La gestión del agua en un mundo cambiante: escasez, contaminación ambiental y nuevos riesgos
José Manuel Marín, director técnico de agua de Veolia España
30/03/2020Actualmente, la gestión del agua se enfrenta a tres grandes desafíos. El primero de ellos es la escasez. La explosión demográfica, la creciente urbanización y el cambio drástico que se ha producido en el estilo de vida de las clases medias han provocado que no haya agua suficiente en aquellos lugares en los que hace falta. Según la Food and Agriculture Organisation (FAO) en su informe “Hacer frente a la escasez de agua” (Coping with water scarcity), el 40% de la población mundial ya vive en áreas afectadas por el estrés hídrico y, en 2025, más de dos terceras partes de la población experimentará problemas relacionados con el agua.
El segundo desafío es la contaminación ambiental. Episodios como las invasiones de algas en distintos puntos del planeta han servido para concienciar sobre la fragilidad de los recursos hídricos. Por ello, se hace necesaria la implementación de políticas sólidas en materia de vertidos en entornos naturales. Según la ONU, más del 80% de las aguas residuales se vierten en los cauces sin ningún tipo de tratamiento, lo que supone un derroche innecesario no solo porque el agua puede reutilizarse más de una vez, sino también porque contamina los entornos naturales y dificulta el acceso a agua de buena calidad.
Finalmente, la gestión del agua afronta una serie de nuevos riesgos. En los últimos años, han surgido amenazas que tendrán un impacto importante en los recursos hídricos, como la microcontaminación relacionada con el uso masivo de nuevas moléculas químicas, la inestabilidad del mundo en el que vivimos o el cambio climático. Hoy, el 90% de los desastres naturales están relacionados con el agua o tienen un impacto en este recurso y es que las inundaciones, tormentas o sequías pueden causar estragos en la comida, la salud, la energía o el medio ambiente.
El agua es un bien medioambiental y social, lo que hace que su gestión sea aún más difícil y compleja.
El mundo debe adaptarse a estos cambios y amenazas, por lo que el desarrollo de estrategias de resiliencia se hace fundamental. El agua no puede considerarse únicamente como un bien económico o una comodidad. Se trata de un bien medioambiental y social, lo que hace que su gestión sea aún más difícil y compleja. Los aspectos técnicos, institucionales, organizacionales y regulatorios deben tenerse en cuenta, además de los riesgos financieros, societarios y medioambientales. Por ello, el agua nunca debe tratarse como un asunto aislado sino como la suma de todos estos aspectos interdependientes.
Solo un enfoque global hará posible cubrir estas necesidades, tal y como hicimos desde Veolia junto a Swiss Re tras el huracán Katrina en Nueva Orleans. Para ayudar a la ciudad a desarrollar un plan de resiliencia, además de prepararse ante este tipo de sucesos, reforzar la resistencia de infraestructuras importantes y acelerar la recuperación económica tras una catástrofe, ambas compañías nos comprometimos a ayudar a la ciudad a mejorar la gestión de activos críticos, incluyendo los sistemas de agua potable y aguas residuales, para permitir su reparación tras un incidente de este tipo.
Las ciudades tienen que lidiar con asuntos como la calidad del agua y la continuidad del servicio, el control del gasto, el acceso a los recursos y la inclusión social.
Otro de los aspectos en los que las ciudades deben centrar sus esfuerzos es en garantizar una buena gestión de sus redes, así como en la necesidad de disminuir las pérdidas de las mismas. Según el Estudio sobre los servicios de abastecimiento y saneamiento de agua urbana en España de la CNMC, las pérdidas de agua en los municipios españoles alcanzan el 25% debido, principalmente, a fugas de agua, roturas y averías en la red de distribución. Este porcentaje se eleva hasta el 50% en América Latina.
Las ciudades tienen que lidiar con asuntos como la calidad del agua y la continuidad del servicio, el control del gasto, el acceso a los recursos y la inclusión social. Por ello, es necesario ofrecerles soluciones que les ayuden a ser más resilientes ante situaciones extremas, más inteligentes, más prudentes en el uso de sus recursos naturales, más inclusivas y, en definitiva, que sean lugares más agradables en los que vivir.