Toralles, Elías y Busom firman una nueva ruta en el Grand Charmoz
El pasado 22 y 23 de enero, los alpinistas Bru Busom, Martín Elías y Marc Toralles abrieron una gran ruta por la cara oeste del Grand Charmoz, Chamonix. Los tres alpinistas culminaron su reto sin perder el tiempo, en menos de dos días. Una inédita ascensión de 650 metros de desnivel -con dificultades objetivas entre M6+ y 6b- y la única ruta abierta en invierno por la vertiente oeste del Grand Charmoz.
EL RELATO DE TORALLES
“El pasado 22 de enero, nos despertamos con la calma en casa de Martín en Chamonix. El día anterior habíamos en Kandersteng escalando, así que volvimos tarde por la noche. Tras desayunar y preparar el material, nos dirigimos al teleférico que nos llevaría al Plan de l’Aiguille, estación intermedia de la Aiguille du Midi. Nos calzamos los esquís y en dos horas largas llegamos a la base de la pared.
El primer largo, aparentemente fácil, se nos complicó más de lo esperado, y eso nos indicó que la escalada sería más laboriosa y difícil de lo que podía parecer.
Esa primera jornada escalamos 5 largos. Algún tramo resultó más tenso, debido a la calidad de la roca, pero en general era sólida. El 4 largo, ya de noche, parecía inescalable en libre, pero contra todo pronóstico resultó ser muy agradecido y disfrutón de escalar...y es que, de noche, todo parece más tétrico.
Finalmente llegamos a un pequeño nevero en donde pudimos cavar unas gradas para poder dormir. Tras una fría noche, el despertador sonó un par de horas antes de que amaneciera. Realmente cuesta mucho arrancar de esos fríos vivacs, así que ya era de día cuando metimos los sacos, hornillos y esterillas en una mochila, y decidimos tirarla ladera abajo. No íbamos a bajar por el mismo sitios, y preferíamos ir más ligeros hacia cumbre y descender en un pegue a muerte sin sacos ni Jetboil.
Tres largos de escalada similares a los del día anterior, nos llevaron a un flanqueo curioso, debido a que la nieve a partir de aquí era inconsistente y no permitía traccionar con los piolets.
Una vez superado, llegamos a una goulotte que nos llevó al pie del último muro. A primera vista parecía infranqueable, y una vira que nos conduciría directamente a la arista NO era muy tentadora...pero decidimos intentar salir recto por un sistema de fisuras directo a la cumbre. En unos pocos metros nos dimos cuenta de que era terreno para pies de gato, y no crampones. Así que nos los quitamos escalando con botas y manos los siguientes largos. Las manos se quedaban congeladas por el frío al instante, pero no teníamos otra opción. Teníamos que salir de ahí, y en 4 largos de dificultad mantenida en 6b llegamos a la arista NO, que en 3 largos más nos llevaría a la cumbre del Grand Charmoz.
Sin embargo, este último tramo resultó ser más complejo de lo que esperábamos. Un tramo obligado con un pitón muy dudoso nos hizo apretar más de lo que esperábamos. Así que ya era de noche, y con un frío intenso cuando llegábamos a la cumbre del Grand Charmoz.
Solo quedaba rapelar hasta la base de la pared. De noche y con fuerte viento, los primeros rápeles fueron más frescos de lo deseado. Tras 13 rápeles llegábamos a la base de la pared, en donde teníamos los esquís.
Como es de imaginar, calzarnos las botas de esquí, que llevaban dos días en el congelador, fue muy agradable. Y aún nos quedaba encontrar la mochila con los sacos y el jetboil y bajar a Chamonix.
La sorpresa fue encontrar la mochila vacía: durante la caída se había abierto, saliendo despedido todo el material. Empezamos a rastrear el glaciar mientras bajábamos con los esquís y, por suerte, empezamos a encontrar el equipo unos 300 metros más abajo. Conseguimos localizar los sacos y dos esterillas. Seguimos esquiando, ya directos hacia Chamonix.
Por fin llegábamos a casa de Martín, en donde nos esperaba una cama calentita para dormir.”