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"La prefabricación es inevitable a largo plazo: un país de peones en el futuro es inimaginable"

Entrevista a José Jurado Egea, profesor de la Escuela Superior de Arte y Arquitectura, de la Universidad Europea de Madrid

Mónica Daluz13/11/2008

13 de Noviembre de 2008

Nacido en Kempen, Alemania, en 1962, José Jurado es arquitecto por la Escuela Técnica Superior (ETS) de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid. Su actividad docente comienza en la época pre-profesional en la cátedra de Diseño Constructivo de la Facultad de Ingenieros en Darmstadt, Alemania, ejerciendo posteriormente en la Cátedra de Construcción III de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid durante 6 años hasta su actual puesto en el Departamento de Tecnología de la Edificación en la ESAYA. Combina esta actividad con el ejercicio de profesional libre en estudio propio en diversos proyectos residenciales y de equipamiento, así como de consultoría y peritaje.
José Jurado
José Jurado.

¿Puede hacer un repaso de la evolución del papel que ha tenido el hormigón prefabricado en la construcción en nuestro país y en otros países de nuestro entorno?

En realidad son dos historias paralelas: las ideas y la industria. España ha disfrutado de mentes privilegiadas de primerísimo orden: Torroja, Fisac, Fernández Casado, Álvarez Castelao y muchos otros. A este nivel somos equiparables a cualquiera. Otra cosa muy distinta ha sido la industria. Ejemplos como Barredo son excepcionales, y en general, ha vivido de importar patentes y no tener paciencia para implantarlas o evolucionarlas.

¿En qué medida se está viendo afectado el sector de los prefabricados de hormigón por la crisis de la construcción?

Cuando aparece la tormenta, es el árbol más rígido el que sufre las consecuencias. Como industria que es, la prefabricación tiene unos costes fijos superiores a la ejecución in situ y por tanto menos cintura para sortear el temporal. Le ayuda la seriedad cada vez mayor de la normativa y el control de ejecución que defiende el producto bien hecho.

De la gran cantidad de productos que se incluyen en el epígrafe 'hormigón prefabricado', ¿Podría establecer una clasificación y comentarme el peso de cada uno de los grupos de productos en el mercado?

El abanico es infinito, abarca desde el bordillo a la viga Delta pasando por infinidad de variantes de cerramiento y estructurales, tanto piezas semiprefabricadas y complementarias a cualquier sistema, como sistemas cerrados llave en mano. Sin duda prevalece en volumen del primero aunque carece de interés técnico.

¿Puede citar los puntos débiles o carencias de los prefabricados de hormigón? ¿Qué problemas no logran solucionar estos sistemas?

Desde el punto de vista económico, vale la frase de “todo es posible, aunque no todo es razonable”. La economía de escala limita la oferta casi siempre al modelo más simple y con poco valor añadido. Otro punto débil resulta del transporte, ya que la distancia del punto de fabricación tiene a veces un impacto decisivo. Y si hablamos de la técnica, el problema a resolver en la prefabricación es la unión de piezas tipo (por ejemplo, pilar y viga en empotramiento) pero soluciones las hay, y además brillantes, aunque suelen ser las más caras.

¿Cuáles son las últimas innovaciones en los procesos industriales de fabricación del hormigón prefabricado?

Hormigones de mayores resistencias, acabados lisos y texturizados variadísimos, color e incluso matrices fotográficas, armaduras poliméricas en redondos, fibras o tejido (planas y 3D), etc. Determinante resulta la extensión de maquinarias y procedimientos industriales, como por ejemplo, encofrados volteadores que permiten aumentar el número de caras con acabado visto, o el ajuste de espesor de la capa revestimiento para abaratar costes. Por otro lado no deja de producirse el empuje personal de algunas patentes singulares: losas reticulares mixtas (LRM) y ortotrópicas de L. Bozzo, la patente semiprefabricada de Fisac, F. Sánchez-Mora y S. González. Finalmente, las estructuras ER-Post de plantas alternativas libres de soportes, entre otras. Y por supuesto también se incorporan productos más exóticos como los hormigones traslúcidos, pero, no nos engañemos, en realidad en su conjunto no resultan aportaciones determinantes a gran escala.

