Un sistema de cubiertas flotantes supone un ahorro de 36 millones de euros para el campo
31 de agosto de 2010
En España se contabilizan unas 50.000 balsas de riego con una superficie total aproximada de 182 millones de m2. La aplicación del Sistema de Cubiertas Flotantes Fotovoltaicas (SCFFV), patentado por Celemin Energy, sobre el total de estas balsas de riego contribuiría a un ahorro hídrico de 180 hm3 al año, teniendo en cuenta una evaporación media anual de 1,1 m3/m2. Simplificando, este ahorro equivaldría al consumo anual de agua en una localidad de 2,45 millones de habitantes, en base a un gasto medio de 200 litros por día y usuario. O lo que es lo mismo, casi la totalidad del agua que se gastaría en la provincia de Valencia, con un censo de 2,57 millones de ciudadanos, según el INE de 1 de enero del año 2009. Así lo asegura Jaime Sastre, director general de Celemin Energy, para quien el secreto reside en la capacidad del SCFFV para evitar la evaporación del 90% del agua que, de lo contrario, iría a parar a la atmósfera. “La inhibición de la radiación solar incidente sobre las láminas de agua que se obtiene mediante la cubrición con el sistema SCFFV –argumenta– implica también una reducción de las pérdidas de agua por evaporación. El agua se calienta menos al estar protegida de la radiación solar por esta cubierta flotante y así disminuye la evaporación”. Según el presidente de Celemin Energy, la evaporación media nacional ronda los 1.000 mm anuales, es decir, 1,00 m3/m2 de lámina de agua y año. “La colocación del sistema de cubiertas flotantes fotovoltaicas reduce las pérdidas hídricas en un 90%. Ello dejaría la tasa de evaporación en 0,11 m3/m2”, explica Sastre. Asimismo, y basándose en un potencial de ahorro de agua de 180 hm3 anuales así como un precio medio del agua de riego de 0,20 euros/m3, el directivo cifra un ahorro económico para el sector agrícola cercano a los 36 millones de euros por ejercicio. “Con estos datos, por supuesto que consideramos que el SCFFV puede jugar un papel vital en la mejora del balance económico de los agricultores españoles”, puntualiza. El sistema, creado para la instalación de plantas de producción de energía fotovoltaica dispuesta sobre cualquier superficie de agua; eso sí, exenta de fuertes oleajes.
Normalmente, el SCFFV se emplea para cubrir balsas y embalses de riego, resultando más eficiente que otros sistemas de cubrición. El más extendido en España, a fin de evitar la evaporación del agua, es la malla de sombreo dispuesta sobre balsas de pequeño y mediano tamaño, mediante una retículas de cables anclada al perímetro de la balsa. Las mallas, fabricadas con PE negro, se instalan en doble capa. “En el SCFFV, los flotadores de polietileno negro que cubren toda la balsa de riego, a excepción del perímetro de resguardo donde se dispone lona de PVC, equivalen a la malla de sombreo. Aunque en ambos casos tenemos una cobertura negra, en el nuestro los flotadores son materiales completamente opacos, y en las mallas de sombreo no”, justifica el director general de Celemin Energy, al comparar los beneficios de ambas tecnologías. Además, Sastre insiste en que las mallas de sombreo se disponen como cubiertas elevadas sobre el agua: “Esto permite la existencia de ciertas corrientes de aire por lo que aumenta la tasa de evaporación”. Algo que no sucede en el Sistema de Cubiertas Flotantes Fotovoltaicas, ya que la cobertura flota sobre la lámina de agua.
