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50 años de la vía soñada por Rabadá y Navarro

Redacción OutdoorActual23/08/2012
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“... Algo de niebla durante la excursión por esta pared, la más hermosa y formidable que hasta la fecha hemos conocido. Somos dos excursionistas zaragozanos que nos sentimos orgullosos de poderla ofrecer a todos los montañeros españoles que alguna vez han soñado con la escalada de esta provocativa pared”.

Los firmantes de tan sencillas líneas eran unos tales Alberto Rabadá y Ernesto Navarro. Aparecieron en el libro de cumbre del Naranjo de Bulnes y fueron escritas el 21 de agosto de 1962, después de que sus protagonistas hubieran recorrido la muralla Oeste del Picu, la mítica Llambría Bermeja. Una montaña y una pared legendarias, claves en la historia del alpinismo español y las únicas reconocidas por la sociedad española ajena por completo al mundo de la montaña y sus significados.

Mientras que el resto de paredes del Naranjo tenían varios itinerarios de escalada, e incluso había sido realizada la primera invernal del Picu, en los inicios de los pasados sesenta, la pared occidental conservaba el aura de lo inacesible. Con una altura de más de 500 metros, es una placa aparentemente sin fisuras, cuya simple visión había evitado que nadie intentara su recorrido. La formidable escalada de Rabadá y Navarro se resolvió en estos parámetros sin la menor vacilación, a lo largo de cuatro jornadas magistrales distribuidas en dos asaltos, con un intermedio en el que los maños abandonaron la pared para aprivisionarse de agua, comida y material.

Desde el punto de vista montañero, los años sesenta del siglo XX estuvieron marcados por las primeras a las grandes paredes rocosas del mundo. Pilar de Freney y el Dru en el Mont Blanc, Capitán en Yosemite y las grandes vertientes patagónicas fueron los más señeros. La larga posguerra sumió al alpinismo español en un raquitismo del que empezó a salir a finales de los cincuenta, confirmando su mayoría de edad en la siguiente década.

Mayoría de edad del alpinismo español

En semejante contexto las escaladas de Rabadá y Navarro fueron las más señeras del momento, hasta el punto de convertirse en adelantadas de su época, marcando el camino que siguieron las siguientes generaciones de alpinistas nacionales. Del mismo modo que a principio del siglo XX, Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, y Gregorio Pérez, El Cainejo, alumbraron el nacimiento del alpinismo español en esta montaña, la cordada aragonesa eligió este marco para darle a su deporte el espaldarazo de la mayoría de edad.

Tras Rabadá y Navarro, las mejores cordadas españolas se lanzaron a repetir la anhelada escalada. No fue asunto sencillo. En 1969 la ‘Oeste’ sólo había conocido ocho ascensiones, todas con uno o varios vivacs. Hasta 1971 no se consiguió en el día, sin dormir en la pared. Lo hicieron José Ángel Lucas y Rafael González Durán Loquillo, dos de los mejores jóvenes de dos generaciones posteriores a la de los maños.

En una evolución lógica, el siguiente paso fue lograr la primera invernal de la ruta. Algo complicado, pues el Naranjo de Bulnes se alza a 2.519 metros en la Vega de Urriello, enclave situado en el corazón de Picos de Europa especialmente sensible a los cambios de tiempo, en aquellos años bastante más rigurosos y fríos que hoy. Los sucesos que acontecieron a continuación confirmaron estos hechos, convirtiendo al Urriellu en el epicentro informativo español un invierno sí y otro también.

La tragedia de la primera invernal

La muerte de los vascos Ramón Ortiz y Pachi Berrio, despeñados en el último paso difícil de la ruta en febrero de 1969 y el macabro rescate de sus cuerpos; el posterior intento y rescate de Gervasio Lastra y José Luis Arrabal en 1970 y la muerte de éste último ya en el hospital; el fallecimiento víctimas de una avalancha del madrileño Antonio Mayral y el vasco Félix Ruiz en diciembre de 1972, cuando regresaban de intentar la escalada y la postrer primera invernal protagonizada por José Ángel Lucas, Miguel Ángel García Gallego, Pedro Antonio Ortega y César Pérez de Tudela, en febrero de 1973, dispararon la popularidad de la pared y del Naranjo, instalándole en el Olimpo de lo prohibido y lo letal para los españoles.

En 1963, al año siguiente de la primera absoluta de la Oeste del Naranjo de Bulnes, Alberto Rabadá y Ernesto Navarro encontraron la muerte mientras ascendían la cara Norte del Eiger, la llamada Montaña Asesina de los Alpes suizos. Junto con el rescate de sus cuerpos al año siguiente, después de permanecer todo el invierno clavados a la pared, magnificó la figura de los aragoneses, elevando sus escaladas, en especial la realizada en el Picu a la categoría de mito.

Ha transcurrido medio siglo y aún conserva ese halo legendario. Es cierto que ahora algunos la han recorrido en menos de cinco horas, sin cuerda y en invierno sin vivac. Pero la Oeste es la Oeste. Todavía sigue siendo la “vía soñada”, como la definió Alberto Rabadá, y la mayoría de los escaladores actuales la consideran una ruta imprescindible y la más hermosa de España.

Información extraída de El Mundo