Los Jardines de Versalles, un parque a la altura del 'Rey Sol'
20 de septiembre de 2011
Con una superficie de 800 hectáreas, un canal de agua de 23 hectáreas, 50 fuentes y unos 200.000 árboles, Versalles constituye una referencia de primer orden en la historia de la jardinería. Es, sin lugar a dudas, uno de los paisajes diseñados por el hombre más exquisitos y espectaculares aún conservados. Su inauguración oficial, en el año 1664, reunió tantos invitados durante una semana, que Luis XIV decidió ampliar el palacio, y con él sus jardines. De hecho, como es habitual en esos complejos monumentales, la construcción se dilató en el tiempo varias décadas, en numerosas fases que dejan adivinar los gustos y necesidades de cada periodo y, por supuesto, cada rey. Por todo esto, Versalles, palacio y jardines, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1971.
El agua, elemento fundamental
Aunque Versalles está ligado a la personalidad de Luis XIV, su gran instigador, en realidad fue su antecesor, Luis XIII, quien adquirió el lugar. Sin embargo, fue el 'Rey Sol' quien le dio su grandeza con la ayuda del arquitecto Louis Le Vau y el paisajista André le Nôtre. Característica de la época es la proliferación de fuentes ornamentales con motivos clásicos, especialmente del dios Apolo, identificado con el sol, que abundan en los jardines. Las fuentes de Versalles son conocidas por su espectacular ornamentación, con estatuas que reflejan episodios de la mitología greco-romana en plomo dorado y bronce.
El legado más importante de esa etapa es la conocida perspectiva que, desde la plaza de armas, en la parte posterior del palacio, tenemos de los jardines, con el Parterre de Agua –dos grandes estanques que reflejan la fachada de la galería de los espejos–, y la fuente de Latona –dedicada a la diosa madre de Apolo–, en primer plano; seguidos de la fuente del propio Apolo y el 'Grand Canal'.
Sin duda lo más espectacular del conjunto es el 'Grand Canal', que parece alargar la vista hacia el infinito. Las grandes dimensiones de este estanque con apariencia de río (mide 1.500 metros de longitud y 62 de ancho) así como su forma de cruz hicieron posible que se escenificaran allí espectaculares luchas navales. El 'Grand Canal' tenía, además, una función práctica: colectaba los desagües de las fuentes situadas por encima de su nivel. Luego, el agua se bombeaba nuevamente a la cisterna en el techo de la Gruta de Tetis, un edificio independiente al palacio situado en su norte que fue demolido debido a una ampliación posterior del palacio.
El agua, con los estanques y las fuentes, es un elemento importantísimo en Versalles. No podemos dejar de citar la fuente de Neptuno, ubicada al norte, en el eje perpendicular al del 'Grand Canal'. Completado en época de Luis XV, éste último es uno de los estanques más grandes del complejo con estatuas del dios del mar y su esposa entre otros, aunque su fama procede de los espectaculares juegos de agua que los surtidores hacen a través de su ornamentación; algo muy avanzado en su época y signo distintivo de las fuentes de los jardines.
Actualmente, todos los fines de semana desde abril hasta octubre tiene lugar el espectáculo de las 'grandes aguas', con un pase nocturno durante los meses de julio y agosto. Se trata de una recreación de los antiguos fastos versallescos con ocho recorridos por las fuentes al atardecer donde el agua, la luz y la música transportan al visitante a la época dorada de Luis XIV y a las fiestas que se organizaban en su honor.
En el lado opuesto, otro gran estanque, llamado de 'los Suizos' debido a que la guardia suiza se encargó de su construcción. Este estanque está precedido por 'l'Orangerie', donde los naranjos, limoneros y granados tienen su espacio en un edificio de 150 metros de largo rodeado de un parterre de tres hectáreas. Sin embargo, hasta la altura de la fuente de Apolo los protagonistas son los parterres de formas geométricas, auténtico signo distintivo del jardín francés y los bosquetes igualmente ordenados y salpicados de fuentes. Aun así, cabe destacar el 'Tapis Vert' o Avenida Real, la gran explanada de césped que conecta viusalmente el palacio con el 'Grand Canal', proporcionando al conjunto una gran majestuosidad.
