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“Sostenibilidad no es añadir media docena de tonterías a un edificio ya construido. Es justo lo contrario”

Entrevista a Ramon Folch, ecólogo, doctor en biología y director general de ERF – Gestión y comunicación ambiental

Esther Güell09/03/2011

9 de marzo de 2011

Construcción sostenible. Oficinas con certificado LEED, BREAM, ecología, medio ambiente... Nuevos, y no tan nuevos, términos que han venido a incorporarse día a día a nuestro vocabulario. ¡Quién no habla con sus amigos sobre las bondades de una caldera de biomasa, un pozo geotérmico, sobre cómo debe ser la fachada de la casa o las ventajas de la fotovoltaica o la solar térmica! ¿Seguro? Ramon Folch, doctor en biología, ecólogo y asesor medioambiental de arquitectos, promotores y constructores, cree que la mentalidad está cambiando, aunque desde hace poco tiempo. Hablar con él supone mantener una conversación con alguien que sabe. ¿De qué? De muchas cosas. Porque el saber no debería estar tan fraccionado como está hoy en día. Y porque, tal como él dice, al fin y al cabo el ser humano es una especie más que hace como las demás: “tratar de protegernos de las adversidades del entorno y vivir de la mejor manera posible”.

Con la excusa de hablar sobre el edificio que Layetana Inmobiliaria desarrolló en Plaça Europa (L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona), diseñado por RCR Arquitectes y con el asesoramiento del Estudio Ramon Folch, le visitamos en su despacho de la Ciudad Condal para que nos explicara cómo se integra el concepto de la sostenibilidad desde el principio (un modo de trabajar que defiende a capa y espada) qué cambios supone en la arquitectura y en el modo de concebir los nuevos proyectos y, sobretodo, para conocer la filosofía que hay detrás de una mente sostenible. Aunque sólo fue la excusa...

En primer lugar, querría hablar del edificio de Layetana... ¿Cómo entra el Estudi ERF en el proyecto?

Nosotros somos una consultoría ambiental que trabaja en ámbitos diversos algunos de carácter territorial, como urbanísticos, grandes infraestructuras... pero que también cambia la escala de trabajo y se centra en proyectos arquitectónicos y constructivos.

Entonces, una de las líneas que la propia evolución de la realidad nos llevó a adoptar fue, precisamente, la certificación energética de los edificios por un lado, después la homologación sostenibilista de los edificios, que son estas etiquetas internacionales como el LEED o el BREAM o sencillamente la asistencia a un estudio de arquitectura para mejorar el comportamiento de un edificio. Son aspectos diferentes de una misma cuestión.

En este sentido, Layetana, concretamente su consejero delegado, Santiago Mercadé, nos contactó porque quería que su promotora incorporara como política básica de empresa, en todas las soluciones que se hicieran a partir de entonces, y de eso hará un par de años casi tres, criterios de tipo sostenibililista. Quiero añadir que quizá no se encuentra entre las grandísimas promotoras pero tampoco es banal. Ha hecho por ejemplo la Torre Agbar, que ha pasado a ser uno de los iconos de Barcelona, entre muchas otras cosas.

A partir de aquí empezamos a trabajar con ellos y, en este caso concreto, con el equipo de RCR, de Pigerm Vilalta, un estudio de arquitectura con renombre que ha llevado a cabo una serie de proyectos muy considerables.

En este edificio hemos tenido ocasión de trabajar desde la gestación del propio anteproyecto, un hecho capital en el tema que nos ocupa porque, al revés de los instaladores, que colocan un aparato una vez el edificio ya está hecho, la política sostenibilista en la construcción, en gran medida, depende de la propia concepción estructural del edificio. Hay una serie de consecuciones que se obtienen por vía activa mediante aparatos o máquinas, de climatización por ejemplo, pero fundamentalmente hay una concepción del edificio: con qué materiales está hecho, en la medida de lo posible cómo está orientado dentro de la propia parcela... Y lo que es muy importante: de qué manera la fachada no es una simple cobertura para dar la apariencia al edificio sino que es la piel de este edificio y, por tanto, cómo se comporta en las relaciones de intercambio tanto de luz como de temperatura con el exterior.

Para Ramon Folch, es importante saber qué queremos y cómo lo queremos lograr...
Para Ramon Folch, es importante saber qué queremos y cómo lo queremos lograr: “sin base filosófica la tecnología no sabe dónde quiere ir pero, sin base tecnológica, la filosofía se quedaría en literatura”.

