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¿Qué lugar debería ocupar el arte en el sistema educativo español?

Antonio Castellano Zapatero, director del Centro de Arte San Patricio28/07/2016

‘TransformARTE: el arte de vivir la educación’ es el lema del V Congreso de Innovación Educativa Enap, que se celebrará en Toledo los días 30 de septiembre y 1 y 2 de octubre. En esta ocasión, el V Congreso Enap se centrará en el Arte en la educación: como principio, medio y fin; como fuerza motora de transformación de modelos, metodologías y personas; como marco de pensamiento de todas las disciplinas; como parte fundamental del desarrollo personal y social y, por tanto, de la educación. En relación a este tema, Antonio Castellano, el director del Centro de Arte San Patricio, cuya fundación organiza dicho congreso, reflexiona en este artículo sobre el papel del arte en la educación actual.

Antonio Castellano Zapatero, director del Centro de Arte San Patricio
Antonio Castellano Zapatero, director del Centro de Arte San Patricio.

Reflexiones Previas

“El lugar que el arte debe ocupar en el sistema educativo español sólo puede ser aquel que la sociedad española (docentes y progenitores) quiera que ocupe”.

Como se ve, la respuesta sugerida a esta cuestión es tan breve y directa como poco satisfactoria desde el punto de vista de quien lea estas líneas, entendiendo que la misma debe aportar mayor profundidad ante inquietudes como: ¿Ocupa el arte el lugar que debe en nuestro sistema educativo? Y, si la respuesta fuera negativa, ¿Por qué no lo ocupa? ¿Cuál es ese lugar? ¿Qué deberíamos hacer para que ocupara ‘otro lugar’?

Intentaré en las próximas líneas aportar mi visión de por qué considero que la formación artística en nuestro país SÍ ocupa el lugar que debe, dicho esto en el sentido de que ocupa el lugar que la sociedad española quiere. Ahora bien, también intentaré exponer cuál creo yo que debería ser el lugar que podría ocupar, algunos de los motivos por los que en la actualidad no se dan las condiciones para que lo ocupe, y qué iniciativas podríamos iniciar al respecto.

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En los 20 años que llevo en el mundo de la educación creo que nunca, y digo bien, ‘nunca’ he encontrado a nadie que no esté de acuerdo en que en España se le presta poquísima atención a la formación artística curricular obligatoria. Y es que para los que nos hemos formado en el modelo tradicional del sistema educativo español, y que, paradójicamente, es a los que nos corresponde intentar revertir esta situación, no nos resulta fácil dar una respuesta efectiva al reto. Y no es porque no queramos, sino porque, en mi opinión, venimos con el inmenso hándicap de haber experimentado un concepto de ‘arte’ equivocado.

Para mí una de las claves está en dejar de mirar al sistema educativo como excusa para lamentarnos de cualquier carencia en el enfoque de la educación en nuestro país, y empezar a trabajar con la mentalidad de nuestra sociedad, siendo ésta quien terminará por determinar lo que su sistema educativo le ofrece. NO es verdad que nuestro sistema educativo sea malo por culpa de quienes legislan. Nuestro sistema educativo es malo, que lo es, porque la sociedad española tiene un modelo mental respecto a lo que es la educación y el para qué es la educación que, mientras no se cambie, hará estéril cualquier intento formal por mejorarlo desde el texto de la legislación.

¿Por qué en un porcentaje altísimo de las familias españolas escuchamos:

  • “Que nos parece muy importante el desarrollo de las competencias artísticas de sus hijos” (dicho esto sin saber realmente para qué pueden servir dichas competencias)
  • “Que nos parece muy importante que haya menos deberes” (dicho esto sin saber exactamente el porqué y el para qué de los deberes)
  • “Que nos parece muy importante que los niños aprendan divirtiéndose” (sin asumir que aprender divirtiéndose no exime de hacerlo acompañados de normas y esfuerzo)

Y sin embargo, cuando llega el momento de aplicar esa ‘supuesta importancia’, en forma de más tiempo lectivo dedicado a la formación artística, y/o con metodologías absolutamente diferentes a las vividas por esos progenitores, y/o ‘a costa’ de tiempos que dedicar a las competencias matemáticas, lingüísticas o idiomáticas, entonces la aparente importancia inicial se torna reticencia?

