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Alex Honnold, la indiferencia de aquello sublime

Felipe Rendón Echeverri. escalaramerica.com14/03/2019
©Nathional Geographic
©Nathional Geographic.

Como dice Clara Grau en “Donde Cruzan los Brujos”, todo aquel que mira el infinito, recibe por parte del infinito una mirada de inconmovible indiferencia. Es la misma mirada que en los momentos silenciosos, lograron captar las cámaras del documental “Free Solo”, tanto en el rostro de Alex Honnold, como en el del Capitan, el inmenso monolito de granito que ascenderá sin cuerdas.


El camino ascendiente del guerrero
La mayoría de las antiguas puertas aún permanecían selladas, hasta que llegó Castaneda y las abrió como quien abre una lata de Coca-Cola. George Lucas, el gonzo Thompson, Lynch, Fellini, los Doors, Oliver Stone, el ruso Tarkovsky, el psicomago Jodorowsky, J.J Abrams, los Eagles, los Wachowski, Spinetta e incluso Los Simpson de pronto tuvieron acceso al conocimiento de poder del nagualismo tolteca, resguardado con celo durante milenios (Ver la biografía realizada por Carballal).

Honnold también encontró a Castaneda, sin saberlo (como la mayoría que lo encuentra), gracias al libro “Guerreros de la Roca”, de Arno Ilgner, que leyó cuando empezaba a practicar la escalada tradicional. La impronta quedaría, ayudándolo a lograr años después, la hazaña de escalada en solo integral más impresionante de todos los tiempos humanos.

Como se menciona en “El don del águila”, el guerrero no posee nada, excepto su impecabilidad. Honnold lo tiene claro, cuando comenta en el automóvil camino a la montaña, que lo que hace es inevitable porque lo que hace debe hacerlo perfectamente, porque, en sus propias palabras, “es la vía del guerrero”.

Mientras su novia Sanni quiere tener boda, casa y un gran refrigerador, Honnold es minimalista, al extremo de valorar a Sanni porque es pequeña y ocupa poco espacio. Sabe, de una manera tosca pero precisa, que vive en el vacío. Que lo único que posee es un camino hacia “el”, y asegura, que andará ese camino sin un comportamiento infantil. Responde al llamado que llega inevitable desde las alturas y profundidades más lejanas y cercanas a la vez. La naturaleza exterior de la montaña, la naturaleza interior humana.

Sanni no entiende su objetivo porque son dos vías por completo diferentes. Ella necesita desesperadamente la estabilidad de las cosas. Honnold aprendió desde pequeño, con la muerte de su padre, que esa estabilidad es una ilusión. La ley física que define su realidad es la del balanceo imparable. El movimiento exacto, continuo, consiente, seguro hacia la cesación de la existencia.

No es que Honnold tenga un complejo sistema filosófico de renunciante. Dice cosas como “me gusta porque es divertido”. Es un sistema tan simple como las papas con verduras que come directamente del sartén. Se reduce a la premisa “todos van a morir algún día”, y la muerte no es un asunto que concierna más al guerrero. Honnold no se encargó ni siquiera de buscar este simple sistema. Es un sujeto conducido y posibilitado para lo que hace, por la biología y la vida social.


Las fuerzas son las debilidades
El carácter del guerrero se forja en el fuego, porque el fuego atomiza y reblandece. Convierte los hierros brutos en magma maleable. En contra de la lógica común, este carácter, sometido a presiones volcánicas, no se forma en la resistencia, sino en la derrota. El carácter del guerrero es vuelto suave, y luego restablecido por enfriamiento. Lámina líquida convertida en hoja de acero con filo impecable.

Crecer en un hogar donde no se escucha un “te amo”, donde se evade habitar la familia viajando a Cancún, donde te dicen, “sí, eso que hiciste estuvo bien, pero no fue lo mejor”. Al crecer en esa ausencia de cariño y valoración, Honnold tuvo que aprender a abrazarse a si mismo pasados sus veinte años. Lograr lo que ningún humano antes que el para no volver a escuchar que quizá podría haberlo hecho mejor.

Para volverse uno con El Capitan, para ser como esa mole, ¿hay que ser también frío e indiferente? Quizá el proceso requiera de esa falta de cultivo emocional desde el hogar, o quizá la respuesta no es tan fácil. Aunque Honnold nos dice que nadie ha logrado nada importante siendo feliz, el se nota feliz. La imperturbabilidad con la que navega la inmensidad puede no venir de la indiferencia, sino del estoicismo, que no es otra cosa, que la disposición agradecida hacia lo venidero. Una actitud de recepción plena hacia la riqueza no-dual de la vida, borrando el “bien” y el “mal” de la ecuación.

