Entrevista a José Francisco Valverde, profesor del Centro de Formación Profesional E.F.A. Campomar (Almería)
16 de diciembre de 2009
En su opinión, ¿a qué se debe el cada vez menor uso de fitosanitarios en la agricultura intensiva bajo plástico, especialmente en Almería?
El menor uso de fitosanitarios se debería achacar a varias causas. En primer lugar, el mercado demanda, cada vez más, alimentos saludables. Como usuario, si sospecho que un producto puede tener residuos tóxicos, dejo de consumirlo. En segundo lugar, se debe tener en cuenta la resistencia de las plagas a las sustancias activas de los plaguicidas. Es el caso del trips, una vez se encierra en la flor del pimiento. En concreto, la aparición del trips, hace unos dos años, fue el detonante para utilizar fauna auxiliar en nuestra provincia. Por otro lado, los productos fitosanitarios afectan negativamente al crecimiento y desarrollo de las plantas cultivadas, algo que ya aprecian los agricultores. Los plaguicidas frenan el desarrollo de las plantas, mientras que con el control biológico los cultivos crecen libres de toxicidad. Día a día, los productores comprueban que pueden mantener las plagas en niveles que no afectan a su economía a través de insectos auxiliares. En Almería, desde hace unos dos años se ha producido un ‘salto’ considerable en cultivo integrado, con incrementos entre el 15 y el 20%. La campaña actual se cerrará con un promedio que oscilará entre 12.000 y 14.000 hectáreas de producción integrada (a medio camino entre el cultivo ecológico y el convencional, emplea productos sin residuos y que respetan el medio ambiente).
En síntesis, ¿cuáles son las principales ventajas del empleo de métodos biológicos en lugar de químicos?
Básicamente, el uso de métodos biológicos asegura que los cultivos controlados se hallen libres de elementos tóxicos y residuos químicos. Algo importante para el ser humano y el ganado que se alimenta a base de productos del campo. Además, con el control biológico se evitan las consecuencias de la fitotoxicidad, cuando se vierten cantidades no adecuadas de productos plaguicidas, y el agricultor se olvida de los plazos de seguridad de los fitosanitarios: los insectos auxiliares, que no causan problemas medioambientales, hacen su trabajo y el productor el suyo. Y, por último, los alimentos cultivados con estas técnicas adquieren mayor valor en el mercado.
¿Y a qué se debe esta mayor apreciación por parte del consumidor?
La lucha integrada, y en concreto el control biológico de plagas, aporta más calidad a la producción, no más cantidad. De hecho, tanto la planta como los frutos crecen más sanos. Asimismo, se pueden plantar variedades de diversos calibres, híbridos, etcétera. El producto final es más homogéneo, susceptible de ser normalizado. El cliente demanda un calibre determinado, por lo que interesa que cumpla con los requisitos del 80% de ese calibre: de lo contrario ya no es rentable. La clave está en la cantidad de residuos químicos en los alimentos. Si mi producción es biológica, puedo garantizar 'cero residuos' en consumo humano y animal, pero también en cuanto a prejuicios para el medio ambiente.
Bajo su punto de vista, ¿este control biológico resulta más costoso que el químico?
Aún habiendo costes, estas técnicas biológicas resultan más económicas que los tratamientos a base de productos químicos. Eso sí, se debe efectuar un buen seguimiento de las poblaciones y asegurarse que se instalan bien los insectos auxiliares. Anteriormente, los productores sólo se preocupaban de identificar a las plagas que les causaban daños para después tratarlas con los correspondientes fitosanitarios. Ahora, no sólo deben conocer a fondo a la mosca blanca y su ciclo biológico: también han de tener conocimientos sobre los insectos auxiliares que la combaten, en este caso el Orius Laevigatusb, y su ciclo biológico correspondiente. El propósito es el de combinar los ciclos de ambas especies en espacio (la propia planta) y en el tiempo (de manera que el Orius se pueda alimentar, en ese momento, de la mosca blanca). Esto requiere unos protocolos de actuación. Y la fauna auxiliar ha sido, y todavía es, una gran desconocida para los agricultores.
Por lo tanto, estas técnicas actúan con carácter preventivo…
Por supuesto, y esa es la gran diferencia con los tratamientos químicos. El insecto auxiliar se debe instalar y acostumbrar al entorno, crear su propio ecosistema para, finalmente, alimentarse de la plaga. Estos ejemplares se han de introducir antes que la plaga empiece a dar señales de vida. En Almería se produjo una revolución con la aparición del Amblyseius Swirskii en el mercado, hace dos años. Este ácaro es un gran polífago y depredador de la mosca blanca, la araña roja y el trips. En un principio, se empezó a comercializar como un preparado, aunque ahora ya se presenta en contenedores con ejemplares adultos o larvas. Su grado de eficacia es elevado, ya que puede controlar entre el 80 y el 90% de la población plaga, sobre todo la araña roja.
Sin embargo, en Almería también hay fauna auxiliar autóctona …
¿Hasta qué punto las técnicas biológicas garantizan una agricultura intensiva sostenible en invernaderos? ¿Se pueden extrapolar a plantaciones de cultivo al aire libre?
¿De qué depende que la lucha integrada se extienda al resto de la agricultura intensiva bajo plástico del país?
La lucha integrada es sinónimo de calidad alimenticia: su eficacia está más que demostrada. Actualmente, se lleva a cabo con éxito en otros puntos del país (Cartagena, Cataluña y toda la costa mediterránea). Que se extienda al resto del territorio español es solo cuestión de tiempo, aunque también juega un papel importante la formación de los productores.
Cuatro apuntes sobre la lucha integrada y el control biológico
Según el profesor del Centro de Formación Profesional E.F.A. Campomar, José Francisco Valverde Guil, la lucha integrada aúna un conjunto de técnicas encaminadas a mejorar la sanidad de los cultivos, basándose en el respeto a las personas, animales y medio ambiente. Por tanto, el control biológico es una técnica incluida en el control integrado de plagas. El proceso es el siguiente: se introduce una serie de especies parásitas, depredadoras o microorganismos que mantienen en niveles inofensivos a las plagas que atacan los cultivos. En suma, es una herramienta más a disposición de los productores.