El cerramiento del siglo XXI: innovación y humanismo
Todos los cerramientos están vinculados a la época histórica en la que surgieron. Por ejemplo, la capa interior de ‘opus caementicium’ que se vertía entre las ‘opus’ de piedra o ladrillo era una característica del imperio romano; los árabes trabajaron el tapial, utilizaron el barro, la cal, la arena, también la piedra en sillería o en mampuesto, la azulejería, el yeso; en la época románica, que fueron tiempos de escasez, se usó la piedra y una cantería bien tallada; en el gótico, los cerramientos eran principalmente de piedra porque ésta resistía la compresión de las cargas. Aparecieron nervios, arbotantes y contrafuertes, y se incorporaron el ladrillo y el vidrio, cuyo desarrollo sigue sobrecogiendo por el espectáculo de color que ofrece cuando la luz lo traspasa.
El cerramiento antiguo está asociado a la carga estructural. No será hasta el siglo XX, cuando se haya desvinculado de la estructura y surjan la planta y la fachada libre, cuando se hable de arquitectura moderna. El desarrollo de la tecnología, y en concreto del hormigón armado, tuvo una gran influencia. Los huecos que horadaban el cerramiento ya podían ser grandes, incluso alargados. El tamaño de producción del vidrio aumentó. En países de clima fríos, el muro empezó a incorporar materiales resistentes al frío y a la humedad, como el corcho.
En España, con libertad técnica y creativa aparecieron limitaciones normativas para vivienda protegida y, en 1969, las ordenanzas provisionales del Ministerio de la Vivienda dividieron el país en dos zonas climáticas para limitar la transmitancia térmica.
En 1977 el Gobierno aprobó un marco unificado para la normativa de la edificación compuesto por las Normas Básicas de la Edificación (NBE), de obligado cumplimiento, y las Tecnológicas de la Edificación (NTE), sin carácter obligatorio. Como consecuencia de la segunda crisis energética de los años setenta, la NBE-CT 79 sobre condiciones térmicas en los edificios fue la primera norma moderna que exigió aislamiento térmico.
Con estos requisitos, vigentes desde 1980 hasta 2006, no bastaban las soluciones del medio pie, cámara y tabique, y el aislamiento térmico en cámaras de fachadas y cubiertas pasó a ser un estándar normal.
En el año 2006, el Código Técnico de la Edificación (CTE), que armonizaba con normativa europea y plasmaba los objetivos de la Ley de Ordenación de la Edificación (LOE), tradujo a la técnica un lenguaje lleno de aspiraciones de calidad, habitabilidad, seguridad y bienestar. A partir de este momento, el cerramiento se convierte en envolvente, que podría definirse como un sumatorio de distintos subsistemas constructivos, con la descripción de su comportamiento frente a las acciones a las que está sometido (peso propio, viento, sismo, etcétera), fuego, seguridad de uso, evacuación de agua y comportamiento ante la humedad, el aislamiento acústico y térmico considerando la demanda energética máxima prevista del edificio para condiciones de verano e invierno. La eficiencia energética o el control de calidad también están ligados ahora al cerramiento.
La densidad normativa que rodea al cerramiento no limita la libertad para afrontar, creativamente, retos como la emergencia climática, sin duda, el más importante de nuestro tiempo para conseguir que nuestros edificios sean más sostenibles y resistentes. Para eso, hay que evitar caer en la autocomplacencia y asumir los desafíos con un enfoque holístico y transversal que incluya investigación, innovación y humanismo para garantizar el bienestar de los/as usuarios/as y proteger el medio natural.