El primer edificio sostenible de Cataluña

El proyecto, de Layetana Inmobiliaria, que permitirá ahorrar anualmente 125.000 y 600 toneladas de emisiones de CO2, es una construcción de 5.500 metros cuadrados situada frente a la nueva Fira de Barcelona, diseñado por RCR Arquitectes y en la que destaca el gran protagonismo del hierro y la ausencia total de pilares interiores.

Pero más allá del diseño, lo que hace característico a este edificio es su funcionalidad y la nueva forma de concebir la sostenibilidad, que representa ahora un ahorro sustancial. Para ello se contó desde el inicio con el asesoramiento de Ramon Folch, que introdujo elementos en el diseño que han logrado que se le otorgue la certificación LEED, concedida por el U.S. Green Building Council, la principal acreditación internacional que avala la calidad ambiental de un edificio.

Para conseguir la certificación LEED se innovó en eficacia energética, lográndose en este aspecto un ahorro global del 53% (entre los que destacan un 73% en consumo de agua y un 67% en iluminación y climatización). Además, se utilizaron materiales reciclados y de origen cercano.

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En este caso pudimos trabajar desde el comienzo y eso nos permitió que la concepción diera un índice de comportamiento pasivo muy bueno. Es decir, que sin añadir ninguna máquina, el edificio ya se comportaba muy bien: no se calentaba demasiado en verano ni se enfriaba mucho en invierno, tenía un índice de captación de luz exterior muy bueno y todo ello nos permitió proponer unos sistemas de climatización, para acabar de compensar y tener el confort necesario, con un consumo energético muy bajo.

Para conseguir todo esto, y ésta es nuestra aportación técnica y no sólo filosófica, hay que analizar el proyecto con mucho detalle, lo que conlleva a analizar los ciclos de vida de los materiales, modelizar el comportamiento del edificio hora por hora a lo largo de los 365 días del año en función de las sombras que le proyectan los otros edificios y en función de las insolaciones que recibe, la forma en que la fachada intercepta el sol, etc. Y esto es muy importante porque a veces parece que en cuestiones de sostenibilidad se hable de algo mágico o de añadir media docena de tonterías a un edificio previamente construido. Y es justo lo contrario. Es como tener una persona con un pésimo estado de salud y poco antes de dejarla salir a la calle ponerle un poco de colorete y una peluca para que tenga buen aspecto.

Nosotros somos beligerantes en este tema porque hablamos de un análisis profundo del concepto del edificio, de un acto tecnológico de base filosófica. Sin esta base filosófica la tecnología no sabe dónde quiere ir pero, sin base tecnológica, la filosofía se quedaría en literatura. Se trata de tener una base filosófica, esto es el concepto del edificio, su comportamiento inercial y el balance global, no sólo la factura de la luz, sino también cómo han impactado los procesos de extracción de materiales y el transporte de estos materiales. Nosotros tenemos en cuenta tanto su huella ecológica como el comportamiento inercial del edificio. Pero sobre esta base trabajamos técnicamente en relación al proyecto que nos presente el arquitecto. ¿Qué materiales han escogido? ¿Cómo está hecha la fachada? ¿Cuál es su grosor? ¿Ésta pretende ser un adorno o un protector? Y a partir de ahí empezamos a trabajar y acabamos modelizando el comportamiento del edificio y sugerimos una serie de cosas: cómo deber ser el vidrio si se quiere tener más iluminación, qué ancho debe tener la ventana, si los voladizos deben salir más o menos, etc. etc. Por otra parte, si se quiere tener una huella ecológica razonable, el acero debe ser de una manera u otra, debe provenir de una acería u otra, puede ser acero reciclado o debe ser virgen, conviene hormigón o acero, qué porcentaje de madera se puede colocar a la estructura, qué tipo de madera y de dónde debe ser. Esto es trabajar técnicamente.

Usted incide también en que hay que tener en cuenta si es sostenible traer materiales de la Europa del Este...

