Ni un kilo de abono a estos precios
Las empresas que venden productos al campo, empezando por fabricantes y distribuidores de abonos, no se están adaptando a la situación actual de hundimiento de los precios de los productos agrarios y por consiguiente de caída drástica de la rentabilidad de las explotaciones, muchas de las cuales están produciendo a pérdidas. El pasado año, debido a los desorbitados precios de los fertilizantes, cientos de miles de hectáreas de cereal y otros cultivos herbáceos se sembraron sin echar en ellas un kilo de abono y otros cientos de miles con dosis de abonado mínimas. Fue una solución inteligente de los agricultores, pues quién más abonó más perdió, y gracias a que los productores enseñaron los dientes a las multinacionales, este año los precios son más asequibles, aunque todavía prohibitivos.
El mercado de los cereales lleva en caída de precios desde hace más de un año y parece que se ha estancado en los niveles de hace treinta años, es decir, entre las 18 y las 24 pesetas el kilo dependiendo del tipo de cereal —trigo, cebada, avena, centeno, maíz—. Si las perspectivas para el futuro no son halagüeñas, como indican los almacenistas de cereal que son los mismos que los que venden los abonos, no se pueden pagar los fertilizantes a los precios a los que hoy están en los almacenes. No podemos olvidar que el próximo año toda la ayuda a los cereales y cultivos herbáceos en general está desacoplada de la producción, es decir, no está ligada a una siembra determinada, sino que se cobra en función de los derechos de pago único y su importe que cada agricultor tenga. Por esta razón, y dadas las actuales circunstancias de mercado, es de esperar que los agricultores siembren aquellas fincas más productivas y que dejen en barbecho o sencillamente sin cultivar aquellas otras en las que no hay garantía de que al vender el grano se recuperen los costes y quede un mínimo de beneficio.
No vienen los tiempos para esperar milagros. Salvo que volvamos a tener un año climatológicamente excepcional de los que toca uno de cada diez, los rendimientos medios del cereal de secano en la región se quedarán en los 2.500 kilos por hectárea, que con los precios actuales llevan la facturación bruta a 300 euros. Partamos de esta cifra, empecemos a descontar gastos y si no llega hay que ver por dónde se recorta, sin descartar, como ya he dicho, la opción de no sembrar. Ya sabemos que estos consejos y recomendaciones no gustan al gobierno, no gustan a las empresas que nos venden y nos compran los productos y sabemos que no le gustan tampoco a las cooperativas, pero precisamente por esto ellos están donde están y nosotros estamos donde estamos.
Nuestra vocación de agricultores nos lleva a producir cada año más y mejor. Esto es lo que nos han enseñado nuestros antepasados y lo hemos seguido al pie de la letra aumentando las explotaciones, invirtiendo en maquinaria, en tecnología, mejorando las semillas, los abonados, los tratamientos y hasta asistiendo a cursos de formación. Pero todo esto deja de tener sentido cuando se produce a pérdidas como ocurrió en la campaña pasada de cereal, como está ocurriendo en el vacuno de leche o en la producción de patatas. Por eso, hagamos una advertencia a los que nos dan las fincas en arrendamiento o nos las venden, a quienes nos venden el abono y los herbicidas, al herrero del pueblo, a los vendedores de maquinaria, a las compañías eléctricas y a nuestra cooperativa: si no hay expectativas de ingresar, vamos a empezar por no gastar. Hasta que la cuerda se rompa por algún sitio.
