Entrevista a Gonzalo Rey, vicepresidente de Arespa
27 de abril de 2010
¿En qué tipo de construcciones se aprovecha la fachada?
En edificios históricos es muy difícil que solo se conserve la fachada y se vacíe íntegramente el resto. Es más común en edificaciones del siglo XIX y principios del XX. En el caso de un inmueble de mediados del siglo pasado, se tira el edificio y se hace uno nuevo, salvo que la fachada, por alguna circunstancia, tenga un interés especial.
¿Qué criterios se siguen a la hora de conservar una fachada?
Una promotora puede decidir conservar una fachada por las razones que sean, pero normalmente este tipo de actuaciones se realizan en fachadas catalogadas.
¿Y quién es el encargado de catalogar estas construcciones?
Una administración pública, a través de departamentos como los de cultura o patrimonio. Normalmente, los ayuntamientos al hacer sus planes de ordenación urbana pueden incluir una catalogación de los edificios más singulares del municipio.
¿Y quién asume esos gastos?
El promotor encargado del proyecto.
¿Y no colaboran las administraciones con algún tipo de subvención?
Hay ayudas para las rehabilitaciones de las que se puede beneficiar el constructor, pero no hay una subvención específica para la conservación de la fachada.
¿Qué tipo de empresas realizan estas obras?
Hoy en día, el sector cuenta con empresas muy especializadas en este tipo de trabajos.
¿Y qué clase de maquinaria emplean?
En muchos casos, las empresas que se dedican a la demolición utilizan robots dirigidos a distancia para que los operarios puedan trabajar sin peligro. También hacen uso de máquinas de corte que seccionan el hormigón como si fuera un queso y de equipos compactos y ligeros que pueden subir a las distintas plantas para ir demoliendo. Para la estabilización de la fachada, también existen empresas especializadas que acompañan el trabajo de demolición y que cuentan con maquinaria de última tecnología.
Hábleme de las particularidades de este trabajo. ¿Cómo se acomete una obra de estas características?
La primera actuación es analizar el estado del edificio y su estabilidad para evitar un derrumbe parcial durante las obras. A continuación, se decide si se puede o no demoler el edificio, es decir, vaciarlo por completo, o si se debe conservar parte de su estructura. Normalmente, como decía, en edificios históricos suele ser obligatorio conservar la estructura primitiva íntegra, con los muros interiores de carga.
¿Por seguridad?
No, porque corresponden a una tipología histórica que se debe conservar. En el caso de edificios que no presentan un carácter histórico singular, el promotor puede proceder a su demolición completa, sobre todo aquellos cuyas estructuras no tienen capacidad resistente para los nuevos usos del inmueble.
¿Y qué se hace a continuación en estos casos?
Al perder su esqueleto, la fachada puede ceder y caer, así que deben tomarse una serie de medidas como la instalación de unos estabilizadores, unos apeos y unos arriostramientos de los huecos.
¿Y en qué consisten estos estabilizadores?
Suelen ser unas estructuras metálicas que van atando las fachadas unas con otras para formar un conjunto lo más monolítico posible capaz de resistir la fuerza del viento, de la lluvia o de cualquier otra circunstancia que pueda amenazar su estabilidad.
¿Con qué obstáculos se puede encontrar un promotor a la hora de afrontar este tipo de proyectos?
Una obra de estas características puede ser más compleja o más costosa, pero, si se aborda bien, no debe plantear ningún problema. Evidentemente, todo está detallado en el proyecto presentado por el arquitecto responsable, que debe contar con los debidos controles y visados del colegio y el ayuntamiento. Se acostumbra a trabajar de arriba a abajo, es decir, se empieza por demoler las cubiertas, y ya en ese momento se instalan los primeros estabilizadores para garantizar que la fachada no se desplome. Hoy en día, el sector cuenta con suficiente experiencia y tecnología para finalizar estos trabajos con solvencia y garantías.