Todo ello reclama un sistema de riego de gran envergadura, con 620 aspersores, 35 kilómetros de cañerías de agua y 3.600 m3 de consumo medio de agua. Se dice que, en pleno apogeo, Versalles consumía más agua que toda la ciudad de París, transportándola mediante complejos mecanismos expresamente construidos para ello, provenientes de los ríos Bièvre y Sena.
Más allá del Palacio
En torno al 'Grand Canal' se sitúa lo que se conoce como 'Grand Parc', un conjunto de bosques plantados de forma ordenada. En su lado norte, alejado del palacio, se esconde un complejo construido para huir de la pompa de la corte. Conocido hoy en dia como Dominio de María Antonieta, ya que fue la última reina del antiguo régimen quien más amó estos parajes. El conjunto lo forman dos palacios con sus jardines correspondientes: el 'Grand' y el 'Petit Trianon'. El primero, levantado a instancias de Luis XIV, tenía una función de retiro y cuenta a su alrededor con un jardín con parterres de flores de estilo francés. Todas las habitaciones de este palacio dan al jardín, en los que la profusión de flores era tal que Madame de Maintenoin escribió que por la noche todos debían abandonarlo debido al exceso de perfume que desprendían.
Por su parte, los jardines del 'Grand Trianon', ampliados por Luis XV con un jardín de estilo francés, conectan con el 'Petit Trianon', también ordenado por Luis XV para su amante, Madame de Pompadour, que murió antes de verlo acabado. María Antonieta fue su habitante más célebre, quien recibió el jardín como regalo de manos de Luis XVI. La reina hizo construir al lado opuesto al jardín francés un diseño que recordaba a la moda opuesta: el conocido como jardín inglés. Para ello, sacrificó el jardín botánico de Luis XV, y el resultado fue la recreación de un paisaje más cercano a lo natural, con riachuelos, una gruta e incluso una roca, cuya construcción duró cuatro años. La voluntad de huir de los rigores de la corte llevó a María Antonieta a refugiarse en este palacio y construir el espacio más excéntrico de Versalles: la Aldea de la Reina.
Situada en el extremo norte de los jardines, por encima del 'Petit Trianon', la Aldea reproduce de manera idealizada un entorno rural y, con el tiempo, se convirtió en una auténtica explotación agraria que abastecía las cocinas del palacio. El conjunto se asienta alrededor de un lago y consta de 11 casas, cada una de ellas con su jardín. Cinco de ellas estaban reservadas para uso de la reina y sus invitados: la Casa de la Reina, el Billar, el Gabinete, el Molino y la Lechería de Degustación.
En la granja vivían campesinos encargados de su explotación alojados en cuatro de las casas: la Granja y sus anexos, el Granero, el Palomar y la Lechería de Preparación (destruída bajo el Primer Imperio). La Granja estaba aparte y acogía una pequeña manada de ocho vacas y un toro así como 10 cabras y palomas. Se dice que la misma María Antonieta ordeñaba de vez en cuando. Finalmente, otra de las casas estaba reservada a la preparación de las cenas que allí se celebraban. Además, estaban la 'Torre de Malborough', donde se guardaban los utensilios de pesca de carpa y lucio que habitaban el lago y la Casa del Guardián.
Los Jardines de Versalles fueron una obra faraónica. Es obvio que para todas estas reformas se necesitaron grandes extracciones de tierra y un número de trabajadores immenso. Pero el mantenimiento de todo este patrimonio requiere también un gran esfuerzo. A lo largo de la Historia han sido muchos los momentos en que los jardines han sudrido el abandono e incluso intentos de destrucción de parte de ellos. Es un milagro, por ejemplo, que un lugar tan delicado como la Aldea de la Reina haya sobrevivido hasta nuestros días. Durante el año 1999, una tormenta afectó gravemente al lugar, aunque afortunadamente se ha podido restaurar el daño. Por todo esto, una visita a Versalles vale la pena; al fin y al cabo, no deja de ser un privilegio pasear por los jardines que una vez fueron reservados a la más alta aristocracia francesa.