Campo 1 hasta superar el Campo 3. De manera similar a lo que ocurre en los dos ochomiles más cercanos, el Manaslu (8.163 m) y en el Annapurna (8.091 m), las laderas del Dhaulagiri acumulan gran cantidad de nieve que dan lugar a avalanchas de nieve profunda que pueden recorrer largas distancias, barriendo grandes superficies.
Por otro lado, la arista de la cumbre presenta dificultades e incluso puede ser difícil dilucidar si se ha alcanzado la verdadera cumbre o no. Por ejemplo, los alpinistas italianos Nives Meroi y Romano Benet afirmaron haber ascendido el Dhaulagiri en 2005, pero volvieron al año siguiente al no haberles quedado claro si realmente habían alcanzado el punto más alto de la montaña.
En cualquier caso y confusiones y riesgos aparte, si algo destaca del Dhaulagiri es lo atractivo de sus vertientes y aristas y la existencia de posibles nuevas vías. Se trata de una montaña enorme bien visible desde muchos lugares a la que falta, por ejemplo, abrir una ruta directa a la cara Sur, un desafío pendiente para los alpinistas del siglo XXI.
Por Sito Carcavilla, alpinista y geólogo del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), desde el Campo base del Dhaulagiri