Claro, hay que tener en cuenta todo lo relacionado con el proyecto. Éstos son los aspectos de huella ecológica que comentaba. Una cosa es hablar de cómo se comporta inercialmente el edificio, pasivamente o de cómo lo dotamos tecnológicamente pero otra cosa es preguntarse por el balance ambiental: ¿Cuánto nos cuesta hacerlo de una determinada manera? Y nosotros eso también lo integramos en el proyecto. ¿De dónde vienen los materiales? ¿Cuál es el ciclo de vida de estos materiales? ¿Qué pasará en los procesos de deconstrucción? También hay que hablar de los conceptos de confort y saludabilidad. Cosas que hace un tiempo parecían una tontería pero que ahora vemos que son una realidad. Basta con ver los problemas de los edificios enfermos, o los casos de lipoatrofia o bien cosas que, sin llegar a ser patologías, pueden comportar molestias: tener que encender demasiadas horas al día la luz eléctrica puede ser una molestia, más allá del coste económico. Es el caso de los edificios antiguos, en los que a las 12 del mediodía tenemos que encender la luz. Y no debe ser así. Fíjese en la incoherencia que representan algunos edificios con fachada de vidrio que, en cambio, tienen las luces encendidas todo el día. ¡Es ridículo! Poner vidrio en estas fachadas ha sido un acto estético, no funcional. Si ponemos una fachada de vidrio, éste debe permitir entrar la luz y evitar los infrarrojos, por lo tanto, la naturaleza del vidrio, las sombras del propio edificio.. son aspectos que hay que proyectar. No deben salir por casualidad o no tener en cuenta.. debe formar parte del proyecto y esta es nuestra aportación al trabajo del arquitecto.

“Algunos edificios con fachada de vidrio tienen las luces encendidas todo el día. ¡Es ridículo!. Poner vidrio en estas fachadas ha sido muchas veces un acto estético, no funcional”

Hablando de los arquitectos, ¿cree que tanto ellos como los constructores tienen en cuenta todos estos aspectos?

En primer lugar debemos distinguir el trabajo de los arquitectos, los constructores o de los promotores. Una cosa es la arquitectura y otra la edificación: un mismo proyecto arquitectónico puede estar resuelto constructivamente de muchas maneras. No digo que sea bueno, digo que es así. Muchas veces el arquitecto del proyecto no determina si el suelo tiene que estar cubierto con una losa cerámica u otra. Es un tema que a menudo decide el constructor o el promotor, a última hora, o si se pone un vidrio u otro. Nosotros pensamos que en realidad todo debería ir ligado. Creo que un proyecto arquitectónico correcto que no precise —o que sea adulterado después con unos materiales distintos de los que se concebían— no funciona.

Sea como sea, la inquietud de los arquitectos por estas cuestiones está cambiando rápidamente. Pero en un pasado reciente, digamos uno o dos años, no era así. Hay un momento en la historia de la arquitectura, el llamado ‘Movimiento Moderno’, que comienza hace casi un siglo, en que la arquitectura abandona las prácticas del pasado, seducida por las novedades tecnológicas del momento. Es cuando se deja de construir con ladrillos y se pasa al cemento o el acero, se pone vidrio, las ventanas se hacen horizontales en vez de verticales. Hay muchos aspectos positivos del movimiento moderno (de hecho hoy en día ya no es moderno, ya es clásico, porque ya no existe la arquitectura clásica) pero también hay algunos detalles horrorosamente negativos. El primero es que rompen con la tradición en el aspectos artificiosos pero también en todo lo bueno que tenía aquella arquitectura. Por ejemplo, no tienen en cuenta los diferenciales térmicos, los ‘adelante y atrás’ de un edificio, les parecen cosas de abuelas, para entendernos. Y la realidad es que ahora lo estamos redescubriendo: los patios de luces, la ventilación cruzada, las persianas... Tiraron todas esas consecuciones interesantísimas de la arquitectura porque les seducía el vidrio resistente en la fachada o los aparatos de aire acondicionado, por poner ejemplos. Esto por un lado. Y, por, por si fuera poco, entramos en un nuevo fenómeno, mucho más reciente, del arquitecto estrella, de la 'pirueta arquitectónica' —podríamos decir lo mismo de la cocina— con lo cual, la suma de ambos factores dio lugar a unos desvaríos, no lo puedo calificar de otra manera, absolutamente lamentables.

Simultáneamente, nunca han dejado de existir sólidas corrientes arquitectónicas. Gente que trabaja perfectamente pero que, como siempre ocurre, no son los que salen en las portadas de los periódicos. Aunque hay que reconocer que existen arquitectos muy conscientes de los temas medioambientales.