“El hormigón debe ajustar su productividad para fabricar diseños evolucionados que abran el mercado al producto adaptado al diseño, no al revés”

¿Qué más se podría hacer para promocionar el uso de estos productos en la construcción?

La prefabricación es inevitable a largo plazo. Un país de peones es inimaginable en el futuro. El hormigón prefabricado encontrará su espacio natural, aunque tardará en presentar batalla ya que, mientras otros materiales (metálicos, poliméricos, cerámicos) se introducen con cierta facilidad desde mercados extranjeros altamente industrializados, el peso, y por tanto el transporte, resulta un freno insalvable salvo para productos nacionales, aún poco competitivos. Una ayuda sin duda resultaría de la promoción estética del hormigón visto, tanto en estructura como revestimiento, ya que a medio plazo cala en el usuario, lo acepta y lo exige como acabado “moderno” y se puede dejar atrás la estética del ladrillo.

¿Qué me dice de las casas prefabricadas? ¿Cuál es la evolución de este producto en España? ¿Y en otros países con más tradición en este sentido?

Es lamentable el diseño del 95 por ciento de las propuestas. Además resulta ridículo imitar la estética retro del caserío a dos aguas para un cliente que, si es conservador, por lógica tenderá a elegir materiales y técnicas también tradicionales. Mirando al exterior no quiero engañarme pensando que todo resulta más bonito, pero la mera existencia de sistemas como el Pile-up anima a pensar que hay otras maneras de hacer, y sin duda mejores.

¿Qué estándar de calidad tendrán los sistemas prefabricados que se impongan en nuestro país?

Si por calidad se entiende el normativo, sin duda el nivel europeo, no hay otra opción en el mundo globalizado. Si se trata de diseño, está por ver si la industria abre los ojos y prefabrica por fin la casa del siglo XXI que el arquitecto lleva ya lustros dibujando.

¿Cómo podemos evitar caer en el peligro de la excesiva estandarización?

El problema es industrial y la solución debe ser industrial. El hormigón debe ajustar su productividad en el mejor de los sentidos, el cualitativo, para fabricar diseños evolucionados que abran el mercado al producto adaptado al diseño, no a la inversa.

Se dice que la construcción es el único (o de los únicos) sector en el que por mucho que avancen las tecnologías y las técnicas, siempre será imprescindible la mano de obra ¿Cree que esta afirmación puede quedar obsoleta si se impone la utilización de estos sistemas o, en todo caso, cual sería la transformación que experimentaría el panorama laboral? ¿Morirá la ejecución artesanal?

Cada sistema tiene su parcela. Lo que está claro es que fabricando 500.00 viviendas, e incluso muchas más en esta última época, no es serio evitar la fabricación seriada. De hecho ha sido un error gravísimo, una oportunidad perdida que la industria pagará muy caro. El usuario quiere una casa estándar, eso sí, la mejor posible al mínimo precio: el marco perfecto para un producto industrial. El diseño hace tiempo que la arquitectura lo puede ofrecer, pero el sector de la construcción, por inercia, sigue empeñado en fabricar los Seat Ibiza hechos a mano como “maseratis” perdiendo todo margen de beneficio en el camino.

Al hilo de la anterior cuestión, ¿cómo debería abordarse el desarrollo parejo del uso de prefabricados de hormigón y la transformación de la cualificación de los operarios?

Hoy la formación, desde la FP hasta las Escuelas de oficio, sólo piensa desde la tradición, no se forma al operario del 2012 o 2020. Finalmente siempre son las empresas quienes reciclan a su costa al trabajador, con el peligro permanente de perderlo una vez cualificado a manos del competidor.

El Estado, y si no es éste, deberá ser la agrupación de prefabricadores, debe ponerse en marcha para crear una línea de formación con vistas al futuro. Por su propio interés.

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