Zegama: Héroes en la sombra
Os propongo hacer un ejercicio de imaginación y ponernos en la piel de Luís Alberto Hernando. O de Marco de Gásperi.
Acabamos de realizar la carrera posiblemente más prestigiosa del Mundo, hemos pulverizado el récord… y casi nadie nos hace puñetero caso. Bueno tampoco es eso, pero casi. Los laureles, honores, felicitaciones y demás martingalas asociadas al triunfo son para otro; y televisión, prensa y resto de parafernalia mediática al hacerse eco del gran evento ni nos mencionarán, y si lo hacen será de pasada.
En los años 20 del siglo pasado Ville Ritola cosechó una colección impresionante de medallas Olímpicas y, sin embargo, estoy seguro de que la gran mayoría de los que me leeréis no sabéis de quien os estoy hablando. Bien, si las medallas de marras hubiesen sido de oro quizá os sonaría, pero resulta que estas se las colgó al cuello un tal Paavo Nurmi… ¿a que este si que os resulta familiar?
Las sensaciones que Ritola tuvo en su día no deben distar demasiado de las que embargan a Marco y Luís Alberto a día de hoy. Y es que ya es estar de mala leche que, teniendo unas aptitudes físicas y mentales fuera de lo común, años de sacrificio y entreno abnegado, estar de suerte con las lesiones y llegar al cénit de tu carrera atlética, tener que vértelas con un ser de otro planeta.
Zegama ha vuelto a ser una fiesta bajo la lluvia y sobre el barro, circunstancia que de ningún modo a impedido que miles de personas animaran hasta desgañitarse ante el espectáculo de los mejores corredores de montaña danzando por las laderas del Aratz o del Aizkorri.
Que el público de Euskadi sea tan extraordinario y proporcione tanto calor y apoyo (por alguna razón es la carrera más prestigiosa del planeta Tierra) recompensa con creces el sabor agridulce que nuestros héroes tienen todo el derecho a sentir.
Por mi parte, aplaudo, grito y animo a rabiar como si en las campas empapadas de Sancti Spiritu me hallase, y, una vez traspasada la linia de meta me abrazo a Luís Alberto y a Marco vertiendo lágrimas de alegría y de rabia bajo el rugido ensordecedor del público.
¡Joder, solo con imaginármelo se me pone la piel de gallina!
Este apoyo incondicional a nuestros héroes en la sombra no resta en ningún modo el asombro, la perplejidad, la admiración y el desconcierto con el espectáculo que Kílian nos regala cada vez que se exhibe. Porque lo suyo, señores, es una exhibición.
Kiku Soler - Colaborador de Leksport