Iker Madoz: “Para disfrutar en la montaña hay que saber dónde te metes y con quién”
Los pasados 17 y 18 de febrero, Bielsa (Huesca) acogió la reunión invernal del Grupo de Alta Montaña Español (GAME), ese florido club que une a lo más granado del alpinismo estatal. Con la noticia del relevo en la presidencia, que ocupará ahora el aragonés Manu Córdova, fue el joven Iker Madoz el otro gran protagonista del encuentro. Allí, le entrevistamos.
Constantemente definido como la gran promesa del alpinismo estatal, Iker Madoz esquiva los halagos con una media sonrisa, casi tímida, como aquel jugador de poker que con una buena mano evita levantar sospechas. Es su manera de sortear la presión de ser en cada vez más ocasiones el centro de las miradas, pero también la expresión más natural de un chico de 23 años que cautivado por los grandes retos verticales no se olvida de la importancia de disfrutar en cada minuto.
Tal vez fue esta lección, la de “hacer las cosas que nos hacen felices”, una de las primeras que le enseño su padre cuando colgaba “como un chorizo” en las paredes de Etxauri (Navarra). “Él ha sido mi gran referente y me ha enseñado que para sentirte a gusto en la montaña hay que saber dónde te puedes meter y con quién”. Bajo estas suaves palabras, se dibuja la afilada personalidad de un carpanta -como cariñosamente titula su blog- del alpinismo, capaz de devorar líneas de roca, hielo y mixto sin saciar su sed de aventura.
Pamplonica por nacimiento y convicción, también siente el Pirineo aragonés como parte de su casa, o mejor dicho de su patio de recreo. “La gran cantidad de roca que hay aquí siempre me ha atraído, especialmente Ordesa, la Peña de Sin y la Peña Montañesa”. Concretamente en la atalaya y símbolo sobrarbense ha abierto algunas líneas, como Mozos del quemadillo, que rinde homenaje a una tradición festiva del recóndito pueblo de Oncins. Además de su roca caliza, Madoz también vivió el Sobrarbe desde el otro lado de la barra, concretamente desde la del Hotel Pirineos, donde trabajó un verano mientras se graduaba en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en Huesca.
Y como joven que se emancipa del nido paterno, de la cordillera pirenaica saltó a los Alpes, cuna de esta actividad física y mental donde la competición no es sino con uno mismo. “A pesar de que hay zonas muy explotadas, también hay parajes salvajes y el tamaño de sus montañas permite actividades más largas, de varios días”. Allí, en la zona de Les Écrins, es donde vivió el pasado invierno la que considera su mayor aventura. Con su amigo Roger Cararach, se metieron en Le Prestige des Ecrins, una ruta recién abierta de 1.000 metros, compleja (M6+, 6a/V, 29 largos), en la que tuvieron que dormir durante dos noches sobre pequeñas repisas de nieve. “En un sitio así darse la vuelta es muy complicado, por lo que el compromiso y el desgaste mental son muy altos. Sin embargo, lo disfrutamos muchísimo”. Además de la satisfacción por superar semejante reto, la actividad le serviría para recibir, semanas después, su primer premio de la Federación Española (FEDME).
“A pesar de lo que se pueda pensar, intento ser un escalador precavido y analizar los peligros objetivos. En invierno, entender la consistencia del hielo es una de las cosas que me resultan más complicadas. Son tantos factores los que influyen que siempre hay algo que se te escapa”. Por ello, no son pocas veces las que, tras analizar 'in situ' las cascadas, decide bajarse si no están en las condiciones esperadas.
Parte de estos conocimientos los adquiere con el Equipo de Alpinismo de la FEDME, que además ha dado la oportunidad de conocer a otros jóvenes como él. “Un estudiante no puede costearse lo que valen los viajes y actividades que hacemos. Por ello, tengo mucho que agradecer, sobre todo al director Mikel Zabalza, que ha sabido también transmitirnos la ética del alpinismo más puro: con comprometido y austeridad en los seguros”.
Tras haber escalado este año en el hielo de Kiental y Kandersteg (Suiza), Madoz y el resto de la promoción se despedirán del Equipo Español de Alpinismo con una expedición otoñal en la que probablemente conocerán las grandes moles del Himalaya. “Los ochomiles todavía los veo muy lejos, no me atraen por el momento. Ahora mismo me decanto por actividades técnicas en montañas no tan altas, sobre los 6.000 metros”.
Antes, en primavera empezará la formación como guía de montaña en la escuela vasca Kirolene en Durango (Vizcaya). “Lo mejor que tiene esta actividad es que es para todo el mundo. Muchas veces disfrutan más los que están empezando y a mí me gustaría poderles acompañar en este proceso y transmitirles toda la ilusión con la que yo lo vivo”. No hay duda de que lo conseguirá.