Los LEDs: la evolución hacia el éxito

Vamos a hacer un poco de historia. Fue en 1927 cuando Oleg Lossew descubrió la emisión de luz de materiales inorgánicos al aplicarles una corriente eléctrica, pero tuvimos que esperar hasta los años 60 para ver una autentica evolución. En el 62 apareció el primer LED rojo, y detrás de este vinieron el verde, naranja y amarillo. Aún eran LEDs con muy bajo rendimiento y solo se utilizaban como luz de aviso.

En 1993, Shuji Nakamura consigue el primer LED azul brillante, y posteriormente desarrolla uno blanco, empezando a comercializarse en 1997. Esta fecha podríamos decir que marca la entrada del LED en los planes de la industria de la iluminación, aunque por aquel entonces aún estábamos en unos rendimientos de alrededor de 5 lm/w. A partir de ahí, la evolución ha sido exponencial, llegándose en 2006 a un rendimiento de 100 lm/w, valor que ya es equiparable a las lámparas de descarga, las reinas del rendimiento en aquel momento.

Hoy en día ya podemos encontrar en el mercado LEDs con un rendimiento de 180 lm/w, pero con recorrido por delante, puesto que teóricamente podríamos llegar hasta los 260 lm/w, habiéndose alcanzado en laboratorio ya los 250 lm/w. Algo importante a destacar, y en lo que hacemos continuo hincapié en nuestra asociación, Anfalum, es que estos valores se refieren al LED aislado, y al igual que ocurre con el resto de tecnologías, estos se ven reducidos en aproximadamente un 20-25% cuando lo sometemos a condiciones reales de tensión y temperatura, le colocamos una lente para dirigir mejor su haz de luz e incorporamos delante un vidrio para protegerlo. Es decir, cuando están trabajando dentro de una luminaria.

Hemos hablado del gran avance que ha tenido el LED en eficiencia, pero hay otro punto que es tanto o más importante que el aumento de los lúmenes/watio, se trata de sus posibilidades de regulación. Si bien con las tecnologías anteriores conseguíamos una regulación que permitía una reducción de intensidad lumínica del orden del 50%, la reducción en consumo se quedaba en un 35-40% en lámparas de descarga, y en un 25% en fluorescencia. El LED, admitiendo distintos sistemas de reducción nos permite llegar al 1% de la intensidad, con una reducción del consumo prácticamente igual, es decir próxima al 99% en este caso.

Por otro lado, otro punto a tener en cuenta al hablar de los LEDs es la mejora de la utilancia, o la capacidad de colocar la luz saliente de la luminaria en la superficie a iluminar. El uso de lentes individuales para cada LED, cada vez más perfeccionadas, en lugar de un único reflector para el punto de luz completo, como se hacía antes, nos permite un mucho mejor posicionamiento de la luz, enviándola exactamente a donde hace falta. Esto incide directamente en la mejora de la uniformidad y en la reducción de los puntos de luz.

Todo ello nos lleva a conseguir dar la luz que necesitamos en cada momento y para cada uso, con una perfecta adecuación a las condiciones exteriores y a cada necesidad. Así no solo se obtienen un beneficio económico, sino que nos aporta una iluminación más saludable y ecológica, con un estupendo balance energético. No olvidemos que dos de las preocupaciones más actuales en materia de iluminación son la conservación del medio ambiente y la influencia de la luz en la calidad de vida y en nuestra salud, algo que el LED nos ha puesto mucho más fácil.

A nivel de implantación, la evolución está siendo muy rápida en los últimos años. En nuestro país empezamos a encontrarnos con los LED a raíz de los famosos planes E. Corrían los años 2008-2009 y la entrada de dinero a nivel municipal, que exigía un gasto muy rápido, provocó una importante compra de luminarias de esta tecnología. Bien es cierto que este éxito momentáneo se tradujo posteriormente en un retroceso. El LED empezaba a ser competitivo en rendimiento con algunas lámparas de descarga, y si bien los fabricantes de primer nivel tenían aún sus luminarias en desarrollo, estudiando la mejor manera de repartir la luz y de conseguir una óptima ventilación, hay que decir aquí que una temperatura elevada afecta de manera irreversible y negativa en el rendimiento del LED, de Oriente nos llegaban ya luminarias de muy baja calidad.

El mal resultado de los productos instalados, con una luz excesivamente fría, sin ninguna atención a la distribución fotométrica, y procedentes de empresas que habían desaparecido cuando se les intentaba reclamar sobre la calidad del producto, hizo que los primeros compradores perdiesen la confianza en el producto, y no diesen continuidad al cambio tecnológico. Por suerte esta situación ha ido cambiando, el mercado ha ido aprendiendo, y cuando hablo del mercado me refiero a todos los participantes en la cadena, desde el fabricante hasta el usuario final. Hoy en día el producto que está en la calle, casi siempre, es de una muy buena calidad, y el que lo compra sabe lo que le debe exigir, resultando más fácil cumplir con las expectativas deseadas. El rápido progreso del LED en términos de eficiencia, flexibilidad, calidad y posibilidades de aplicación, ha ido parejo con su implantación en el mercado. En el año 2010 las soluciones LED representaban un 10% del mercado de iluminación global. En el año 2015 nos hemos acercado al 50%, y se espera para el 2020 estar hablando de cifras del orden del 90%.

¿Qué más nos va a aportar el LED en el futuro? El límite es difícil saberlo, mi opinión es que a esta tecnología aún le queda tiempo en el mercado y seguirá progresando. Ya no hablamos tanto de sus mejoras de rendimiento, que como he dicho anteriormente van avanzando casi solas, sino de convertir la luz en nuestro modo de comunicación, se habla de que la li-fi sustituirá la wi-fi. La iluminación será la interface con nuestros terminales, a través de ella obtendremos información útil para nuestra vida, de forma mucho más segura y rápida de lo que estamos acostumbrados. Y como he dicho anteriormente, sus posibilidades de regulación, dirigidos a nuestra calidad de vida, facilitarán una mejor adecuación de la luz a nuestros ciclos vitales, mejorando con ello nuestro bienestar.