Los orígenes del poliuretano
La espuma de poliuretano se debió a la casualidad
La producción de poliuretano a escala industrial no se inició hasta 1952. Entonces salían de la fábrica de Bayer en Leverkusen unas 100 toneladas de materias primas de poliuretano al año. Hoy día se estima el consumo mundial de poliuretano en cerca de siete millones de toneladas anuales. Esas son cifras que se citaron en octubre de 1997 durante el "Polyurethanes World Congress" de Amsterdam.
Hace casi exactamente seis décadas, los inventores del poliuretano soñaban con la versatilidad y las extensas posibilidades de aplicación de los nuevos compuestos químicos. Pero el 13 de noviembre de 1937, fecha en que al químico Otto Bayer (1902-1982), director del laboratorio central científico de Bayer AG en Leverkusen durante muchos años, le fuera otorgada la patente fundamental referente a la fabricación de poliuretano, no era previsible en absoluto el éxito que tendría esa innovación polimérica. El "producto obtenido por poliadición de isocianatos y poliol", como reza en la patente, originó en el círculo de los colegas más burla que reconocimiento. El nuevo material no terminaba de convencer.
Aunque con la masa pegajosa y consistente era posible obtener hilos, éstos no eran suficientemente largos para destinarlos a las aplicaciones textiles a que aspiraban los investigadores. Menos mal que se logró elaborar así cerdas de alta resistencia para toda clase de cepillos.
Y el hecho de que Bayer y su equipo dieran al fin con la espuma de poliuretano fue debido más a la casualidad y a una serie de ensayos bastante fallidos. Si no era posible obtener fibras para tejer bandas sintéticas, se quería elaborar al menos masas moldeables a base de las creaciones macromoleculares. Pero las muestras presentadas de mezclas moldeables de poliéster y diisocianatos tenían tal cantidad de burbujas que lo único para lo que sirvieron al principio fue para causar hilaridad. Los encargados de la oficina de control devolvieron las muestras acompañadas de un comentario irónico: "En todo caso, útil para fabricar imitaciones de queso suizo".
Otto Bayer y su equipo sacaron partido de su fracaso incial. Al buscar las causas del revés se descubrió que la disociación del dióxido carbónico daba lugar a la formación no deseada de burbujas en la masa. Agregándole a la masa porciones de agua dosificadas con exactitud era posible provocar de forma controlada la formación de burbujas definidas en la sustancia base. Ese fue el origen, pues, de la espuma de poliuretano. Pero, entre tanto, había comenzado la II Guerra Mundial. Evidentemente el momento no era oportuno para hablar de espumas. Ni siquiera de la espuma de poliuretano. Hasta que el producto estuvo listo para lanzarlo al mercado tuvieron que transcurrir otros diez años.
Muchos años después de acabar la guerra se siguió trabajando sistemáticamente el resultado por pura casualidad. Solamente a principios de los años cincuenta, se logró ajustar la receta de las espumas de poliuretano, de manera que según fuera necesario se podían obtener espumas blandas, para colchones y elementos acolchados, o bien espumas duras, para aplicaciones técnicas.