“La arquitectura moderna despreció aportaciones de la tradicional que veían como cosas de abuelas: los diferenciales térmicos, la ventilación cruzada, las persianas... y ahora las redescubrimos”

Pero desde un punto de vista general, cabe decir que el peso del movimiento moderno ha sido tan grande que ni siquiera los arquitectos contemporáneos más sólidos, menos 'malabaristas' han tenido como inquietud principal la preterición de las habilidades antiguas y el rescate de éstas, o la generación de nuevas, para afrontar los retos del siglo XXI, . Esta es la realidad, no nos engañemos. Ahora bien, esto está cambiando muy deprisa. En parte generacionalmente, con nuevos arquitectos que lo ven de otra manera, y por la aportación de gente que lleva tiempo, como yo mismo.

Un ecólogo pionero...

Sí, de hecho sí. Soy licenciado en biología y doctor en ecología. Puedo decir que soy de los primeros porque estoy hablando de los años 60. Formé parte de la primera promoción de los ecólogos académicos. Porque la primera Cátedra de Ecología en España se creó en 1966 en la Universidad de Barcelona, cuando yo estaba estudiando. Pero así como algunos colegas y compañeros, la mayoría, se han dedicado a la ecología académica o a la investigación ecológica, mi vida profesional me ha llevado a ir traduciendo todos los conceptos de la ecología a la ecología de los sistemas humanos, por decirlo de algún modo. Porque es perfectamente transponible: funcionamos de la misma manera, somos una especie biológica como otra, parece pintoresco pero no lo es. Los humanos hacemos lo mismo que cualquier otra especie: tratar de protegernos de las adversidades del entorno y vivir de la mejor manera posible, lo que pasa es que lo hacemos de una manera más compleja y también más exitosa.

El problema es que también somos los únicos que destruimos nuestro entorno

Lo que pasa es que precisamente esta propia capacidad nos ha dado por un lado una arrogancia y por otra un distanciamiento de la realidad que hemos olvidado la razón por la que hacemos las cosas.

Lo mismo ocurre cuando hablamos de las fachadas de los edificios, que es una idea central. Cuando hablamos con los arquitectos una de las primeras cosas que les decimos es que, ante todo, una fachada es una interfície. Es como la piel de una persona, que la puedes maquillar y mejorar su aspecto, sí, pero su función no es estética sino garantizar el intercambio de gases, evitar que el cuerpo se deshidrate, etc. Y, por lo tanto, deben concebirse como espacios de intercambio. Pero en los últimos años se han concebido como muros de aislamiento. Esto incluso ha sido teorizado, por escuelas arquitectónicas con las que no comparto nada, que dicen: ahora creo mi muro y dentro de este edificio haré mi universo. Y muchos edificios modernos son un ejemplo: aislados completamente del exterior, hay que enfriarlos o calefactarlos con tecnología. El resultado final son edificios con unos costes enormes e incomodidades manifiestas.

Si en cambio utilizamos la fachada como una interfície de intercambio, de luz, de temperatura, de humedad, la cosa cambia. Y esto nos lleva al principio, cuando decía que a parte de la filosofía hay que poner la técnica para llevar a cabo estas ideas, para construir materialmente, físicamente, esta piel.

Las fachadas son una interfície y deben concebirse como espacios de intercambio no como muros de aislamiento”

Tengo que decir que, visto desde fuera, sorprende este abandono de la 'sabiduría antigua'. Es decir, el hombre aprende de sus errores pero también mantiene las soluciones que funcionan... ¿Por qué lo despreciaron tanto?

Para hacer historia hay que tener distancia. Estoy seguro de que los historiadores considerarán con interés, y no sin sorpresa, el llamado movimiento moderno, porque fue curioso como personas tan capaces y lúcidas hicieran aportaciones tan interesantes pero, a la vez, también algunos errores, algunos, de posicionamiento en base a la arrogancia (un pecado humano por autonomasia) tan espectaculares que han costado lo que han costado. Y que aún siguen siendo una sólida incrustación en las mentes de muchos arquitectos, que no entienden que su edificio es parte del territorio y del sistema. Han de ver que ellos están añadiendo constructos a un sistema territorial y, por tanto, deben saber cómo funciona este sistema. Y por limitación técnica, toda la arquitectura desde los primeros tiempos hasta el siglo XIX, primeros del XX, lo tenían en cuenta. Por el contrario, en el momento en que la potencia técnica se lo permitió, se olvidaron de ello, repitiendo la historia de Ícaro, que quería volar y que entonces se olvidó de andar.

