Vicente Navarro, Senior Vice-President del negocio de semillas hortícolas de BASF
BASF tuvo una participación activa durante el pasado Congreso Mundial de Semillas 2022. Vicente Navarro, Senior Vice-President del negocio de semillas hortícolas de BASF, destacó el papel de la obtención varietal para la alimentación de una población mundial creciente, que demanda productos sanos y sostenibles.
¿Qué hace falta para explicarle al consumidor qué se hace desde el mundo de las semillas?
Nosotros como empresa genética realmente no tenemos tantas opciones de llegar al consumidor. Vendemos genética y lo que el consumidor recibe es el fruto de ella. Es nuestro trabajo y de todos los miembros de la cadena de valor, desde el agricultor hasta el supermercado. Es importante tenerlo en cuenta, porque no producimos un producto industrial que al final del proceso cuenta con un control de calidad, que tiene un mensaje consistente de cara al consumidor final.
Esa ha sido la historia de las empresas de genética de semillas durante muchísimo tiempo, y considero que ese es el motivo por el cual hemos abandonado al consumidor, cuando él es nuestro cliente real. Y no solo nuestro, sino el de todos los miembros de la cadena, y entre todos deberíamos realizar un esfuerzo para no solo producir un producto que sea consistente de cara al consumidor final, sino también para dar un mensaje claro al respecto. En ese sentido, la industria de frutas y hortalizas está muy atomizada, observando exclusivamente lo que ocurre en su propia casa. Ha perdido el foco en cual es el cliente y qué es lo que quiere.
Es decir, ¿se ha trabajado mucho pensando en el agricultor y poco en el cliente?
El cliente común que tenemos es el consumidor, pero lo que le vendemos ha de ser algo sostenible desde el punto de vista económico para el agricultor. Tenemos muchos ejemplos en casa de productos fantásticos para el consumidor, prácticamente imposible de producir de una forma sostenible financieramente. Por lo tanto, debemos buscar un producto que solucione el problema que el consumidor demande, pero con el cual el agricultor y los miembros de la cadena también puedan ganar dinero. Por ejemplo, el consumidor está dispuesto a pagar por una sandía unipersonal lo mismo que paga por una sandía grande, lo mismo que paga por un producto alternativo, como un melocotón o un mango, pero el agricultor tendría que producir los mismos kilos que sacaría con estos productos alternativos.
¿Sabemos transmitirle al consumidor que tener una fruta u hortaliza disponible y con óptimo sabor durante los doce meses del año no es posible?
El consumidor final está acostumbrado a consumir el mismo producto los 12 meses del año y no es consciente de las limitaciones agronómicas que existen. Para hacerlo posible hay dos opciones, una es producir localmente invirtiendo muchísimo en calefacción, iluminación artificial, etcétera, o irte a un país donde no tengas que hacerlo, con lo cual tienes mayor huella de CO2 para traerlo hasta aquí.
Por ejemplo, hay muchos vegetarianos que no se dan cuenta que parte de los productos que demandan una alta huella de CO2 porque vienen de otra parte del mundo. O hay frutos como el aguacate, muy de moda, que todos sabemos que tiene una gran demanda hídrica y que está absorbiendo grandes recursos. Las tendencias se basan mucho en percepciones, pero esa no tiene que ser la realidad.
Además en la Unión Europea nos enfrentamos también a una producción cada vez más regulada...
Y ahora estamos en el mundo de la agricultura con dos procesos regulatorios tremendamente importante por parte de la Comisión Europea. Uno es la 'New Breeding Techniques', que va a definir la postura de la Unión Europea con respecto a las tecnologías que nos van a permitir pasar de los transgénicos y dar realmente respuesta a los grandes problemas que tenemos. Y la segunda es la que tiene que ver con el marketing en la regulación de la comercialización de variedades. Hasta ahora para introducir una nueva variedad de hortícolas en el mercado tenía que ser diferente, uniforme y estable. Ahora han introducido una segunda S, de sostenible. Por lo tanto, para cada nueva variedad que a partir de este momento queramos introducir hemos de probar que es más sostenible que las variedades precedentes.
¿Cómo probarlo? Sostenibilidad en la agricultura son muchas cosas: asegurar el rendimiento, resistencia a enfermedades, menos productos fitosanitarios a aplicar, pero también un sistema radicular que permita un mejor uso de los recursos hídricos o la adaptabilidad a grandes variaciones de temperatura que vienen con el cambio climático.
Pero eso nos posiciona realmente en una posición de desventaja respecto a nuevos actores que están apareciendo en el norte de África o en otras partes del mundo a los que estamos comprando muchas de esas frutas y hortaliza, y que no tienen esas obligaciones...
Eso ya ocurre a día de hoy. La regulación que hay en Europa es mucho más restrictiva que la existente en otras partes del mundo. Y cuando estos productos se importan no se tiene en cuenta cuál ha sido el proceso productivo que han llevado.
Gran parte de la investigación de BASF en frutas y hortalizas se realiza aquí en España. ¿En qué aspectos cruciales se está trabajando en vuestros centros?
Desde España básicamente investigamos todos los productos mediterráneos y los objetivos de mejora son globales. Por ejemplo, el pimiento, tomate o sandía que mejoramos en España, son productos que se consumen tanto en España como en otras partes del mundo. Obviamente lo que influye en España de forma particupar, por ejemplo, es el tema de resistencias. No son las mismas enfermedades las que atacan un cultivo en España, que las que pueden atacarlo en la India, México o Estados Unidos. Es cierto que cada vez hay más uniformidad en cuanto al consumo. Si visitamos un supermercado en Shanghái, París o Río de Janeiro cada vez ves más uniformidad en cuanto al producto final, y un buen ejemplo es lo que ha pasado con el negocio de sandías en España. Primero era de piel negra con pepitas, después pasó a ser la sandía rayada sin semillas, que era fácil de identificar. Luego esa sandía rayada sin semillas ha vuelto a pasar a ser una sandía negra sin semillas. Entonces, ¿qué busca realmente busca el consumidor final? Un producto le dé placer consumirlo, que esté bueno y que cumpla sus necesidades. Y esto lo hemos visto, por ejemplo, en Brasil. Hemos cambiado el mercado de sandía rayada de unos ocho kilos o diez kilos a una sandía negra de tres o cuatro kilos. ¿El consumidor es el mismo? Yo pienso que sí. Todos somos humanos y básicamente de lo que queremos es siempre lo mismo: convenience, porque no queremos invertir mucho tiempo en en cocinar; placer al consumir el producto; y la salud que nos da el producto final.
Tras asumir su puesto a nivel global, ¿qué otros aspectos ha podido observar que van más allá del mercado español?
¿Y se produce en este aspecto también una fractura también generacional?
Absolutamente. La visión que tienen mis hijos del mundo no es la misma de la que tengo yo y eso se refleja en lo que tienen en la nevera, que no es lo mismo que tengo yo. Durante todo este periodo de pandemia, cuando no hemos podido salir a comprar, hemos pedido que nos suministren en casa los productos que necesitamos. A mí y a mi mujer nos gusta ir dos horas al supermercado un sábado por la mañana y elegir los productos, mientras ellos prefieren invertir esas dos horas en hacer otras cosas que les llenan más. Pero como responsable de la empresa, no es mi generación la que va a definir cuáles son las necesidades de futuro de esa generación que está ahora accediendo al mercado de trabajo, que son los conceptos 'convenience' y 'healthy'.