Soluciones apropiadas para los diferentes tipos de plantaciones existentes
Maquinaria para el cultivo del olivar
Grupo Investigación AGR 126 'Mecanización y Tecnología Rural'. E.T.S.I. Agronómica y de Montes. Universidad de Córdoba. G.L. Blanco Roldán (ir3blrog@uco.es), J.A. Gil Ribes, R.R. Sola Guirado, J.L. Gamarra Diezma, S. Bayano Tejero, A. Godoy Nieto, E. González Sánchez, F. Márquez García, F. Lara del Río
El olivar es el cultivo leñoso que más superficie ocupa en España. Su evolución es constante y la industria no deja de aportar avances en su mecanización y tecnificación. En este artículo detallamos los tipos de máquinas empleadas para su cultivo.
Introducción
En los últimos años, el olivar ha experimentado una evolución sin precedentes, modificando el paisaje agrario de muchas de las comarcas españolas donde este cultivo era tradicional, más aún, de la mano de las nuevas plantaciones de alta densidad y de la sustitución de cultivos herbáceos poco rentables, e irrumpiendo como novedad en la agricultura de otras comarcas donde su capacidad de adaptación y rentabilidad ha captado la atención de agricultores y técnicos.
Además de los avances registrados en aspectos agronómicos de producción y manejo del cultivo, cabe destacar, de manera especial, los alcanzados en su mecanización, tecnificación y digitalización, pasando a ser considerado cabeza de la innovación en los frutales, lo que ya se refleja con la denominación actual de Olivar 4.0 (DATAGRI, 2020). Lógicamente, su impacto queda fuera de toda duda, puesto que, a nivel nacional, según los datos de la Encuesta sobre superficies y rendimientos de cultivos (ESYRCE), es el cultivo leñoso que más superficie ocupa, con 2.733.620 ha, siendo Andalucía (1.652.489 ha) la principal región productora (MAPA, 2019).
Figura 1. Tipologías de olivar: superintensivo, tradicional (ariba izquierda) e intensivo (arriba derecha).
La mecanización del olivar está condicionada, principalmente, por la recolección, que es la operación más importante y significativa, pudiendo suponer más de un 40% de los costes del cultivo, lo que puede comprometer la viabilidad económica de muchas plantaciones. En este sentido, los diferentes tipos de plantaciones que existen (Figura 1) tienen niveles de desarrollo muy diferentes, sobre todo, en cuanto a necesidades de mano de obra para llevarla cabo, lo que conforma el coste de la misma y genera problemas por la falta de trabajadores disponibles y cualificados en los momentos óptimos para realizarla.
En las plantaciones de olivar tradicional (80 a 120 árboles/ha) el método más empleado consiste en el derribo de la aceituna con vibradores de troncos y su recogida en mallas o fardos, con el concurso de cuadrillas de hasta 14 operarios para ayuda al derribo (vareo complementario) y el movimiento de las mallas (puesta y retirada).
Si el tamaño de los árboles permite la entrada del denominado 'paraguas invertido', implemento acoplado al vibrador de troncos, se simplifica la operación, al agrupar derribo y recogida. En el olivar intensivo (200 a 800 árboles/ha) se sigue, en la mayoría de los casos, el mismo proceso aunque ya aparecen las primeras máquinas cosechadoras, reduciéndose, en estos casos, de forma drástica la mano de obra.
Por último, en el olivar superintensivo o en seto (800 a 2000 árboles/ha) la recolección la realizan cosechadoras 'cabalgantes' (trabajan sobre la línea de árboles) y la mano de obra se limita, prácticamente, al operario que conduce la máquina y algún otro de apoyo. Esta simplificación es la primera causa del considerable incremento actual de este tipo de olivar tanto en las zonas tradicionales del cultivo como, por supuesto, en las nuevas.
La situación descrita está enmarcada también por la distribución de esas tipologías de olivar, siendo mayoritarios el sistemas tradicional mecanizable (el no mecanizable es, fundamentalmente, el conocido como olivar de sierra) y el intensivo, con un 49% y 26% de la superficie, respectivamente (AEMO, 2020). Por tanto, el reto sería conseguir que, en ambos casos, exista una cosechadora que agilice la recolección y permita reducir costes, lo cual es difícil en el tradicional, pero viable en el intensivo, aunque, a día de hoy, las escasas máquinas que existen, prácticamente, no están implantadas.
Aunque, por razones obvias, como se ha dicho, la recolección marca la pauta, actualmente, también se destaca la existencia de multitud de tipos de máquinas y modelos para realizar la mecanización de las operaciones de cultivo, cobrando especial importancia los avances en equipos de aplicación de productos fitosanitarios a la copa y los de manejo de restos de poda. Muchas de estas máquinas pueden verse en las importantes ferias sectoriales que se celebran a lo largo del año, como, por ejemplo, Expoliva en Jaén y Oleomaq y FIMA en Zaragoza.
