Entrevista a Gonzalo Rey, vicepresidente de Arespa
28 de abril de 2010
¿Qué tipo de enfermedades pueden afectar a los edificios y las construcciones históricas?
Suelen ser complicaciones derivadas de la mala conservación del edificio, que sufren principalmente las cubiertas. Hay que tener en cuenta que las humedades van pudriendo las maderas de los forjados y de las primeras plantas... en definitiva, van destrozando poco a poco el inmueble. También son comunes los problemas de estabilidad por fallos en las cimentaciones y daños estructurales en los muros porque ya no resisten el empuje de las cubiertas.
¿Y cómo se combaten estas patologías?
Dependerá de la patología. Si el problema es de las cubiertas, normalmente se colocan unas nuevas; si es de estabilidad, se deben realizar trabajos de consolidación de las cimentaciones, con pilotes o con inyecciones de mortero u hormigón; si son problemas de empujes de las cubiertas, se pueden colocar tirantes entre los muros para que no se abran más. Muchos de los trabajos son pura artesanía: hay que reproducir lo que se hizo hace tres siglos, guardando la estética de la época.
¿Y en las fachadas?
Bueno, el edificio también puede sufrir otro tipo de patologías en su piel, en la fachada. Con el tiempo, se ve afectada por diversos tipos de contaminación o problemas que provienen de dentro de la construcción. Normalmente, es un problema que tiene más que ver con la estética que con la estabilidad del edificio.
¿Pero la fachada puede contener elementos ornamentales como esculturas y grabados?
Sí, que un muro de cantería liso esté mejor o peor puede no tener demasiada importancia, pero cuando afecta a esculturas y elementos grabados la situación cambia.
¿Qué se hace en estos casos?
Cuando la parte de la fachada a tratar no es importante desde el punto de vista artístico o estético, se procede a una limpieza sencilla, sin emplear demasiados productos químicos porque pueden deteriorar la piedra. En el caso de que haya elementos artísticos o históricos, entran en escena los restauradores que aplican una serie de técnicas muy sofisticadas, con productos químicos muy específicos, en operaciones casi de microcirugía, que van limpiando todo lo nocivo para la piedra.
Esta es una gran incógnita que Rey no se atreve a contestar. “A finales del siglo XIX se inventó el hormigón armado y ciertamente no sabemos si se deshará cuando tenga trescientos o cuatrocientos años. Es algo con lo que suelo especular con colegas del gremio”. Un ejemplo es la aluminosis, una patología que sufre el hormigón, principalmente en las viguetas de los forjados. ¿Qué sorpresas nos depara el futuro en edificios que se han construido a mediados y finales del siglo XX? Sinceramente, no lo sé, sentencia Rey.
¿Y ya contamos en nuestro país con profesionales especializados en la materia?
Hace 30 años, cuando yo empecé a trabajar en este tipo de trabajos de restauración, era muy difícil encontrar personal especializado. Hoy en día, en cualquier lugar de España se puede conseguir un grupo de personas con suficiente capacidad para abordar cualquier obra de restauración tanto en piedra como en retablos o pinturas murales.
¿Quién promueve este tipo de actuaciones en edificios históricos?
En el 80% de los casos, el promotor es un organismo oficial, que encarga el proyecto a un arquitecto especializado, a un restaurador o un arqueólogo. Después, el organismo lo saca a concurso público, por el que exigirá a la empresa una experiencia en trabajos análogos.
Y pueden participar varias empresas...
La administración no puede coordinar el trabajo de varias empresas, así que, normalmente, encarga el proyecto a una única compañía, que contratará a las empresas o especialistas que precise para cada trabajo.
Y una vez ‘curado’ el edificio de sus patologías supongo que se establece un plan de mantenimiento y conservación para que no se vuelva deteriorar
Bueno, eso es una asignatura pendiente. La administración bastante tiene con conservar los edificios y, por así decirlo, actuar de bombero para simplemente salvarlos de la destrucción. Por desgracia, no se invierte todo el dinero que esta actividad requeriría. Además, se da una situación: con frecuencia las administraciones restauran edificios que no son de su propiedad.
¿Entonces?
Cuando un organismo público restaura un edificio a alguien por el bien de la comunidad, por la conservación de nuestro patrimonio, se entiende que su propietario es quién debe mantenerlo en adelante.
¿Y no es así?
No, no es lo más habitual.
Pero esto tiene difícil solución...
Sí. En estos momentos, algunas administraciones se están planteando establecer protocolos de conservación e, incluso, financiarlos si el propietario de la construcción no tiene capacidad económica para ello.
¿Cuál es el perfil de los propietarios de estos edificios?
Una buena parte del patrimonio histórico de nuestro país es propiedad de la Iglesia, y es ella quien debe de conservarlo. Puede darse el caso de que la construcción sea una iglesia pequeña y que el párroco tenga sensibilidad y se preocupe por conservarla una vez que se la han restaurado...
Pero puede que no...
Claro. Además, en una catedral grande los trabajos de conservación son muy costosos. En muchas ocasiones nos llegan proyectos de restauración de edificios ya restaurados diez años atrás; son casos en los que el propietario no se ha preocupado de tomar las medidas mínimas de conservación.
“Mi catedral”
“Mi catedral”. Así se refiere Gonzalo Rey a la Catedral de Santiago de Compostela. No en vano, lleva trabajando en su conservación desde 1987. Rey recuerda que en 1998 se invirtieron 1.000 millones de pesetas de las antiguas pesetas en la restauración del templo. En ella, Rey participó muy intensamente en la limpieza de la fachada principal del Obradoiro, en una intervención de carácter arqueológico en el claustro y su impermeabilización, en la restauración del retablo de la capilla mayor y en una limpieza general de todo el templo.
“Un aspecto sucio y descuidado”
Hoy la catedral ofrece “un aspecto sucio y descuidado” debido a la gran cantidad de hierbas y musgo que afean la fachada. “Como consecuencia de ello no se va a caer hoy la catedral, es evidente, pero la presencia de musgo y hierbajos puede a la larga erosionar y deteriorar la piedra, y conviene evitarlo”, explica el vicepresidente de Arespa. Todos estos elementos vegetales, frondosos en algunas zonas, lo que hacen es, a juicio de Rey, “perturbar la visión de la catedral con todo lo que tiene de artístico y meritorio. Es una cuestión estética, fundamentalmente”.