El sistema reduce el coste de filtrado del agua al impedir que se formen algas y depósitos de residuos
El SCFFV, diseñado por el ingeniero agrónomo Emilio Pons, aporta una serie de beneficios medioambientales y socioeconómicos. Respecto a los primeros, además de minimizar las pérdidas de agua por evaporación también incide en el menor consumo eléctrico en el filtrado de agua. El portavoz de Celemin Energy explica el porqué: “La instalación de la cubierta de la balsa, influye directamente sobre la radiación solar recibida por la lámina de agua. La ausencia o menor cantidad de radiación directa sobre la superficie del agua contribuye notablemente a reducir la aparición de algas y otros microorganismos. Así se disminuye el número de operaciones de lavado de filtros y, con ello, el consumo eléctrico derivado de los mismos. Se estima un ahorro de agua y energía superior al 20% en estas operaciones”. Por si ello no fuera suficiente, esta tecnología minimiza las emisiones de dióxido de carbono (43,8 toneladas de CO2 equivalentes por MW/año) e incide en la conservación de la cubierta vegetal frenando el riesgo de desertización, incrementa la calidad del agua para riego, aumenta la vida útil de la lámina impermeabilizante al evitar su exposición a la radiación solar así como la de la vida útil de los filtros.
Al evitar la radiación directa sobre la superficie del agua se frena la aparición de algas y otros microorganismos.
En relación a los beneficios socioeconómicos, desde Celemin Energy se asegura que esta tecnología representa una fuente de ingresos para la comunidad de regantes, disminuye costes en general, contribuye a la sostenibilidad de la agricultura y a la creación de puestos de trabajo: instaladores, empresas suministradoras, mantenedores, etcétera. “Consigue generar ingresos para las comunidades agrícolas, ya sea por venta de energía o autoconsumo. Sin embargo, de todos los beneficios que aporta, la principal repercusión económica viene dada por los ingresos fruto de la venta de energía y el ahorro hídrico logrado al minimizar las pérdidas de agua por evaporación”, puntualiza. El directivo también reconoce que todavía es “aventurado” efectuar cálculos estimativos acerca de la influencia económica que se pueda obtener hasta que esta tecnología no se implante a mayor escala y se cuente con datos “de primera mano”.
Una instalación fotovoltaica que no requiere de formación específica
Teniendo en cuenta que el potencial de instalación para todo el país es de 12.000 MW nominales –según apuntan desde Celemin Energy– y que la productividad media del SCFFV a nivel nacional se puede cuantificar en torno a 1.350 kWh/kWp, se obtiene una producción de 16.200 Gwh que se pueden destinar a la venta de energía, según la normativa vigente, o al autoconsumo, con lo que se conseguiría una estabilidad en el precio de la tarifa eléctrica durante la vida útil de las instalaciones, es decir 40 años. Por otra parte, esta tecnología resulta accesible para cualquier productor agrícola. “Como toda instalación fotovoltaica precisará de unas labores de operación y mantenimiento de las que se responsabiliza nuestra empresa. Además, esta tecnología no interfiere en el uso normal de las infraestructuras de riego por parte de los agricultores, sino que beneficia a estos al reducir la evaporación y suciedad del agua ya comentadas. En suma, es compatible con cualquier comunidad de regantes sea cual sea su capacidad técnica”, apunta Sastre.
Hasta la fecha, la primera experiencia práctica de una instalación de este tipo se ha llevado a cabo en la balsa ‘El Negret’ en la Central de Producción de Energía Fotovoltaica Virgen de la Paz en Agost (Alicante). Se trata de un sistema modular, muy flexible, que se adapta a la morfología de cualquier embalse de agua. “De hecho, las uniones articuladas que conectan los distintos flotadores para conformar la cubierta flotante, confieren a esta un comportamiento similar al que tendría cubrir estas superficies de agua con una tela”, asegura a modo de comparación. Aunque la estructura se pueda aplicar a cualquier comunidad autónoma o incluso exportar a otros países, se aconseja elegir zonas con mayor radiación solar. “Para hacerse una idea, existe una correlación a nivel nacional entre las zonas con mayor número de balsas de riego y los niveles de radiación solar, concentrándose las balsas de riego en la zona de levante y sur peninsular”. Actualmente, Celemin Energy ya ha iniciado las gestiones para lanzar este proyecto a nivel internacional aunque su director general da algunas pistas que facilitarían la fabricación y comercialización masiva de esta tecnología. “Sería bueno contar con el apoyo del gobierno mediante el establecimiento de una tarifa de retribución específica para el sector, valorando no solo la producción energética, sino los beneficios adicionales indirectos que se desprenden, especialmente en lo que a mejora de la gestión del agua se refiere”.