Tipos de máquinas
La maquinaria empleada en el cultivo y recolección del olivar se puede clasificar según la función (operación) que desarrolla dentro del proceso (Blanco-Roldán y Gil-Ribes, 2009) (Tabla superior).
Estas máquinas son las que se usan a lo largo de la campaña agrícola, para confeccionar los calendarios de tareas de los diferentes tipos de olivar, por eso, no se ha incluido la maquinaria para el establecimiento de las plantaciones, que incluiría operaciones de subsolado, despedregado, conformación del terreno y plantación. Actualmente, la operación mecanizada de plantación ha adquirido mucha relevancia, fundamentalmente, debido al olivar superintensivo, utilizándose para ello máquinas plantadoras (o mejor dicho trasplantadoras) muy tecnificadas que necesitan tractores con sistemas de guiado automático y correcciones RTK (precisión centimétrica) (Figura 2).
Figura 2. Plantadora de olivos.
Alternativamente, también puede usarse la opción de hacer un marcado previo (con GPS) de los puntos de plantación y realizar los hoyos con ahoyadoras (Figura 3) o excavadoras.
Figura 3. Ahoyadora.
Respecto a la recolección, como se puede observar, en el olivar, lo mismo que en otros muchos frutales, conviven, actualmente, una mecanización descompuesta (máquinas para operaciones por separado: derribo y recogida) y parcial (todavía hay operaciones manuales, como el movimiento de mallas) con una mecanización integral (paraguas y cosechadoras: derribo+recogida). En cualquier caso, la recolección se realiza bien derribando la aceituna sobre mallas o, en el caso de estos últimos, sobre un elemento de recepción, o bien directamente recogiendo la aceituna que se ha caído al suelo (de forma natural o por derribo), recibiendo, por tanto, la denominación de recolección de la aceituna del vuelo o del suelo, respectivamente.
Figura 4. Tractor convencional.
En cuanto a los tractores, aunque es habitual intentar poner apelativos, no puede decirse que haya un tractor olivarero como tal, aunque si se destaca que los fabricantes, ante el crecimiento en importancia experimentado por el cultivo, han ido incorporando opciones pensando en él y, de hecho, hay algunos modelos con formas adaptadas a mejorar la visibilidad para favorecer el uso de vibradores de troncos frontales en árboles de grandes copas (Figura 4).
Figura 5. Tractor especialista.
También se destaca la oferta y el uso creciente de tractores especialistas (fruteros) (Figura 5), claro está, de la mano de las plantaciones intensivas y, sobre todo, superintensivas, y la aparición progresiva de nuevos vehículos, algunos procedentes de otros sectores, de la agricultura o no, como las manipuladoras telescópicas (Figura 6) o las minicargadoras (Figura 7), siempre vinculados al uso del vibrador de troncos, aunque publicitando su extensión a otras máquinas e implementos de accionamiento hidráulico.
Figura 6. Manipuladora telescópica con equipo de recolección (paraguas invertido).
En cualquier caso, el tractor para el olivar debe tener potencia suficiente para llevar a cabo las operaciones que más demanda tienen, como son el derribo con el vibrador y el picado de restos de poda, estimándose que, en el caso de un olivar tradicional, esta puede ser, aproximadamente, a partir de 88 kW (120 CV).
Figura 7. Minicargadora con equipo de recolección (paraguas invertido).
Recientemente, también han hecho su aparición los tractores de montaña (Figura 8) con la idea de poder plantear una alternativa de mecanización de las plantaciones de orografía más complicada, dentro de los olivares antes mencionados como olivares de sierra y que hasta ahora se han clasificado como no mecanizables o de difícil mecanización.
Figura 8. Tractor de montaña con picadora de restos de poda (enganche delantero) y sopladora (enganche trasero).
Maquinaria para el cultivo
Manejo del suelo
Aunque la opción tradicional en olivar ha sido el mantenimiento del suelo libre de malas hierbas mediante el laboreo del mismo, cada vez va cambiando más esta concepción y se apuesta por reducir el laboreo, para evitar el efecto pernicioso de la erosión que este supone, y también por sustituirlo, utilizando técnicas conservacionistas, como la implantación de cubiertas vegetales, en el centro de las calles o en toda la superficie.
Figura 9. Aperos de laboreo: rastra de púas (arriba) y cultivador.
En el primer caso, se utilizan aperos de labranza vertical, reduciendo la profundidad en las labores, siendo los cultivadores, vibrocultivadores y rastras de púas (Figura 9) los que realizan la mayor parte del trabajo del suelo en el olivar. Complementariamente, el laboreo incorpora el uso del rulo compactador (Figura 10) para preparar los suelos, en la zona bajo la copa, antes de la recolección.
Figura 10. Rulo compactador.
La mecanización de las cubiertas vegetales incluye las operaciones de siembra de la cubierta, salvo que esta no sea sembrada sino espontánea, y eliminación de la cubierta, cuando entra en competencia, por agua y nutrientes, con el olivo (abril-mayo), lo cual se realiza con desbrozadora (siega mecánica) (Figura 11) o con barras herbicidas (siega química). Las cubiertas sembradas también pueden necesitar ser abonadas.
