Cuidar los suelos a través de prácticas agrarias sostenibles
5 de diciembre de 2012
Debemos tener en mente que la vida que hoy conocemos depende de una fina capa de 20 cm de suelo fértil y que para formar dicha capa son necesarios unos 4.000 años. Aunque pasen desapercibidos, un suelo fértil contiene lombrices, hormigas y multitud de microrganismos (bacterias, hongos, etc). Para hacernos una idea de la importancia cuantitativa de esta fauna edáfica, el peso correspondiente a todos estos organismos presentes en una superficie igual a la de un campo de fútbol puede llegar a ser equivalente al de 15 caballos. Por si eso fuera poco, la microfauna del suelo también es esencial como fuente de alimento para un gran número de aves y otros animales superiores. Son razones de peso para que los agricultores y ganaderos eviten su compactación después de las lluvias y limiten las labores a las estrictamente necesarias para sembrar los cultivos. Como ha recordado el Dr. Reicosky, experto en suelos, los efectos de una labor de arado en un suelo agrícola son comparables a los de un terremoto que altera la estratificación de su estructura, seguido de un huracán que desplaza sus componentes y de un incendio que consume la materia orgánica.
Urge pues, invertir esta tendencia, adoptando sistemas de manejo del suelo como la agricultura de conservación la cual, a través de la supresión de las labores y dejando en superficie la mayor parte de los rastrojos o restos de cultivos, consigue reducciones en la erosión de hasta un 90%, mejoran la calidad y fertilidad del suelo al incrementar su contenido de materia orgánica, mejoran la biodiversidad al favorecer las condiciones para el desarrollo de la fauna edáfica y potencian el efecto sumidero del suelo aumentando el secuestro del carbono atmosférico.