¿Por qué se producen los aludes?
A partir de las primeras grandes nevadas del invierno, el riesgo de aludes será una constante en nuestras salidas invernales a la alta montaña, sobre todo a partir de la segunda parte del invierno. Es complicado escribir sobre los aludes, ya que el conocimiento sobre ellos es algo que se va ganando con práctica y experiencia, pero consideramos que vale la pena hablar de los diferentes tipos de aludes, para que el montañero sepa al menos con qué se puede encontrar.
¿Cómo funciona un alud?
Las nevadas en la alta montaña forman capas más o menos paralelas de nieve en la superficie, constituyendo el conjunto de capas algo llamado manto nival. Este manto está formado por cristales de nieve que, al unirse, forman una estructura compacta. Con el tiempo, dichos cristales cambian, por lo que es entonces cuando cobra importancia la naturaleza de la unión entre los diferentes cristales. Si las capas se mantienen en un equilibrio, no habrá peligro de desmoronamiento, pero en el momento en que se produzca un desequilibrio, el riesgo de alud será más que probable.
La importancia del viento
La importancia del viento, como elemento que transporta la nieve, es de vital importancia en la aparición de aludes. El viento suele barrer la nieve recién caída, dejando zonas peladas donde se crean placas de viento, que son capas de nieve y hielo rígidos y muy frágiles. La fractura de una de estas placas de viento puede suponer la fractura del manto nival, lo que puede dar pie a la formación del alud.
Causas de fractura en el manto nival
La ausencia o la debilitación de la unión entre los cristales de nieve que conforman el manto nival son una de las razones más claras que pueden desencadenar un alud. Igualmente la existencia se superficies resbaladizas entre las diferentes capas también puede provocar que una capa superior ruede para abajo. Una sobre carga sobre el manto, como el paso de una persona o, simplemente, demasiada nieve, también pueden provocar la avalancha de nieve. Estas tres causas dan pie a la aparición de tres tipos de aludes: de nieve reciente, de placa o de fusión.
Alud de nieve reciente
Cuando los cristales de nieve de la capa superficial pierden su unión, debido a un peso excesivo o a la alta temperatura durante la nevada o poco después, el riesgo de alud es más que considerable. Son aludes de formación muy rápida, que caen durante la nevada o poco después de la misma.
Alud de placa
Es el más peligroso en cuanto a índices de accidentes, ya que resulta bastante complicado de predecir. Sucede cuando una de las capas del manto nival no se cohesiona bien con otra capa y por lo tanto, corre el riesgo de deslizarse ladera abajo. Esta capa poco cohesionada no se desprenderá hasta que tenga un peso o una fractura importante, por lo que puede seguir acumulando nieve, que a su vez, impedirá poder hacer un buen diagnóstico del riesgo de aludes. Son los más comunes en el Pirineo.
Alud de fusión
Son los aludes de fin de temporada, aquellos que nos anuncian que la temporada invernal está a punto de acabarse. Aunque también pueden ocurrir durante el invierno, si la temperatura sube momentáneamente, son mucho más corrientes en primavera, al mediodía y en las laderas Sur de las montañas, cuando la temperatura de la nieve supera la barrera de los 0ºC. Cuando el sol pega en la superficie de la nieve, las capas superiores se derriten y fusionan, provocando el alud.
La escala de riesgo
La necesidad de tener un índice común para evaluar el riesgo de aludes llevó, hace algunos años, a que los centros meteorológicos y geológicos de toda Europa adoptasen una misma escala. Durante el invierno, estos centros realizan análisis sobre las condiciones de la nieve y, en función de éstas, establecen el grado de peligro de aludes. Conviene consultar el riesgo de la zona a la que pretendíamos ir. Esta es la escala, del uno al cinco:
1. Riesgo bajo: El manto nival se mantiene estable y sólo se producen aludes en pendientes muy verticales y cuando hayan sufrido mucho peso.
2. Riesgo moderado: El manto nival se sigue manteniendo, por lo general, estable, pero aparecen zonas un poco más inestables que agrandan mínimamente el riesgo de aludes.
3. Riesgo marcado: El manto nival mantiene una estabilidad moderada e incluso débil en algunas pendientes. Una carga ligera, como la de un esquiador, puede desencadenar el alud en dichas pendientes.
4. Riesgo fuerte: Muy poca estabilidad en el manto nival de la mayoría de las pendientes. Riesgo constante de aludes debido a cargas ligeras y aludes esporádicos de cualquier tamaño.
5. Riesgo muy fuerte: Gran inestabilidad del manto nival en cualquier ladera. Posibilidad de aludes en cualquier pendiente, aunque sea suave.