Figura 11. Desbrozadoras: modelo con implemento lateral para trabajo en la zona del árbol (izquierda) y modelo de tres cuerpos (derecha).
Poda y manejo de restos de poda
Figura 12. Poda mediante motosierra de accionamiento eléctrico.
La poda del olivar es la otra operación, además de la recolección, con gran demanda de mano de obra, aunque, en este caso, el nivel de cualificación necesario para los podadores es elevado. La poda es una operación manual que se ayuda de equipos de accionamiento mecánico, hidráulico, neumático o eléctrico, como motosierras, tijeras de poda y podadoras en altura (Figura 12).
Figura 13. Podadora de discos.
En el olivar superintensivo se realizan también prepodas mecanizadas, con podadoras de discos o de barra de corte (Figura 13), para hacer el corte el altura (topping) o en achura (hedging), y podas en verde, con barras de corte, para hacer el corte de bajeras (skirting) (Blanco-Roldán et al., 2020).
Figura 14. Hileradora de restos de poda.
El manejo de los restos de poda es una operación implantada desde hace años, por su valía desde el punto de vista medioambiental, al ser sustitutiva de la quema tradicional, que ha evolucionado mucho, en la diversidad de máquinas y modelos, pero que puede suponer un coste elevado para el agricultor, por lo que, muchas veces, se prefiere contratar a una empresas de servicios.
Figura 15. Picadora autoalimentada.
Comprende el hilerado de los restos en las calles, lo cual se puede realizar a mano o con hileradoras (Figura 14), similares a las usadas en forrajes, y el picado de los restos, mediante picadoras o trituradoras, autoalimentadas (Figura 15) o de alimentación manual (no necesitan hilerado) (Figura 16).
Figura 16. Picadora de alimentación manual.
Los restos, una vez picados, pueden dejarse sobre el terreno, para formar una cubierta vegetal inerte, complementaria a las cubiertas vivas anteriormente descritas, o bien pueden recogerse, en un remolque o en la tolva de máquinas específicas para este fin (Figura 17), y transportarse a un Centro Logístico y de Comercialización de Biomasa.
Figura 17. Picadoras para biomasa: con tubo de descarga a remolque (izquierda) y con tolva (derecha).
Aplicación de agroquímicos
En general, desde la entrada en vigor del Real Decreto 1311/2012 sobre uso sostenible de productos fitosanitarios y del Real Decreto 1702/2011 de inspecciones periódicas de los equipos de aplicación de productos fitosanitarios (EAPF), con implicaciones tanto en el uso como en la fabricación de estas máquinas, se ha constatado una evolución significativa en la mejora de sus prestaciones y la adecuación a criterios de precisión, protección del medio ambiente y de la seguridad y salud laboral.
Figura 18. Barras herbicidas: distintos modelos (izquierda) y acoplada en tractocarro (derecha).
Figura 18 B. Barra herbicida con sensores de detección de vegetación (Doc. CPP Mecaolivar).
En relación a las aplicaciones de productos fitosanitarios al suelo, se utilizan pulverizadores hidráulicos de chorro proyectado (barras herbicidas) acoplados a la parte frontal del tractor u otro vehículo (Figura 18), tanto para las malas hierbas como para la siega química de las cubiertas, en este caso sólo se usa las secciones centrales, con boquillas de espejo o de hendidura y especiales (de largo alcance), en los extremos, para llegar a las zonas bajo las copas. Hay modelos que pueden incorporar sensores para la detección de vegetación (Figura 18 B).
Figura 19. Pulverizador hidráulico de chorro proyectado con sistema de aplicación de pistolas (aplicación del vuelo).
Las aplicaciones al vuelo se realizan, en las zonas más tradicionales, con pistolas (Figura 19) instaladas en depósitos acoplados al tractor, suspendidos o semiarrastrados, o transportados sobre vehículos todoterreno, pero, ya en muchos casos, se ha generalizado el uso de los pulverizadores hidráulicos de chorro transportado (atomizadores) (Figura 20) que son el objeto de las innovaciones recientes en sistemas de mejora de la aplicación y adaptación a las características de la copa (sistemas CPAE, sensores de detección de vegetación, regulación automática del volumen de líquido y aire…) (Figura 20 B).
Figura 20. Atomizadores.
La fertilización, en plantaciones de secano, se realiza mediante abonado al suelo (lo normal es cada dos años, coincidiendo con la poda), con abonadora centrífuga o localizadora, y sobre la parte aérea (abono foliar), con atomizador, y en plantaciones de regadío, mediante fertirrigación.
Figura 20 B. Atomizadores con sistemas de aplicación de adaptación automática a la copa del olivo (Doc. CPP Mecaolivar).
Más adelante publicaremos la segunda parte de este artículo, dedicado a los equipos para la recolección del olivar.
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