Idrica propone seis fases para mejorar la eficiencia energética en las operadoras de agua
Idrica propone seis fases que deben ser afrontadas por las empresas de distribución de agua potable y saneamiento para mejorar su eficiencia energética, un área en la que es imprescindible actuar, puesto que el coste energético que deben asumir las operadoras de agua supone entre el 5% y el 30% de sus costes totales, “pudiendo llegar hasta un 40% en algunos casos”. Fuentes de la compañía valenciana señalan que la energía es imprescindible para el funcionamiento de los servicios de distribución de agua potable y saneamiento, por lo que “cualquier mejora en la eficiencia energética, ya sea por el ahorro de agua, de energía o la mejora de los procesos, se traduce directamente en una disminución de los costes y un incremento de la eficiencia económica”.
Para lograr la eficiencia energética no solo es necesaria la existencia de un plan de ahorro de energía, derivado de un estudio o diagnóstico, “sino que es clave contar con un Plan de Optimización Energética que garantice la mejora continua”, señala José Antonio Martínez, Water Specialist de Idrica. Una de las ventajas que aporta un plan de este tipo es que perpetúa las iniciativas de mejora de la eficiencia energética, que suelen implementarse de forma inconexa y puntual. Desde la compañía valenciana se aboga por “establecer protocolos y metodologías que garanticen que los beneficios resultantes de la eficiencia energética se van a obtener de manera permanente y continua”.
Obtención y análisis de parámetros
La elaboración e implantación de un Plan de Optimización Energética, consideran en Idrica, se estructura en seis fases. La primera de ellas consiste en recopilar la información básica. En ella se registran y sistematizan los datos de energía que tendrán influencia en el análisis de los objetivos del plan.
La segunda etapa es la del tratamiento y análisis de la información. En ella se clasifica y ordena toda la información obtenida, para lo cual se utilizan herramientas informáticas que agrupan datos, digitalizan documentos o adaptan formatos. Con la información obtenida, se debe analizar la instalación, un proceso que permite identificar los procesos y la relevancia del consumo de energía. Tomando como referencia las conclusiones de este análisis se genera un ordenamiento cuantitativo. Con estos datos, “se deberá definir una estrategia para el trabajo de campo, poniendo énfasis en las áreas más interesantes desde el punto de vista energético”, subraya Martínez.
El tercer escalón es el que se centra en la toma de datos y mediciones de campo de los parámetros eléctricos e hidráulicos “que permitirán realizar los cálculos de pérdidas y balance energético de los equipos que intervienen en los procesos de las instalaciones incluidas en el Plan de Optimización Energética”, señalan desde la Idrica, que está presente en “Europa, Estados Unidos, Oriente Medio, África y América Latina con soluciones que dan servicio a más de siete millones de usuarios”.
Con estos datos se determinan los elementos que presentan un importante potencial de ahorro y se generan “las propuestas de medidas de mejora correspondientes. Las mediciones deben estar enfocadas en el establecimiento de la línea base de los procesos y de la instalación en su conjunto”. Esta fase es clave, ya que “de una correcta medición de dichos parámetros dependerá que se obtengan, o no, buenos resultados en el mismo”, remarca Martínez.
El diagnóstico energético centraliza la cuarta fase. En ella se incluyen las evaluaciones de la eficiencia energética de la infraestructura, basándose en datos obtenidos previamente, como el cálculo de las pérdidas descritas para obtener los balances específicos de cada sistema, y de los indicadores energéticos; el análisis estadístico de los mismos; la elaboración de los balances de energía, así como el análisis de la operación y las prácticas de mantenimiento.
La transformación de energía mecánica en hidráulica, punto crítico
Martínez apunta que “las mayores pérdidas de energía se presentan durante la transformación de energía mecánica en hidráulica (bomba a red hidráulica), que en algunos casos alcanza valores de entre el 40% y el 45%. Aunque, una vez recibida la energía en el motor eléctrico, no es extraño encontrar sistemas de bombeo con pérdidas de hasta el 60%”. El especialista de Idrica también señala que “en ese rango del 40%-45% precisamente se encuentran las oportunidades que se exploran más adelante, como producto de la optimización de la operación hidráulica. Es allí donde también se presentan oportunidades importantes de ahorro de energía”.
En la quinta etapa se determinan las propuestas de mejora, que deben optimizar el buen uso de la energía “y abarcar todas las oportunidades posibles, tanto de ahorro energético como económico, incluidas tanto las medidas sin o con baja inversión, como las que sí requieran una importante inversión”.
En general, añaden desde Idrica, las acciones determinadas en cada proyecto están orientadas a controlar y optimizar las variables que afectan el consumo y el coste energético. Estas acciones, según la empresa surgida de “de la transformación digital de Global Omnium”, pueden ser, “principalmente, de los siguientes tipos de medidas: para incrementar la eficiencia de los motores y la eficiencia de las bombas, para la reducción de pérdidas en las instalaciones eléctricas y, finalmente, medidas relacionadas con la tarifa de energía o la implantación de energías renovables”.
La última fase es la de control y seguimiento. “Una vez que se ha llevado a cabo un Plan de Optimización Energética, es de vital importancia establecer un protocolo de seguimiento, para asegurar que las acciones implantadas se van a continuar en el tiempo, y a su vez, detectar cualquier variación que se produzca en nuestro sistema”, apunta José Antonio Martínez.
Así, debe garantizarse “que la explotación dispone de las herramientas necesarias para realizar dicho seguimiento. Por un lado, es necesario implementar equipos de medida, que garanticen datos en los intervalos correctos, y por otro, que estos puedan ser procesados y analizados de manera que esta tarea suponga el empleo del menor tiempo posible por parte del gestor”.
Tras la implantación de un Plan de Optimización Energética, Idrica identifica cuatro beneficios: la obtención de un conocimiento suficientemente fiable de los equipos instalados y del consumo energético de cada instalación; la detección de los factores que afectan al consumo de energía; la medición del punto de funcionamiento y rendimiento de cada equipo con el objetivo de conocer su eficiencia, y por último, la identificación, evaluación y ordenación de las distintas oportunidades de ahorro de energía, en función de su rentabilidad, concluyen las mismas fuentes.