La respuesta no es, no puede ser, porque somos antiguos, poco formados, o porque la educación no nos importa. No es así. Es lógica la citada reticencia porque, como ya todos deberíamos saber, el ser humano no es capaz de entender ni de aprender aquello que no ha experimentado. Y nuestro modelo mental, el de los españoles que estamos por encima de los 30 años, los que paradójicamente somos responsables de hacer evolucionar todo esto, resulta que no hemos vivido lo que ahora queremos hacer, y por tanto, en el fondo no nos lo terminamos de creer, en definitiva, no lo hemos aprendido, (entendido el aprendizaje como la suma de planteamiento + experimentación. Sólo lo que me cuestiono a priori, y experimento a posteriori, termina por ser aprendido). En definitiva, somos las propias familias quienes terminamos por no ayudar a que en nuestros hijos el proceso de aprendizaje sea de verdad diferente al que nosotros hemos vivido, y el perfil de persona desemboque en algo diferente a lo que nosotros somos. Y no porque no queramos, sino porque no nos lo creemos.

La mala noticia resultante de mi enfoque estaría en que se nos acabó la excusa, es decir, que la solución no pasa por reformar el sistema educativo, y que, por tanto, no depende de los poderes políticos. La buena noticia es que el asunto tiene solución, y que ésta pasa por los profesionales de la educación, entre los cuales están:

  1. Los progenitores
  2. Los directivos de los centros educativos
  3. Los docentes

Intervengamos, pues, en la sociedad, y el sistema educativo se transformará solo, sin necesidad de forzarlo, a medida que la sociedad lo haga, y no al revés como pretendemos permanentemente hacer.

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Centrándonos en la Educación Artística

Si observamos las diferentes leyes de educación que hemos tenido en nuestro país, en la exposición de motivos de todas ellas el arte y la cultura ocupan un lugar relevante. Lugar que, en el mismo momento en que uno pasa a la lectura de su texto articulado, se va diluyendo hasta niveles bochornosos. Y una ley tras otra, nos seguimos quejando de lo mismo: “Que si cada vez menos música, que si el drama ni aparece y que si las artes plásticas cada vez tienen menos presencia”.

El problema es de concepto, no de la cantidad de módulos semanales que se dedican a una u otra de las disciplinas artísticas en nuestra legislación. Seguimos pensando que la manera de que las ‘competencias artísticas’ (como muy acertadamente las denominan en algunos momentos las últimas leyes educativas) cobren protagonismo en la formación de nuestros niños y adolescentes, es a base de obligatoriedad y más tiempo lectivo dedicado a ellas. Vamos, que existe una preocupante falta de capacidad para romper con modelos mentales, tanto de las autoridades educativas, como de los propios profesionales de la educación, como de la sociedad española en general (y con ello me refiero especialmente a los progenitores del alumno actual) a la hora de entender que la vía para arreglar esta carencia no tiene porqué ser dotándolas de más tiempos (módulos) dentro de la carga lectiva de los currículos, ni poniendo las materias artísticas como obligatorias. Por esa vía, lo único que conseguimos es que las familias, responsables de apostar por una educación diferente para sus hijos, vean más música o plástica de la que ellos recibieron y no entendieron (por no hablar de la danza, el drama o las artes visuales —cine, fotografía, etc …—, que ni las olieron, ni por tanto vamos a saber valorarlas). Por tanto, estamos agravando el problema en origen ya que le estamos diciendo a la familia que vamos a incrementar el ‘tiempo perdido’ que para ellos suponía ir a clase de música o de plástica, que vamos a incrementar el tiempo dedicado a ‘las Marías’. Con lo que yo, familia, seguiré sin moverme de mi paradigma, no saldré de mi modelo mental, y en el fondo sentiré “qué lástima que mis hijos no aprovechen más ese tiempo aprendiendo más matemáticas o más idiomas”. E insisto, no porque la familia no quiera, es que no le estamos ofreciendo nada diferente a su ‘mala experiencia’, la oferta no es creíble por continuista.