Pero también sorprende la diferencia de mentalidad según la sociedad. En algunos países con más tradición en temas de sostenibilidad, se valoran los beneficios medioambientales. Aquí, en cambio, se habla mucho más de amortización. ¿Esta diferencia es cuestión de tiempo o de carácter?

Las dos cosas. Primero tenemos un saldo muy negativo en nuestro sistema arquitectónico o constructivo y es que ha proliferado enormemente, sobre todo en la vivienda, el formato de la venta, de modo que el promotor normalmente no es el explotador del edificio. De modo que el que construye no es el que gestiona y, por tanto, opta por minimizar costes y no siente un especial interés por las dificultades, y costes, que puedan derivarse de la gestión de estos edificios. Esto es muy negativo porque quiere decir que todo se encamina a la minimización del coste de construcción y al aspecto seductor para atraer al comprador.

En otras tradiciones europeas, donde el alquiler o la explotación del edificio por parte del mismo promotor está mucho más extendido, esto es diferente, porque en realidad en el coste global computan los costes de explotación posteriores.

Los modos de construir que hacemos en una consultora como la nuestra, es objetivamente cierto; que conllevan pequeños incrementos de coste. Pequeños incrementos de coste. Ahora bien, si cuentas el global del coste de la construcción y del coste de explotación a lo largo de la vida útil del edificio, que lo podemos situar en 30 años, entonces se ve que hacemos cosas mucho más baratas. No más caras sino mucho más baratas. Por ejemplo, reducir en un 60-70% la demanda energética de un edificio, si lo cuentas en kW, m3 de gas, lo que sea que consumirá este edificio a lo largo de estos años, y si tienes en cuenta además que el gas o la electricidad serán cada vez más caros, como se está demostrando manifiestamente, lo que hacemos es incrementar 3 para ahorrar 50. Pero no es sólo eso. Además estamos creando un sistema constructivo con menos tensión con su entorno. Ya no es sólo lo que cuesta comprar esta energía, es también cuestión de las disfunciones que provoca la generación de esta energía. Cuando hablamos del efecto invernadero y de las emisiones de CO2, resulta que estamos minorando las alteraciones del clima de la Tierra. Cuando tenemos en cuenta las distancias que recorren los materiales para la construcción, estamos ‘tranquilizando’ el movimiento espástico de vehículos y que, de alguna manera, tiene que ver con las congestiones de tráfico. Estamos intentando crear un sistema más confortable todo él. Aparte de que resulta más barato, es una confortabilitzación global del sistema productivo y de la forma de vida de los humanos. Evidentemente todo tiene sus escalas. Nuestro proyecto se centra en la solución de ese edificio pero digamos que las derivadas propenden a apaciguar el problema, no a incrementarlo.

Folch está convencido de que “la inquietud de los arquitectos por la sostenibilidad está cambiando pero no era así hace uno o dos años”...
Folch está convencido de que “la inquietud de los arquitectos por la sostenibilidad está cambiando pero no era así hace uno o dos años”.

Y edificio + edificio + edificio...

Y poca broma porque la construcción y explotación de un edificio representa aproximadamente, en Europa, entre el 15-20% del total de la energía primaria consumida. Sin tener en cuenta que el transporte, que supone el 40% de esta energía, también se ve minorado. Pero esta es una derivada que no tengo en cuenta. Así que no estamos incidiendo sobre cosas pequeñas sino que son de mucha entidad. Y si hablamos del confort y de los gastos cotidianos del usuario, entonces estamos incidiendo sobre una cosa importantísima: el que se gastará esa persona a lo largo de su vida. Cuando nosotros ponemos nuestros esfuerzos en conseguir el confort térmico, que es diferente de temperatura —esto es un clásico, uno tiene frío, el otro calor, es una fuente de conflictos constante— estamos hablando de hacer que todo el edificio se comporte bien en términos térmicos. No creamos una estructura que no haya sido pensada para que tuviera un buen comportamiento térmico e ir dando calor y frío por todas partes.

