Definiendo la normativa de ordenación
El sector porcino en España: retos e incertidumbres
El porcino es un sector ganadero estratégico para nuestro país, tanto desde el punto de vista productivo como económico. No en vano, el sector porcino español se configura como el más importante de nuestra ganadería y el que contribuye, en mayor medida, a la renta de nuestros ganaderos. Las últimas estimaciones del departamento para 2022 cifran su valor económico en más de 10.000 millones de euros, lo que supone casi un 41% de la producción final ganadera.
Se trata, además, de un sector que ha crecido de forma exponencial en los últimos años, hasta alcanzar más de 5,1 millones de toneladas de carne producida al año y casi tres millones de toneladas de carne exportada, según los últimos datos de 2022. Estas cifras consolidan a España como tercer productor a nivel mundial de carne de porcino, tanto por volumen de ésta como por censo de animales, únicamente por detrás de China y Estados Unidos, y el primero en el marco de la UE, por delante de Alemania, líder histórico esta producción en Europa. Asimismo, España es actualmente el segundo exportador mundial de carne de porcino, únicamente superado por Estados Unidos.
Esperanza Orellana, directora general de Producciones y Mercados Agrarios del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA).
Al margen de los datos estructurales, el sector encara actualmente una coyuntura de mercado delicada, marcada por la inflación y los elevados costes de producción por el encarecimiento de las materias primas, que no hicieron más que agravarse con el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, algunos problemas sanitarios en las granjas y la evolución del mercado chino, con una caída brusca de su demanda, entre otros aspectos. Todo ello ha generado una situación de incertidumbre e inestabilidad en la oferta, a la que debemos sumar los cambios inherentes que deberá afrontar el sector respecto a las exigencias normativas que le son de directa aplicación y las que están por venir a medio plazo.
Retos e incertidumbres
Es innegable que el sector porcino debe afrontar numerosos retos en lo que se refiere a la sostenibilidad de sus producciones. En primer lugar, desde un punto de vista estructural es necesario plantearse la necesidad de crecimiento del sector en eficiencia, y no solamente de dimensión. La opinión pública sobre la influencia de la ganadería en el medio ambiente o el bienestar animal es cada vez más exigente, y tiene al sector porcino en su punto de mira. Por ello, este sector debe mostrarse transparente, receptivo y proactivo con los cambios que demanda nuestra sociedad, puesto que la sostenibilidad de la producción debe ser el actual motor de crecimiento de este sector ganadero.
Es necesario, no obstante, destacar la profesionalización, capacidad de adaptación y resiliencia que caracterizan a nuestro sector porcino. Éstas le han de servir, como así ha sido hasta la fecha, para dar un paso adelante en el desarrollo de acciones proactivas en relación con los retos presentes y futuros, y las nuevas exigencias normativas que puedan sobrevenir, derivadas de la regulación en materia de reducción de emisiones o de bienestar animal, entre otros aspectos.
Precisamente, en el marco de las nuevas exigencias normativas, la revisión de la relativa a la ordenación de los sectores ganaderos está siendo el epicentro de los trabajos del departamento que dirijo en aras de mejorar la sostenibilidad de las producciones. Se trata de un proyecto legislativo ambicioso, pero, a la vez, proporcionado y acorde a la realidad de nuestra ganadería. A este respecto, el sector porcino ha sido pionero, como en otros muchos ámbitos, en lo que a la revisión y renovación de su ordenación se refiere, puesto que el real decreto anterior, vigente desde el año 2000, estaba obsoleto en muchos de sus aspectos.
Así, ya en febrero de 2020 se aprobó el Real Decreto 306/2020, de 11 de febrero, por el que se establecen normas básicas de ordenación de las granjas porcinas intensivas. Con su publicación en el Boletín Oficial del Estado, se culminaba un proceso de casi tres años de debate y tramitación, durante el cual, desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, se pretendió implicar a todas las partes interesadas -productores, autoridades competentes y sociedad civil- en la redacción de una norma que debía sentar las bases de la porcicultura de las próximas décadas en nuestro país.
Cerdas gestando en una explotación ganadera
Esta normativa, y su gradual implementación en estos dos años que lleva de vigencia, constituye una potente herramienta para dar respuesta a los retos sectoriales que apuntaba anteriormente. Podemos destacar una serie de pilares básicos que constituyen a la vez los principales objetivos de la norma y que están estrechamente relacionados con los condicionantes actuales del sector porcino.