Una forma de agradecimiento que es también una forma de generosidad. Devolver más de lo que se recibe. Subir mil metros de roca, por cada cien metros de hundimiento en el pavimento.

Pero quizá Honnold sí está jodido de la cabeza, su amígdala no funciona del todo bien.

El segundo factor que ha posibilitado sus secuencias kamikazes al borde del abismo, es una composición biológica peculiar. Como revela el MRI (resonancia magnética) que le realizaron en la Universidad Médica de Carolina del Sur, Honnold no reacciona a los estímulos atemorizantes como cualquier persona, ni siquiera como respondería un escalador promedio acostumbrado al peligro.

De acuerdo a Jane E. Joseph, la neurocientifica que realizó el escaneo cerebral, Honnold es un high-sensation-seeker (buscador de altas sensaciones), por lo que requiere mayor estimulación que la media para generar cargas de dopamina.

Pero esto no es todo. Las pruebas se llevaron a cabo utilizando un sujeto de control, otro escalador de la misma edad, también high-sensation-seeker. Como Honnold, describió las pruebas iniciales como poco estimulantes, sin embargo, mientras ante las fotografías de alta excitación, la amígdala del sujeto de control se notaba púrpura en el escáner, la de Honnold permanecía gris, es decir, con nula activación.

Además, se realizó otra prueba para evaluar el circuito de acción-recompensa. En esta prueba, la amígdala y otras estructuras del cerebro del sujeto de control se iluminaron “como un árbol de navidad”, mientras que la actividad cerebral que presentó Honnold solo indicaba que estaba despierto y mirando la pantalla. El resto de su cerebro estaba negro y blanco.

Honnold no solo requiere de altas dosis de estimulación para disfrutar de un shot de dopamina, sino que la promesa de recompensas por lo que hace le resulta insignificante. La doctora Joseph también señala que Honnold podría tener un córtex frontal tan poderoso que, al sentir los estímulos, podría regularlos por completo para mantener la calma.

En el estudio se menciona que existe una condición llamada Urbach-Wiethe, de personas con la amígdala dañada o degradada. Estas personas, generalmente no experimentan el miedo, y se sienten cómodas manteniendo un contacto visual directo y próximo con el otro. Quizá falten más Urbach-Wiethes que se miren a los ojos en esta sociedad miedosa.

Entonces, pudo ser este determinismo natural, acompañado de las carencias emocionales, lo que hizo eco al llamado de la montaña. Un llamado superior a sus fuerzas blandas, para lograr, sacando el filo al acero, lo que él llama perfección, y que es componer con el baile libre por la roca una Opera a lo implacable de la naturaleza, una reverencia, a la vez, rendida y heroica.


Una sinfonía llamada "Free Rider"
La Opera es colectiva. Comenzó con Paul Preuss, el padre reconocido del solo integral; quien decía que había que dominar la montaña con habilidades físicas y mentales superiores, sin uso de ayudas artificiales. Paul cayó. A él, le han seguido más intérpretes, la mayoría de ellos, tragados por el vacío. Todos han aportado bellas sinfonías. Henry Barber en la cara norte de la Sentinel Rock. John Bachar y sus New Dimensions, a los 19 años. Güllich en Separate Realitys. Peter Croft con su Astroman y Rostrum en un día. Dean Potter y la innovación del Free Base.

La reciente sinfonía de Honnold, la más solemne de todas, no se llama por casualidad “Free Rider”. En esta se han juntado todas las voces del coro y de los camarógrafos. Y la sociedad se ha congregado en cines, frente a la televisión y las pantallas de los celulares. Ha vuelto la mirada para observar, en instantes de escalada de completa exposición, lo que todos los días trata de evadir. Lo inconmensurable, lo absoluto, lo hermoso, del vacío en el que habita, y que ha hecho caos al cual someterse en lugar de armonía en la cual liberarse.

Honnold tuvo éxito, logró ser ese jinete libre portador del mensaje, porque no trata de dominar lo inconmensurable, sino dominarse a si mismo, y porque sabe del balance necesario para equilibrar lo absurdo. Cuando hizo el comercial de coches, y ganó en dos días lo que su hermana hubiera ganado en cinco años, entendió que algo estaba muy mal, y creó su fundación. En sus palabras “la idea de la fundación comenzó intentando rectificar ese desequilibrio que hay entre el deporte y el entretenimiento y el trabajo realmente útil para la sociedad”. También es vegetariano y le gusta la energía solar.

Sonríe a la cámara con gozo cándido, después de pasar el tramo más expuesto de la ruta. Nos enseña con esta sonrisa que solo hay dos respuestas al vacío. Dejarse embargar por el miedo o ser el guerrero cálido, amoroso, generoso, compasivo, que se requiere para llenar ese vacío. Para contrarrestar la indiferencia, de lo sublime y de lo mundano.