Entrevista a Miguel Ángel Fernández López, director técnico de Tedagua
26 de enero de 2011
¿Cuáles serían los factores a tener en cuenta en el diseño y construcción de una planta desaladora?
Son diversos, aunque entre ellos podemos destacar la ubicación, dónde se va a instalar la desaladora (distancia respecto al mar, etc.); características físico-químicas del agua de mar; parámetros exigidos del agua tratada, por ejemplo, nivel de calidad de toda aquella desalada (uso, legislación); el cliente, en cuanto a especificaciones, regulaciones particulares, si es público o privado.
En el funcionamiento de una planta desaladora intervienen varios elementos. Desde la captación y bombeo del agua de mar hasta el almacenamiento final del agua tratada. ¿Cuáles son los equipos habituales y cómo funcionan?
En síntesis, una desaladora de agua de mar se divide, básicamente, en los siguientes sistemas: captación de agua de mar y bombeo, ya sea mediante toma abierta, pozos playeros, galerías filtrantes, etc.; pretratamiento a partir de la calidad del agua de mar –estos pretratamientos pueden ser simples filtraciones, o sistemas muy complejos formados por sistemas físico-químicos y membranas (ultrafiltración o microfiltración)– con el propósito de eliminar todos los contaminantes físico-químicos que puedan afectar de manera negativa al funcionamiento de la ósmosis inversa; y tratamiento mediante ósmosis inversa, el verdadero corazón de la instalación, con el que se reduce el nivel de sales del agua de mar, hasta valores consignados. Este último paso dependerá de la exigencia legal o los requerimientos de los clientes y puede ser de un paso o varios. Por último, cabe citar el post tratamiento o acondicionamiento del agua, etapa formada por sistemas de desinfección y remineralización hídrica, que actúa para que el agua tratada cumpla con los requisitos exigidos por las distintas regulaciones.
En su opinión, ¿qué requisitos debe tener una instalación de este tipo para ganar eficiencia por metro cúbico de agua desalada?
La mejora de la eficiencia en una planta está condicionada por la experiencia del diseñador en el uso eficiente de las tecnologías disponibles en desalación, que le permitan tener en cuenta, en cada elemento del diseño, aspectos como un ahorro eficiente.
En el mercado de la desalación, los últimos estudios y avances se dirigen al ahorro de costes, tanto en el consumo energético como en el coste final de agua desalada. Actualmente, y por el proceso de ósmosis inversa, las desaladoras consumen de 3 a 3,5 kilovatios cada hora y metro cúbico producido, que cuesta alrededor de 0,5 euros. Además de la incorporación de energías renovables, ¿qué tecnologías contribuirían a reducir aún más estos costes?
La desalación ha reducido mucho los costes de construcción, debido a las economías de escala, y a los sistemas nuevos de recuperación de energía. Todo ello ha repercutido en un coste inferior del precio del m3/desalado. Hoy en día, se experimentan nuevas tecnologías de evaporación a baja presión, con plantas de pequeña escala y piloto, que pueden reducir los costes de operación. Aún queda mucho hasta lograr una viabilidad competitiva (experiencia) con las tecnologías actuales. En estos momentos, los constructores trabajamos en la optimización, al máximo, de las instalaciones, así como los fabricantes de membranas, equipos electromecánicos y fabricantes de reactivos.
Durante los últimos años, la desalinización se ha convertido en una de las mejores alternativas para el abastecimiento en las zonas de litoral. Todas las plantas desaladoras cuentan con una declaración de impacto ambiental previa. Básicamente, ¿qué se contempla en una declaración de este tipo?
Los estudios y la declaración de impacto ambiental buscan y analizan la repercusión de la estación desaladora en el medio, dónde se sitúa, como cualquier construcción y el impacto de la salmuera en el medio marino. Actualmente, los estudios de simulación de la dilución y el buen conocimiento de la flora y fauna marina aseguran que cualquier desaladora a instalar no ejerza ningún efecto sobre estos últimos.
Hasta la fecha, Tedagua ha participado en la construcción de las plantas desaladoras de agua de mar de Águilas y Gran Canaria en España o las de Skikda, Beni-Saf y Honaine en Argelia, entre otras. ¿Cuáles son los principales proyectos, en materia de desalación, previstos tanto dentro como fuera del país?
En lo que concierne a nuestro país, el programa A.G.U.A prácticamente ha llegado a su fin, y las oportunidades que se presentan se dirigen más hacia el mercado residencial, de servicios e industrial. Nuestra gran apuesta se halla ahora en el mercado internacional. En India, China, Australia, Emiratos árabes, América y norte de África, por ejemplo, están invirtiendo en desalación y, en este sentido, se están licitando plantas de grandes dimensiones en las que las empresas españolas tenemos un gran protagonismo. En la actualidad, Tedagua construye plantas (además de las ya mencionadas en Argelia) en los Emiratos Árabes y también en Australia.
En síntesis, ¿la desalación de aguas salobres y de mar aún se considera un proceso complicado, caro y de fiabilidad relativa? De ser así, ¿qué se debería hacer para cambiar esta percepción?
La desalación de agua ya es una tecnología muy probada, con grandes referencias y donde la empresa española es líder. El cambio de percepción tan solo es una cuestión cultural que se solucionará con el tiempo. Para lograrlo, desde la Administración y las empresas se deben hacer campañas de formación y sensibilización a los ciudadanos, como ya sucede en otros países.
“En el mundo se estima que llegaremos a los 100 millones de m3 diarios de agua desalada producidos, en un plazo de cinco años como máximo con los que se abastecería a casi 500 millones de personas”. Nos lo comentaba Manuel Rubio Visiers, presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización, durante el reciente congreso que se celebró en Barcelona. Así pues, ¿se puede considerar el sector de la desalación como emergente o ya consolidado?
Se podría considerar consolidado, aunque con expectativas de crecimiento durante los próximos años.