Un ejemplo es la construcción en piedra. Tiene muchas dificultades a la hora de construir pero hay que reconocer que los edificios de piedra tenían una inercia térmica muy buena: a la piedra le cuesta mucho calentarse y mucho enfriarse, de manera que durante el verano absorben calor que no transmitan al interior, de manera que las personas están relativamente frescas, y cuando empieza a estar caliente la piedra, que comenzaría a ser una temperatura incómoda en el interior si el verano durara unos meses más, es cuando llega el invierno y entonces liberan el calor acumulado durante el verano. Pues bien, mediante otros sistemas, nosotros intentamos conseguir inercias térmicas comparables.

Esto es lo que decíamos de la sabiduría ancestral. Si ahora ya no podemos construir de la misma manera, tenemos que buscar cómo conseguir unos resultados similares utilizando otras técnicas, no menospreciarlo y hacer los edificios como sistemas aislados y darles calor y frío mediante la tecnología, con los costes que ello ha supuesto. Teniendo en cuenta que esta construcción no sólo ha costado mucho dinero sino que además tampoco se ha conseguido el confort deseado porque que no se tenía en cuenta todo el comportamiento térmico de la masa inercial del edificio.

Por lo tanto... es cierto el tópico que dice 'la mejor energía es la que no se consume'?

Si, claro, naturalmente. Y es que lo que nosotros hacemos es llegar a ver qué somos capaces de proyectar que no necesite un aporte suplementario de energía. Una vez llegados a límite donde podíamos llegar, entonces corregimos la limitación de nuestro proyecto con climatización complementaria. Pero es muy diferente complementar la limitación que hacer de esta limitación el objetivo proyectativo. Por eso conseguimos pasar de las demandas ordinarias de un edificio, que se mueve entre 120 kW/h/m2 y año, a una demanda de ¡30-40 kW/h/m2/año!.

Así, ¿edificios como el de Layentana son una excepción? ¿Servirán de revulsivo?

Digamos que siguen siendo la excepción, pero son una excepción cada vez menos excepcional. Si hace 3 ó 4 años se hacían 1 ó 2 cada años, ahora se hacen 10 ó 15. Y creo que este camino ya no tiene retorno porque por la fuerza ahogan. Ahora ya está claro que las cosas deben hacerse de otra manera y es que el mismo cliente ya lo demanda. Es una cuestión de costes. Igual pasó con los automóviles. Antes nadie preguntaba cuánto gastaba un coche, era irrelevante (algo que todavía ocurre en los EE UU) y en cambio ahora es un factor determinante.

Hoy en día, tanto el comprador como el promotor están demandando inmuebles que estén pensados en este sentido.

Déjeme ser malpensada. ¿Esta evolución es por conciencia o por obligación legal?

Creo que de por ambas cosas. Como en la vida. Los años enseñan que la vida es una matriz compleja donde nunca un único parámetro determina lo que ocurre. Por un lado, hay un incremento de un factor ético, sociológico, de entender que no podemos hacer según qué en el siglo XXI, pero también hay un factor económico. Cada vez es más difícil mantener unos determinados estándares de consumo pero en tercer lugar, claro, hay una presión legal, que también es fruto de todos estos factores anteriores.

Entonces, a medida que la ley empuja en una dirección; que es una de sus misiones, aprovecho para decirlo, porque a veces parece que la misión de los gobiernos sea dar satisfacción a los deseos de las personas y no, la misión de un gobierno es la de encauzar la vida colectiva; más el incremento de la conciencia y la reducción de los costes, nos traen una serie de factores coadyuvantes cuyo resultado es que estamos concibiendo y construyendo los edificios de otra manera.

Y nosotros, como consultoría ambiental, y proyectistas del concepto, estamos teniendo unos resultados inimaginables 20 años atrás. A mí incluso me sorprende lo que podemos llegar a hacer, e incluso aún tenemos que explicar a los arquitectos todo lo que les podemos llegar a ofrecer. Cuando me dicen “ya te enseñaré el proyecto” les respondo “no, trabajemos juntos en el proyecto”. Porque no siempre la solución es poner una cubierta verde. Que está bien a veces, pero no siempre. Hay que saber qué queremos conseguir y cuál será la mejor manera. Y esto se hace trabajando desde el inicio.

La experiencia es un grado

Más allá del proyecto realizado en la Plaça Europa para Layetana, la experiencia de ERF es larga y cuenta en su haber con considerables aportaciones en obras muy relevantes. Algunos de sus últimos trabajos han sido:

  • Caracterización higrotérmica de los espacios interiores y exteriores de ‘The Egde’, en Dubái.

