Sílvia Vidal: “Puedes estar solo y sentirte muy acompañado, y estar acompañado y sentirte muy solo”
La apertura del reciente festival de cine de montaña de Torelló (Barcelona) sirvió de punto de encuentro de muchos de los protagonistas de la escalada en Cataluña, y también en España. Aunque se pudieron echar de menos algunos nombres, nadie duda de la idoneidad de los que sí subieron al escenario. Sílvia Vidal fue, junto a Mar Álvarez -y a la presentadora Marta Bosch-, la única mujer invitada al estrado donde compartió su visión íntima y reflexiva de este mundo vertical.
Para quien no la conozca, diremos que esta barcelonesa es uno de los grandes exponentes del concepto de aventura en pared. Su primer contacto con la roca, en la época en la que estudiaba INEF en la universidad, fue un flechazo. “En aquellos momentos tenía mucha forma física porque llevaba años haciendo mucho deporte, pero de técnica no tenía ni idea. Practicaba el ensayo-error y aprendía sobre la marcha”, nos explica. En pocos meses se encaramaba en proyectos de gran entidad, como la Zodiac al El Capitán de Yosemite en solitario; tenía solo 24 años.
Ya en esos primeros pasos Sílvia Vidal reflejaba un perfil aventurero y comprometido que con los años fue puliendo con prestigiosas aperturas en paredes de aquí y de allí y, en ocasiones, también en solitario. Incontinència d’Inconsciència (A5) en Montrebei y Tramuntana (A4+/7a+) en Picos de Europa -en la que tuvieron que vivaquear durante 11 noches en la pared- fueron algunas de sus primeras creaciones -compartidas con Pep Masip- en territorio estatal.
Las grandes paredes del planeta, algunas con más de 1.500 metros de progresión vertical requerían todavía más días colgados sobre las hamacas. La aventura crecía y también la intensidad de las emociones. Así llegaron Life is lilac (A4+/6a) en la Shipton Spire o Sol Solet (1.650m. A5-A5+/6c+/60º) al Amin Brakk (5.850 m), ambas en Pakistan, así como otras nuevas líneas en el Himalaya indio, en Baffin (Canadá) o en los Andes de Perú.
Su última gran aventura –de las que han trascendido- se dio en la Patagonia chilena, concretamente en la Serranía Avalancha, donde estuvo 32 días sin bajar al suelo para abrir Espiadimonis (1.300 m/A4/6b) en plena soledad.
- Más de un mes en una pared inaccesible, sola y sin posibilidad de comunicarte con el exterior. Una vivencia así tiene que cambiarte, ¿no?
- Toda vivencia intensa te cambia. Y esta lo fue. Para mí siempre hay un antes y un después de cada expedición, siendo las expediciones en solitario las que más te marcan.
- ¿Qué buscas con estas experiencias tan extremas?
- Vivencias, experiencias, sensaciones, ilusiones, motivaciones, forzar límites, descubrir, mover, cambiar, buscar… Es una manera de estar que corresponde a una manera de ser, y en la cual la escalada es la herramienta a usar.
- ¿La soledad elegida es una buena maestra?
- Sí. Es una soledad buena, deseada, y por tanto ya la encaras positivamente. Puedes estar solo y sentirte muy acompañado y puedes estar acompañado y sentirte muy solo.
- ¿Qué es que más valoras al volver al mundo terrenal?
- Al bajar valoro especialmente las amistades y la familia.
- ¿Y lo que menos?
- Tengo la sensación de entrar en un mundo hostil.
- En la actualidad, la gran mayoría de escaladores utilizan las redes sociales para publicitar sus actividades. ¿Por qué has preferido mantenerte fuera de la red?
- Porque hacer lo contrario me haría entrar en incoherencia con lo que para mí es la escalada, y eso es peligroso. Procuro recordar porqué escalo y para qué, y entonces el resto no me cuadra mucho. Aunque no estoy totalmente al margen porque público y cuento lo que hago, sino no haría esta entrevista. Y además tengo una página web para así poder vender mis charlas de escalada y motivacionales.