Por un lado, la nueva normativa incorpora un mayor nivel bioseguridad, motor clave para el desarrollo económico de las granjas porcinas. De ella dependen no solo aspectos individuales, como un mejor y más exhaustivo cuidado de los animales y una mejor productividad de las granjas, sino que, a nivel global, el estatus sanitario de toda la cabaña porcina española es un factor clave para garantizar su acceso a mercados exteriores, aspecto que constituye, a su vez, la clave del desarrollo del porcino en nuestro país. La proximidad de enfermedades como la peste porcina africana (PPA), que avanza por Europa, o la fiebre aftosa, presente en el Norte de África, hacían necesario incidir y ser más escrupulosos y estrictos en los aspectos sanitarios.
Al margen de la bioseguridad, aspectos como la formación del personal, o un mayor control documental del día a día de las granjas, contribuyen también a mejorar la sanidad del conjunto del sector. Además, desde un punto de vista sanitario, es importante señalar el reconocimiento de la competencia que los veterinarios tenemos en materia de asesoramiento en ganadería, a través del desarrollo de la figura del veterinario de explotación.
Otro de los pilares básicos de la normativa de ordenación, especialmente importante en el contexto social actual, son las cuestiones relacionadas con el medio ambiente a través de, entre otros aspectos, la implantación de las mejores técnicas disponibles en las granjas. La mayor ambición medioambiental de la normativa de ordenación posibilitará el cumplimiento de los compromisos de España en relación con la protección de los suelos y aguas, y en particular en la lucha contra el cambio climático y la reducción de emisiones contaminantes. El sector porcino tiene un desafío de primera magnitud: la reducción de emisiones de amoniaco en el escenario 2020-2030.
Exteriores de una granja porcina
Los aspectos de control medioambiental en granja deben compatibilizarse además con una adecuada gestión de estiércoles, bien a nivel de explotación o bien mediante un uso agronómico adecuado, que garantice el valor de este subproducto y minimice el impacto ambiental y, por ende, su repercusión social. Los aspectos medioambientales de la producción son además una cuestión capital en la imagen que la sociedad tiene de esta actividad. Es necesario que el sector asuma una posición activa en lograr minimizar el impacto medioambiental de la producción porcina.
Finalmente, no podemos obviar otro aspecto de rabiosa actualidad que apunta directamente a la actividad ganadera en general, y a la porcicultura en particular, como es el debate en torno al bienestar animal en las granjas. La Comisión Europea (CE) ya ha anunciado que, este mismo año, presentará la propuesta de un paquete legislativo que actualizará la regulación sobre bienestar animal en la cría de animales, transporte, matanza y etiquetado.
Esta iniciativa legislativa forma parte de la “Estrategia de la granja a la mesa para un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente”, que a su vez se integra en el Pacto Verde Europeo, lo que coloca a las actuaciones para asegurar el bienestar animal como otro elemento de la sostenibilidad de la producción ganadera de la Unión.
Conclusiones
Como se ha explicado en el primer epígrafe, el sector porcino español es un sector que ha experimentado un enorme crecimiento, sobre todo, en la última década. Un crecimiento que ha tenido aparejado un proceso de reconversión, con una disminución paulatina del número de explotaciones de menor tamaño, y ha estado muy marcado por el crecimiento en mercados exteriores, con excesiva dependencia de algunos destinos, incluso. Esto supone, sin lugar a duda, una mayor responsabilidad respecto a los estándares a cumplir a todos los niveles. Además, este crecimiento ha de ser sostenible, desde el punto de vista social, económico, y medio ambiental, lo que ha derivado en el establecimiento de nuevos requisitos que permitan afrontar los retos de este sector a medio plazo y consolidar, a su vez, su crecimiento y liderazgo.
Además, hay que ser consciente de que la percepción que tiene buena parte de la sociedad española del sector porcino, y de otros sectores agroalimentarios, ha empeorado a lo largo de los últimos años, a pesar de los esfuerzos en la implantación de los nuevos requisitos que han de cumplir las granjas y de la mejora de las condiciones sanitarias, medioambientales y de bienestar de los animales en las mismas.
Por ello, la modificación de la normativa de ordenación ha sido un elemento fundamental para poder afrontar buena parte de los retos sectoriales, manteniendo el crecimiento ordenado del sector, pero siempre teniendo presente que una norma de ordenación no puede abordar todos los problemas y necesidades del sector ganadero. Sin embargo, y precisamente por ello, considero que el sector porcino tiene la solvencia y el liderazgo suficiente como para hacer frente, e incluso adelantarse, a los debates y preocupaciones de la sociedad, así como a las exigencias normativas que le sean de aplicación. Sin ir más lejos, así lo está demostrando con la aplicación e implementación de los nuevos requisitos normativos en materia sanitaria, medioambiental y de bienestar animal.
En definitiva, el ejemplo del sector porcino, probablemente el más dinámico de los sectores ganaderos nacionales, puede servir para construir las bases estratégicas de la ganadería en el futuro, y con ello de la cambiante relación que la actividad ganadera ha tenido con la sociedad en nuestro país en los últimos años.
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