- Arquitecto: RCR Arquitectos

- Cliente: RCR Arquitectos

- Trabajos realizados: establecimiento de condiciones de confort internas y externas para los usuarios del edificio (temperatura, humedad, velocidad del viento, ruido, radiación solar, etc.); definición de estrategias pasivas (bioclimáticas) para garantizar el confort de los usuarios en los espacios interiores y exteriores del edificio y reducir el consumo energético; revisión del ciclo del agua y propuestas para la reducción de su consumo; asesoramiento en paisajismo.

  • Auditoría energética y funcional de la planta de exposiciones y cubierta del Edificio Fórum, en Barcelona.

- Cliente: Museu de Ciències Naturals del Ayuntamiento de Barcelona.

- Trabajos: el análisis de la situación actual del edificio ha tenido como finalidad que el edificio sea un espacio de buena calidad y elevada eficiencia y, en consecuencia, presente una adecuada contención de su consumo energético, de agua y recursos naturales y emisiones de CO2 contenidas.

- Objetivos: integrar criterios de eficiencia energética y pertinencia ambiental en las instalaciones energéticas, considerando el mantenimiento general del edificio, incluida la planta cubierta y su lámina de agua; mejorar las condiciones de confort y saludabilidad de los usuarios.

  • Sede corporativa de Coca-Cola España, Madrid

- Arquitecto: De la Puerta + Asensio

- Cliente: The Coca-Cola Company Spain

- Trabajos realizados: integración de criterios de adecuación en la fase de diseño del edificio, con la finalidad que la construcción sea un espacio de calidad en temas sostenibilistas y de elevada eficiencia. Con conductos de luz por espejos y fibra óptica, mecanismos para el ahorro de agua y análisis y propuestas de vegetación de bajo consumo.

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Antes hablaba de cuál debe ser el papel de la administración y en alguna ocasión ha comentado que el problema en España es que no sabemos qué mix energético quiere el Estado. ¿Ya lo sabemos?

Hemos mejorado mucho pero todavía no. La prueba es que hace unos días el Congreso de los Diputados ha aprobado alargar la vida de las centrales nucleares. No estoy ni a favor ni en contra, el problema es que se decide a última hora y eso quiere decir que no existe un posicionamiento histórico. Es una consecuencia reactiva de cómo nos van las cosas. La razón por la que lo han decidido es porque no saben cómo salgan de él, no porque lo hayan determinado a que duren tanto tiempo. Por lo tanto, tener un mix energético es, primero, determinar que transitaremos, o no, del modelo de hidrocarburo al modelo eléctrico, en qué% y en qué calendario. La vida nos incorporará a ajustarse a ellos más o menos, pero tenemos que definir el escenario. Y después determinar cómo generaremos la electricidad y cómo consumir los hidrocarburos. En términos energéticos, tenemos contables, no economistas. Y entonces, cuando el contable alerta de que una partida de energía está a punto de agotarse, se decide suplementar la partida. Pero esto no es política económica, esto es tapar agujeros. Por eso digo que no sabemos el mix energético que queremos. Y este desconocimiento no es por maldad, es simplemente porque no tenemos una cultura bastante asentada para entender qué es el mix energético. No es qué porcentaje de cada cosa tenemos, sino qué porcentaje de cada cosa queremos llegar a tener y por qué razones queremos llegar a tener esto.

¿Y también por qué razones se opta por una energía o por otra?

Sí. Esto también.

De momento los del sector fotovoltaico están contentos...

Pero el tema de la fotovoltaica ha sido un despropósito descomunal. No aprovechar la energía radiante, la fotovoltaica, sería un error. Pero no tal como se ha querido hacer. La energía fotovoltaica tiene unas capacidades y unas limitaciones. Y una cosa es ayudar al desarrollo de esta forma de captación de energía libre y otra es inventarse unas primas, extraordinarias, que hizo que unas personas que hasta ahora no habían tenido el más mínimo interés por el sector energético, ni ninguna inquietud en este sentido, descubrieran que podían hacer negocio con ello y hubieran desarrollado un sector que no conocen y en el que no creen. Soy duro con esto, pero es así.

Ahora bien, dicho esto, entiendo que si a éstas personas se le aseguró que les comprarían la electricidad a 12, hacen la inversión, y ahora les dicen que les comprarán a 8, protesten. Pero ello es resultado del planteamiento erróneo inicial. ¿Por qué ahora se les compra a 8? Porque se dieron cuenta que nunca deberían haberlo comprado a 12.