Por supuesto que la medida técnica de incrementar las cargas lectivas de una u otra materia, por otra parte muy compleja de aplicar desde el punto de vista del equilibrio de tiempos a dedicar a las diferentes áreas de conocimiento, ayudaría. Pero sería una ayuda estéril si no va acompañada de la adecuada reformulación del concepto de ‘formación artística’, en mi opinión mejor denominada ‘comunicación artística’ con todo lo que esta forma de denominarlo conlleva.

Es decir, el origen del problema, y por ahí se atajan los problemas, por el origen, está en lo que en nuestra sociedad española hemos vivido a nivel artístico durante décadas, y por eso la solución sólo puede pasar por cambiar nuestro propio modelo mental, como adultos, como profesionales y como progenitores responsables del futuro de nuestros hijos. No nos empeñemos en seguir preguntándonos, pues, qué lugar debe ocupar la formación en competencias artísticas en el sistema educativo español, sino que preguntémonos mejor: ¿Qué lugar debería ocupar la formación en “competencias comunicativas artísticas” en las mentes de la sociedad española?

Y respondámonos: Aquel que implique la verdadera convicción de que dichas competencias se han de vivir incorporadas naturalmente al día a día de la persona. Aquel en el que dejen de tratarse, como hasta ahora, como unas competencias extraordinarias, propias de gente extraordinaria o diferente, en las que sólo pueden actuar como formadores los especialistas (artistas). Esto no es así, por mucho que a algunos les duela, fundamentalmente porque se les desmonta el ‘chiringuito’.

Por tanto, y a tal fin, se requeriría:

  • Que entendiéramos de una vez que ‘El arte NO es cosa de artistas’. Debemos ser conscientes de que uno de los principales problemas, para mí el principal, de la formación artística son los propios artistas, o mejor dicho, el dañino concepto de que “la formación en competencias artísticas es patrimonio de los artistas”. En ese mismo momento es en el que empezamos todos a ver el “arte” como algo complejo y propio de gente diferente, “especialmente dotada” y tendemos a “aislar” esas áreas de conocimiento (música, plástica, drama, educación física, ….). Cambiemos el perfil de profesor que se requiere para formar en competencias artísticas. La formación artística es cosa de docentes por convicción, devoción y vocación (no existe otra forma de entender y atender la educación) que se han hecho especialmente competentes artísticamente, y no de artistas venidos al mundo de la educación desde sus presuntas atalayas de “maestros” (Habitualmente con un concepto del arte y de la formación artística trasnochado. Tan trasnochado, como que es “el suyo, el de su arte”)
  • Que observáramos el mercado laboral y nos diéramos cuenta de que es mejor ingeniero el que además toca un instrumento musical, ha desarrollado sus competencias dramáticas y/o ha desarrollado sus competencias plásticas, que el que no lo ha hecho. Exactamente igual que es mejor músico el que ha desarrollado en profundidad sus competencias matemática, idiomática y, por supuesto, dramática y plástica, que el que no lo ha hecho (¡¡Qué pena me da cuando veo tantos y tantos músicos que, siendo buenos músicos, no saben ni estar ni presentarse en escena, y por tanto NO COMUNICAN!!)
  • Que entendiéramos que el arte es una competencia comunicativa que parte de tres de las ocho inteligencias múltiples conocidas en el ser humano (Inteligencia Musical, Inteligencia Visual-Espacial e Inteligencia Corporal-Cinestésica). Aceptemos que el lugar que el arte debería ocupar en nuestro sistema educativo no es ni más ni menos que el adecuado para que se desarrollen las competencias comunicativas artísticas de cada alumno, con el mismo nivel de importancia que las competencias lógico-matemática y lingüístico-verbal. Que entendiéramos el arte como un recurso comunicativo más. Que demostremos comprender la importancia de potenciar todas las inteligencias conocidas del ser humano por igual y sus consiguientes competencias, y, además, entendamos las competencias artísticas (música, danza, drama y artes plásticas y visuales) como un medio de comunicación más, tan importante como el idioma, por ejemplo (Sin que nadie se haya atrevido a decir explícitamente nunca ni en ningún lugar que estas áreas competenciales sean menos importantes en la formación de la persona que las competencias matemática o lingüística, llegamos y planteamos en la ley cinco módulos curriculares semanales para unas y ningún módulo, uno o dos, para las otras…… ¿Por qué?). Ya desde que Howard Gardner y sus colaboradores de la prestigiosa Universidad de Harvard advirtieron que la inteligencia académica (es decir: la obtención de titulaciones y méritos educativos; el expediente académico; …) no es un factor decisivo para conocer la inteligencia de una persona, ni es por tanto la base de la mejor formación integral de la persona, debimos vislumbrar que el único camino para formar personas de forma integral, y prepararlas así para un “mundo desconocido”, era prestando la misma atención, por convicción y dedicación, a cada una de las Inteligencias Múltiples que, a día de hoy, han sido identificadas en el cerebro humano a partir de sus teorías.
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Propuestas concretas:

  • Eliminemos del currículo la clase de música y la de arte (Qué dañino es que, como hace la propia ley, sigamos refiriéndonos con el término ‘arte’ sólo a las artes plásticas)
  • Introduzcamos en su lugar el concepto de Comunicación Artística, dentro del cual se trabajen de forma holística y transdisciplinar las competencias artísticas musicales, dancísticas, dramáticas, plásticas y visuales (es la forma de que las familias se den cuenta de que estamos hablando de OTRA COSA, que nada tiene que ver con lo que ellos vivieron).
  • Una vez cambiado el concepto y enfoque, implementemos en nuestros centros educativos proyectos dirigidos a abordar, de forma decidida, el cierre del círculo formativo integral. Por ejemplo a través de una carga lectiva curricular que suponga entre el 15% y el 20% del horario lectivo semanal del alumno en forma de Comunicación Artística, y alcanzando al 100% de los alumnos de 3 a 15 años (es decir, equiparemos el peso lectivo de estas áreas de conocimiento y competencias al del resto - Lengua, Matemáticas, Ciencias, Idiomas, ...-). Conozco algún centro en España que ya lo está haciendo (seamos valientes y creamos en ello porque si no creemos nosotros, ¿quién va a creer?. Y demostrémoslo, no esperemos a la ley. Ella cambiará porque nosotros se lo digamos, y no al revés)

Quedémonos con una idea final:

“NO se trata de formar artistas, ya que el artista se hace a sí mismo cuándo y cómo él decida, igual que lo hace el ingeniero, el arquitecto o el abogado. De lo que se trata es de desarrollar todas las competencias comunicativas artísticas que cualquier ser humano, por el hecho de serlo, posee potencialmente desde que nace. El arte es comunicación, y a tal fin se debe dirigir la esencia del desarrollo de estas habilidades en cualquier alumno, para que luego las emplee para lo que le resulte necesario... Es decir, para la vida.”

Comentarios al artículo/noticia

#2 - Teresa Salamanca Bernal
28/08/2016 5:39:32
Me parece excelente la propuesta a la que llegan al final. Tenemos un Proyecto Educativo en Bogotá (Colombia) donde trabajamos desde muy temprana edad una comunicación artística diariamente con niños que oscilan entre tres meses y cuatro años, con unas experiencias enriquecedoras, bajando niveles de agresividad y despertando la comunicación asertiva entre ellos. En el Jardin Materno Infantil ARTESEMILLAS los dias comienzan y se desenvuelven entre la danza, música, dramatizaciones y actividades plásticas, fortaleciendo lazos de comunicación y apre dizaje permanente a travez del juego permanente.
#1 - José
06/08/2016 15:38:49
España, en educación y cultura musical tiene un retraso de siglos. Nada más tenemos que hojear la presencia de compositores y obras españolas en la historia de la música y nos daremos cuenta que, desde el Renacimiento la gráfica que podemos trazar es siempre descendente, con algunas excepciones.

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