De cereal a almendro en seto, un aprendizaje intensivo
Asesoramiento y formación resultan fundamentales para introducirse en el cultivo de leñosos superintensivos. Los nuevos productores destacan la eficacia de los tratamientos y la mecanización como principales ventajas de un cultivo “manejable”.
La decisión de transformar una parcela de cereal a un cultivo de almendro en seto exige un aprendizaje continuo y rápido. La entrada en producción al segundo año demuestra que el agricultor debe cometer los menos fallos posibles para no perder ninguna oportunidad, obtener el rendimiento previsto desde el principio y aprovechar todo su potencial. Pero, ¿cómo se adapta un productor sin experiencia? ¿Qué es lo más difícil? ¿Se confirma la rentabilidad?
Isaac Blanco y José Moro son dos agricultores de Valladolid. Se encuentran en la Denominación de Origen Rueda donde la uva verdejo tiene todo el protagonismo. Y ambos han apostado por cultivar almendro en seto en parcelas dedicadas con anterioridad al cereal como un nuevo cultivo para sus explotaciones.
Los suelos en esta zona son, en general, franco-arcillosos, “no es ni todo arena ni todo canto”, resume José Moro. Las producciones de cereal no suelen ser elevadas y toca buscar alguna alternativa para aquellas parcelas que no están de viñedo y en las que el trigo y la cebada han rotado habitualmente con algún cultivo de regadío como la remolacha, la patata o el maíz.
Ellos, en cierto modo, parten con una gran ventaja: toda su experiencia del viñedo está al servicio del almendro. También su maquinaria. Cultivador, despuntadora, atomizador… sirven para ambos cultivos. Y en el momento de la cosecha, las vendimiadoras únicamente deben cambiar su tren para recoger también la almendra. Así que, desde el principio, han comprobado que la alternativa se adapta como un guante a su explotación con el beneficio de la mecanización total.
Otras veces, en cambio, no existe una experiencia previa con cultivos leñosos. Es el caso de agricultores como Blas Donis, que tiene su plantación en San Cebrián de Campos, en la zona centro de Palencia. Para él todo era nuevo cuando en 2019 decidió apostar por el almendro superintensivo para dar un giro a su explotación donde hasta entonces predominaba el cereal, el girasol, el maíz y la remolacha.
Blas Donis reconoce que el paso no fue sencillo para diversificar su producción, pero tres años después no le ha resultado un cultivo problemático. “Antes de ponerme en marcha me preocupé mucho de aprender de otros. Es verdad que tengo que estar todo el día asesorándome y si veo algo raro rápidamente hablo con los técnicos… poco a poco voy aprendiendo y me parece un cultivo manejable”.
Efectivamente, para aquellos agricultores que no tienen experiencia previa en cultivos leñosos la formación resulta imprescindible, como explica Juan Ruiz, distribuidor de Agromillora y que, además de tener almendros en superintensivo propios, realiza trabajos de plantación y asesoramiento para otros cultivadores. “Por suerte, y a diferencia de lo que ocurría hace algunos años, ahora es más fácil formarse en este cultivo. Es recomendable ir a ver otras plantaciones, estar en grupos de WhatsApp, obtener información y tener a mano a algún asesor o técnico del que poder tirar y que tenga experiencia en el cultivo”, explica.
En el caso concreto de un cerealista que se interesa por el almendro en seto, la adaptación es más difícil porque no tiene ni experiencia ni maquinaria. De entrada, se encuentra con un cultivo muy distinto a uno anual y “debe tener claro” que requiere más trabajo a lo largo del año debido a la poda, los tratamientos, el control de adventicias o la fertilización. “El que no sea de leñosos tiene que estar con alguien detrás”, resume Juan Ruiz, que recuerda que existen formaciones de Agromillora o de plataformas como Synergy Nuts, impulsada por la Universidad de Cartagena, sobre las particularidades de esta técnica ante las dificultades que han de surgir, sobre todo en los primeros años.
Juan Ruiz (izq) junto a José Moro en una plantación de almendros en superintensivo en la provincia de Valladolid.
Las expectativas
José Moro, de 43 años, puso una primera parcela de 3 hectáreas en 2019, una superficie que no cubre el pivot que tiene en toda la finca, “así que era ideal para poner algún cultivo con goteo” y amortizar la inversión realizada en placas solares para extraer el agua del sondeo. Al año siguiente adquirió una parcela de 3,5 ha justo en frente para volver a poner almendro en seto.
En la parcela de 2019, en la campaña del año pasado Moro obtuvo un rendimiento de 700 kilos de pepita por hectárea, lo que le sorprendió porque no soñaba con esa cifra. “La experiencia ha sido mejor de lo esperado en el poco tiempo que llevamos, pero todavía es pronto para sacar grandes conclusiones y tenemos que comprobar cómo se adapta el cultivo en esta zona”, explica.
Equipo para las labores de despunte de los árboles.
Porque, probablemente, uno de los mayores retos de estos productores consistirá en sortear las heladas tardías. Este año, muy complicado en numerosas zonas de España, los tres agricultores han conseguido salvar su producción y esquivar las bajas temperaturas con la variedad extratardía Penta. Se puede decir que han superado una gran prueba de fuego lo que les reafirma en que han acertado con la variedad. “Aun así, estoy convencido de que al menos cada cinco años nos pillará el hielo”, vaticina José Moro.