Pero es más, si comparamos los rendimientos de la fotovoltaica con la eólica, no hay color. Aunque, en cualquier caso, el desarrollo de la eólica tampoco puede ser resultado de una serie de personas que van poniendo parques eólicos. Tenemos que saber cuánta energía eólica queremos, qué porcentaje, dónde...

Volvemos al inicio, necesitamos un plan energético

Sí, pero lo que ocurre es que cuando hablamos en estos términos, y tengo una larga y triste experiencia, siempre hay algún interlocutor que nos tildan de “teóricos que hablan de modelo energético”. Y eso cansa. En esta casa somos técnicos que pensamos; ingenieros, arquitectos y ecólogos y algunos con más de 40 años de experiencia. Nosotros nos dedicamos a hacer edificios pero primero los pensamos. Y reivindico esto precisamente: pensar, reflexionar, modelizar y actuar como técnicos competentes.
“Hay conceptos cuyo triunfo será desaparecer porque quedarán incrustados en el modo de funcionar”

Retomando el tema de la política... Tras las pasadas elecciones en Cataluña, se ha creado la Conselleria de Territorio y Sostenibilidad, antes la de Obras Públicas y Política Territorial. ¿Qué opina de esta cambio?

Francamente es demasiado pronto. Sí es verdad que se ha puesto en contacto conmigo el nuevo conseller Lluís Recoder, pero no puedo valorar todavía el camino que quieren tomar. Yo soy partidario de lo que llamamos ‘obras son amores’, de quien sea, de este Gobierno o del anterior. No me fijo en la bandera que lleven. Y es que a veces parece que si llevas una bandera verde ya eres sostenibilista, y de esto podríamos hablar largo y tendido, y viceversa: que reconozcan las cosas que se han hecho mal no significa que seas capaz de corregirlas.

Por otro lado, creo que los gobernantes tienen departamentos o ministerios por un tema, digamos, organizativo, pero lo importante es que el Gobierno como tal actúe globalmente en una dirección. Si creas un departamento de Medio Ambiente pero el resto de departamentos no tienen en cuenta la dimensión ambiental de sus actuaciones, no sirve de nada, se queda en algo pintoresco. Es como si, por ejemplo, se creara un departamento para el Desarrollo de la Democracia mientras los demás departamentos funcionaran de manera autoritaria. Pienso que hay conceptos cuyo triunfo será desaparecer porque quedarán incrustados en el modo de funcionar. No existe el departamento para la Democracia porque se supone que el espíritu democrático impregna la totalidad del Gobierno. Del mismo modo, no quiero ver un departamento de Medio Ambiente: quiero ver una conciencia ambiental y sostenibilista en el total.

Ahora bien, tengo que decir que en las fases de transición es cierto que se deben reforzar los conceptos que no están implantados en la sociedad. En este sentido, el nombre de Territorio y Sostenibilidad me gusta. De entrada, me gusta. Ahora falta ver hacia dónde va. Y sé que hay personas, con las que comparto la sensibilidad medioambiental, que están en contra. Pero a mí el nombre en sí me gusta porque ya no hace referencia tanto a la política sino al territorio y la sostenibilidad asociada a la idea de territorio.
“No quiero ver un departamento de Medio Ambiente, quiero ver una conciencia ambiental y sostenibilista en el total”

Quizá la solución sería que un departamento como este actuara de puertas afuera pero también de puertas adentro...

Efectivamente, y diferenciando lo que son agencias o instancias que se ocupan de determinadas cuestiones de la filosofía en estas cuestiones. Es decir, no es necesario tener un departamento de agua o de residuos. Hay que tener una agencia del agua o de residuos que se ocupen de su gestión. Pero la política hidráulica no la tiene que llevar la agencia del agua, sino el Gobierno, porque está relacionada con muchas más cosas que los ríos o las depuradoras: los hábitos, los precios, el modelo industrial, el modelo agrícola.. que no tiene que ver con la agencia del agua. Teniendo en cuenta que la agricultura utiliza el 80% del consumo de agua, el principal orientador de la política hidráulica no es la agencia sino el departamento de agricultura.

Por eso es importante que el Gobierno como tal vea las cuestiones globalmente.

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