Entre la preparación del terreno, la planta, el sistema de riego, la malla… la inversión inicial del almendro superintensivo puede oscilar entre los 10.000 y los 12.000 euros por hectárea, con un coste adicional anual de unos 1.500 euros/ha en líneas generales
Poco a poco, los tres agricultores van sumando experiencias. Isaac Blanco, de 41 años, se toma su incursión en el almendro en seto como un aprendizaje y, para él, lo más importante es comprobar que el manejo es razonable y se adapta a la explotación familiar que gestiona junto a dos hermanos.
“Cuando empiezas, piensas en aprender y ver si el cultivo será viable en el tiempo, cómo se adapta a las heladas, a las enfermedades, a la formación del seto. ¿Viable económicamente? Ahora no lo sé. Lo más importante es ver si el cultivo funciona, si se adapta al clima, cómo es su manejo, cuánto produce de verdad aquí”, detalla Isaac Blanco que este año cogerá su primera cosecha. No se atreve a vaticinar un rendimiento en su parcela de 2,2 hectáreas, sobre todo porque existen zonas con más almendra que otras. Su experiencia, insiste, aún es muy corta para sacar grandes conclusiones: “Llevo 25 años en el viñedo y todavía hay cosas que te sorprenden. La agricultura es un aprendizaje de largo recorrido”.
La ilusión, no obstante y al igual que sus compañeros, la mantiene intacta. Blanco confía en lograr un cultivo que funcione al margen del viñedo “y que está totalmente mecanizado”, remarca. “Si es rentable en esta zona lograríamos quitar presión al viñedo y sería positivo para todos”.
Problemas y ventajas
Una de las ventajas más apreciadas por los agricultores del almendro en seto, como explica Juan Ruiz, pasa por la eficacia de los tratamientos fitosanitarios. El caldo del atomizador o nebulizador golpea contra “un muro” que por el tipo de hoja del almendro penetra bien en toda la superficie. Se consigue mojar perfectamente la hoja y controlar mejor la deriva del producto.
Mientras, la gestión del riego y la fertilización condiciona enormemente la producción y conseguir ajustar las cantidades óptimas en el primer año no es fácil. Más cuando cada campaña es diferente. “Un año seco con otro lluvioso no tienen nada que ver”, argumenta Isaac Blanco, “así que lo que tenemos que hacer los agricultores es acompañar a los cultivos dependiendo del año”.
Pero como ya se ha expuesto, el manejo totalmente mecanizado del cultivo supone su mayor atractivo por la escasez de mano de obra cualificada en el campo. Todos los agricultores coinciden en lo mismo: faltan cuadrillas para realizar trabajos de poda o eliminación de malas hierbas. “La mano de obra de temporeros está mal, y la que hay, exige”, explica Moro. “Falta gente que quiera interesarse por ello”, añade Blanco.
Por tanto, todos los trabajos, desde la poda hasta la recolección, los puede realizar una sola persona con la maquinaria adecuada. Solo el control de las malas hierbas el primer año puede exigir la participación de una cuadrilla. Según la plataforma Synergy Nuts, un operario puede gestionar hasta 100 hectáreas de almendro en seto.
En el caso de la zona norte, por ejemplo, existen pocas dudas y se debe acudir a las opciones extratardías para tratar de salvar las heladas como Penta, Vialfas, Lauranne, Makako… que irán sobre un portainjertos de bajo vigor como la serie Rootpac de Agromillora
Porque la formación correcta del seto supone la prioridad durante los primeros 3 ó 4 años. “No queremos árboles grandes, queremos formar un buen seto”, insiste Juan Ruiz. Cuanto más cuidada esté la plantación antes se logrará ese seto. La recomendación en esta zona consiste en despuntar en pisos de 30 centímetros. Y las ramas que se formaron hace dos campañas serán las que comiencen a dar almendras.
Por dónde empezar
Hay algunos detalles que es mejor no perder de vista. La reserva de la planta debe hacerse con unos ocho meses de antelación teniendo en cuenta que se colocarán entre 2.000 y 2.400 plantas por hectárea según el marco, que puede oscilar entre 3 y 4 metros de ancho entre filas y entre 1 y 1,5 metros entre árbol. La decisión de cubrir el suelo con una malla antihierba ya agujereada condiciona algunas tareas, como ubicar de forma previa el sistema de goteo, e incrementa los costes en unos 1.800 euros por hectárea. Por el contrario, desaparece uno de los quebraderos de cabeza iniciales.
La mejor orientación es norte-sur por el sombreo, aunque estará condicionada por la forma de la parcela. Las mejores fechas de plantación son en mayo y noviembre, siendo imprescindible regar nada más terminar este trabajo.
La importancia del riego radica en que el almendro en seto requiere entre 3.000 y 4.000 m3/ha en plena producción. Existen experiencias con riego deficitario que reducen la dotación a 800 m3/ha en parcelas frescas. En estos casos se opta por variedades clonales, obtenidas in vitro, es decir, son autoenraizados (sin portainjertos). El precio de la planta es menor (2 euros frente a 3,30 euros) y es una planta con mayor vigor “que se verá limitada por otros condicionantes como la menor disponibilidad de agua”, indica Juan Ruiz.
Lo que está claro es que los primeros años sirven de formación y aprendizaje. De tomar decisiones constantemente. La experiencia permite corregir decisiones erróneas y ver las cosas de forma diferente a cómo se planteaban en un principio. Por ejemplo, Blas Donis tienen que claro que él empezaría ahora en ecológico. Argumenta que por su ubicación considera que no tendrá excesivos problemas de plagas y enfermedades y, a la vez, sus producciones serán más cortas por las bajas temperaturas: “Tendremos que buscar un valor añadido a nuestra producción”. En definitiva, corregir y aprender. Y fallar lo menos posible.